Las relaciones de pareja han sido
y serán una fuente inagotable de creación en lo que a dramaturgia se refiere,
desde Medea y Jasón pasando por Tristán e Isolda, transformados después en Romeo
y Julieta, para desembocar en Nora y Torvaldo de Casa de Muñecas, el imaginario colectivo siempre gusta de ver
retratado sobre la escena esa característica particular del ser humano que se
reduce a sus vínculos de pareja y todo lo que éste conlleva.
Amor, desamor, engaños,
infidelidades, rencores, maltratos, separaciones, traiciones, celos, y un
infinito etc. han sido llevados a la escena unas veces más afortunadas que
otras pero manteniendo un mismo hilo conductor: ¿Cómo nos relacionamos
íntimamente los seres humanos? Y ¿Cuáles son las consecuencias de esas
relaciones?
En nuestro atribulado siglo
pasado y comienzos del globalizado XXI las relaciones de pareja se han
diversificado y transformado en compromisos poco duraderos y más libres, lo que
sí ha sido una constante a través del tiempo es la pericia de los amantes por
tratar de estar juntos por los siglos de los siglos y evitar que un tercero
irrumpa en la relación para moverle el piso a cualquiera de las partes y que la
haga despertar a sensaciones nuevas e insospechadas que terminen por acabar la
relación o por rescatarla de la inopia.
Al igual que el venezolano, el
teatro argentino desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, se ha
transformado en un teatro mucho más existencialista e íntimo, gracias por su
puesto a una fuerte influencia del teatro norteamericano. El realismo
psicológico irrumpió en la dramaturgia argentina para no irse más lo que
produjo una cantidad de autores que hurgaron en la intimidad del ser humano y
sus relaciones con el entorno. En esos casos, algunas propuestas escénicas se
volcaron a escudriñar el mundo psicológico de los personajes y sus posturas
ante distintos hechos humanos.
Julio Mauricio (1919-1991)
pertenece a esta camada de dramaturgos, donde también podemos encontrar a
Mauricio Kartum u Oswaldo Dragún, pilares fundamentales de la dramaturgia
contemporánea en el país sureño. En 1969 estrenó La Valija ,
historia donde una pareja de esposos consolidada es agobiada por la rutina, el
trabajo y el hastío, trata de llevar una relación “normal” pero se le interpone
un elemento catalizador (un tercero) que logrará avivar en ella las ganas de
trascender a algo más que su asfixiante rutina. Para despertar de nuevo el amor
por el otro.
De esta remozada lectura del
Siglo XXI, resulta una hermosa reflexión acerca del matrimonio y su necesidad
de permanencia en el tiempo, aquí Moisés Guevara inteligentemente se apoya en
un casting nunca antes mejor escogido. Julie Restifo, consigue unos
extraordinarios matices y transiciones, dando muestras de su innegable
calificativo de Primera Actriz, silencios, gestos y actitudes, hacen que el
público se conmueva y la acompañe en su despertar a la vida de nuevo, luego de
más de 20 años de matrimonio infeliz donde su marido se ha convertido sólo en
un monologuista interminable de sus acciones laborales. Creemos que con este
personaje Restifo llega a un escalón importante de su carrera.
Por su parte Vidal acompaña a
su patner
y entre los dos dibujan un sentido retrato de una pareja en crisis. Su
performance sorprende en tanto configura un carácter explosivo pero a la vez
minuciosamente trabajado en los matices de quiebre cuando cae en cuenta del
dolor que causa la traición de su amada y las consecuencias de su no atención
al matrimonio.
Elvis Chaveinte, en el papel de
Horacio, el joven adonis que se enamora de Luisa (Julie Restifo) y causa que
sus creencias e ideas sobre sí misma comiencen a bullir hasta llegar a cometer
la infidelidad sexual, luce aplomado, correcto en su papel de tímido escritor
que no logra saber cómo manifestarle a aquella mujer mayor que él su deseo. Su
expresión corporal e interpretación textual logran cautivar al espectador que
lo justifica y entiende en su necesidad dramática.
Un feliz trío de intérpretes que
junto a la atinada dirección de Moisés Guevara y los elementos estéticos que
conforman el conjunto total, nos ofrecen un teatro profesional de altura en
donde aun se comprueba la vigencia de un texto teatral que escrito en los años
’60 tiene cosas que decirle a los espectadores contemporáneos y es claro pues
hoy en día continuamos relacionándonos y esperando que sea “hasta que la muerte
nos separe”
@rosasla
Caracas,
07/09/2012
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