viernes, 30 de septiembre de 2011

Teatro para exportar


El viernes de la semana pasada se estrenó en Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, el musical La novicia rebelde (The sound of music) con talento 100% venezolano, bajo la batuta del experimentado director: Vicente Albarracín y protagonizado por la talentosa Mariaca Semprún, Rolando Padilla, Lucy Ferrero, Gustavo Rodríguez, Fanny Arjona, junto a los niños y jóvenes: Natalia Román, Cristhian Vallester , Emily Caraballo, Luis Brito, Carlos Rodríguez, Alicia de la Bastide, Marianne Cuello, Isabella Socorro, Verónica Falcón, Annabella Medina, José Pablo Álvarez y Lester Arias, entre otros grandes del teatro y la televisión como: Maritza Briceño, Verónica Arellano, Julio Alcázar, Rafael Monsalve y José Roberto Díaz.

Asistir a un evento de esta magnitud en nuestra ciudad nos reconcilia con la Venezuela posible, esa que a veces olvidamos, en la que se pueden conjugar talento, profesionalismo, técnica, inteligencia, creatividad y ganas de hacer las cosas bien, para brindar un producto que nada tiene que envidiar a cualquier musical foráneo.

La novicia rebelde, estrenada en Broadway en 1959, nace a partir de la historia real de una novicia llamada María, quien es encomendada para cuidar a siete niños de un connotado, capitán de la Marina, viudo y con su encanto y talento fascina a los niños en cuestión y cautiva el corazón del capitán, en Austria a finales de los años 30 cuando ésta fuese ocupada por el dominio Nazzi. Es una historia de amor, de libertad y de cómo la perseverancia por conseguir lo que se quiere siempre se puede lograr. En 1965, la historia fue llevada al cine, protagonizada por la inolvidable Julie Andrews y Christopher Plummer, que le valió el Oscar a mejor Película y Mejor Director de ese año y ha quedado grabada en el inconsciente colectivo, como una hermosa historia donde el amor vence todos los obstáculos posibles y sus melodías han dejado huella en todos los oídos que han disfrutado el film: nadie puede olvidar el famoso Do-Re-Mi…

Esta vez de la mano de la naciente productora Escena Plus (herederos de Palo de Agua Producciones) han decidido hacer la versión nacional de este conmovedor musical y han convocado a lo mejor del arte escénico y musical. Vicente Albarracín, sagaz y visionario no dudó en asumir la responsabilidad desde diciembre del año pasado y no contento con versionar algunos detalles del texto y la letra de todas las canciones, ha logrado concretar un espectáculo que no tiene desperdicio por ningún lado que se mire. Extraordinarias interpretaciones, una orquesta de lujo (La Gran Mariscal de Ayacucho) dirigida impresionantemente por Elisa Vegas y es que Albarracín a la hora de conducir espectáculos de esta envergadura, no duda en rodearse del mejor talento venezolano en todas sus áreas y complementar con algún artista extranjero, su equipo estuvo conformado por: Edwin Erminy en la escenografía, Raquel Ríos en el vestuario, Ángel Ancona (México) en la iluminación y en la dirección coreográfica la maestra Luz Urdaneta, todos bajo la producción general de Claudia Salazar.

Pero definitivamente con este musical, el mayor atractivo además del elenco infantil, lo lleva en sus hombros la impactante Mariaca Semprún: cantante, actriz, bailarina, quien con su interpretación, y presencia escénica logra borrar de la mente la imagen de la Andrews para hacer que el público la ovacione y la acompañe a cantar sus canciones. Ya había pasado mucho tiempo que en los escenarios caraqueños no disfrutábamos de un despliegue de talento energía, profesionalismo y verdadero compromiso con su arte como lo hace Mariaca, estamos absolutamente seguros que con este reto y los que vengan la actriz se convertirá en una de las mejores de nuestro país.

No podemos finalizar esta nota sin hacer mención de la importancia que reviste en estos momentos para el país entero que experiencias de este tipo se realicen, en principio por el rescate innegable de nuestro teatro más importante para lo que fue diseñado: divertir al público como centro cultural que es y ofrecerle lo mejor del talento venezolano a los espectadores. Por otra parte la posibilidad de disfrutar en familia sin diferencias de ningún tipo un espectáculo digno de exportación, esto sólo es posible a través del arte cuando todos los elementos se conjugan de manera eficaz y se trabaja por un fin: ofrecer el mejor teatro que nuestro público se merece.

¡Bravo!

L. A. R.

Caracas, 29 de septiembre de 2011.

Comentarios: luisalbertorosas@gmail.com

lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Un Presidente loco?


Corría el año de 1945 y Venezuela entraba vertiginosamente en la modernidad, las ciudades se transformaban, Medina Angarita era el Presidente de la República, las elecciones estaban próximas a ocurrir, y los “medinistas” ya habían tomado la decisión “Diógenes Escalante es el hombre”.

Este marco histórico de nuestra contemporaneidad, sirve de pretexto al reconocido hombre de teatro Javier Vidal, para recrear un patético momento de nuestra realidad política que cambió drásticamente el curso de nuestra democracia. Diógenes y las camisas voladoras, es su más reciente texto escrito que cuenta los acontecimientos ocurridos en el interior de una habitación del afamado Hotel Ávila, donde el Pre-candidato Diógenes Escalente, su secretario privado y el joven doctor Ramón J. Velásquez hilan la trama de una tragi-comedia que termina por desarticular la política nacional en tanto su protagonista sufre un ataque de locura y es declarado no apto para asumir las riendas del país.

Como experimentado dramaturgo que es, Vidal logra tejer de manera extraordinaria un texto de teatro político donde los acontecimientos se van precipitando de manera inexorable y fascinan a la audiencia, su anécdota le permite magistralmente trasladarnos a los momentos decisivos de agosto y septiembre de 1945 que signaron posteriormente el golpe militar en Octubre de ese mismo año. Al mejor estilo “cabrujiano” de contar hechos históricos para hablarnos de la realidad actual, Vidal no pierde tiempo para a través del entramado textual irnos develando “lo que podría ocurrir si llega a Miraflores un Presidente loco” Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Por su parte, todos los elementos que acompañan este espectáculo se conjugan de feliz manera para entregarnos un teatro de altura que añorábamos en la marquesina caraqueña. La dirección y puesta en escena de Moisés Guevara, lucen limpias, cuidadas y sin exageraciones espectaculares. Se concentra en el decir e interpretación de los actores quienes dan derroche a sus talentos indiscutibles. Un teatro hiper-realista, con guiños a las rupturas “brechtianas” logran consolidar un espectáculo soberbio que teníamos mucho tiempo esperando.

José Miguel Dao (Ramón J. Velásquez) sorprende con una sobria caracterización contundente y a sus anchas, respalda la fortaleza de las nuevas generaciones de actores venezolanos. Lo secunda Jan Vidal, hijo de gato caza ratón, diría el proverbio popular, cómodo en escena, divertido y verdadero, entrega un carácter que da muestras de lo que se espera en el futuro de este heredero de artistas (hijo de Julie Restifo y Vidal) Coronando el elenco el mismo Javier Vidal, nos ratifica que la madurez cronológica hace que los histriones se conviertan en actores cada vez más versátiles y experimentados. Su dibujo de Diógenes Escalante no tiene desperdicio por ninguna arista y demuestra su consagración como intérprete.

Diógenes y las camisas voladoras, permite revisarnos como sociedad, enciende las alarmas y nos pone de manera muy inteligente frente al terrible espejo de la realidad que supera a la ficción. Acompañados de una exquisita producción de manos de las veteranas Margarita Lamas y Carmen Jiménez, este espectáculo nos reconcilia con nuestro arte y nos hace pensar, no solamente en lo cíclica que puede ser la historia de un pueblo, sino cómo los verdaderos artistas del teatro logran conmover y usar sus recursos escénicos para poetizar los hechos reales.

L.A.R

Caracas, 16 de septiembre de 2011.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Ofrecen traiciones 2x1 en La Calle del Infierno


Arriban a su segunda temporada, esta vez se presentan en la Sala de teatro 2 del CELARG jueves, viernes y sábados a las 8 de la noche y los domingos a las 7, tres insólitas mujeres que le harán reír a mandíbula batiente a la vez que reflexione acerca del poder de la amistad y la traición.

Se ha colocado en el tapete en los últimos meses la discusión de que los “teatreros de oficio” los que hacemos teatro de arte alejados del llamado “COLICO” (Comedia Ligera Comercial) estamos cuestionados por la poca convocatoria que tenemos de público en las distintas salas. Está en entredicho por estos días, la duración de una pieza teatral por su poca o mucha taquilla. Varios ejemplos vienen al caso, los gerentes de teatros como el Trasnocho, CELARG o Premium, han programado piezas de arte en sus recintos, sin embargo les colocan una condición: el lleno de taquilla para lograrlas mantener en cartelera.

Hacemos este introito para hablar del extraordinario espectáculo La calle del infierno, que merecería estar permanentemente en cartelera. Arriban al final de su temporada y nuestro público, los caraqueños que no han podido apreciar este logro del grupo Afrodiartes, no deberían perderse por ninguna razón el gran trabajo que protagonizan las actrices: Claudia Nieto, Carolina Torres e Irabé Seguías. Dirigidas inteligentemente por otra fémina Verónica Arellano quien se lanza al agua de la dirección escénica por primera vez ¡Y de qué manera!

Amparadas bajo el manto protector de un texto dramatúrgicamente casi perfecto, emanado de la pluma de Antonio Onetti, Sevillano de nacimiento y humorista por naturaleza, nos regalan la historia de tres pobres cajeras de automercado que sueñan con una vida mejor, como todos, y que a partir de un concurso de baile tejen una trama de pasiones, amores, odios, traiciones que no permiten descanso alguno al espectador que se impacta de principio a fin y no desperdicia momento para el disfrute y la reflexión.

Un texto inteligente, pleno de humor, desparpajo y contundentemente real, nos conduce a la calle del infierno, un parque de diversiones donde una de ellas ha decidido jugarse su final.

Las actrices, veteranas de las tablas venezolanas, consiguen un nivel envidiable. En pocos montajes teatrales se logra una sinergia tan clara y precisa y no son muchos donde al espectador le cueste discernir cuál de todas las actrices está mejor. No solamente esto se logra con un sólido texto como el de Onetti, sino por una correcta dirección, alcanzada en esta oportunidad por la también brillante actriz Verónica Arellano. Y es lo que suele suceder cuando una intérprete de la talla de Arellano se aventura a la dirección escénica, pues conoce por dentro el oficio, lo ha vivido y padecido en carne propia. Su gran hallazgo en este montaje es explotar los talentos de cada una de sus actrices, sus performances, sus facilidades corporales, pero por sobre todo sus particularidades interpretativas a la hora de “decir del texto”. Además la dinámica de la planta escénica dibujada por Arellano, permite el ritmo perfecto para la comedia, lo que definitivamente es más difícil de lograr con este tipo de libretos, en los que si se pierde el ritmo escénico se viene abajo todo el espectáculo.

Quizás y es el único punto de atención que ponemos sobre este montaje, sería revisar la producción, para hacerla más cuidada en el sentido de los materiales con los que se construye la escena, podría dar mayor solidez a la estética de la obra y procurar un espectáculo casi perfecto, decimos casi porque la perfección está lejos de existir, menos en una obra de arte.

En síntesis y como colofón, con La calle del infierno asistimos a un redondo espectáculo que se disfruta de principio a fin y deja un sabor de buen gusto en los sentidos. Ojala los programadores de las salas comerciales pudieran apoyar más y reconocer que el verdadero teatro, defendido con talento, calidad interpretativa y sapiencia del oficio a lo único que apunta es a educar al espectador caraqueño que deambula ignorante entre obras donde todo se lo facilitan en bandeja de plata sólo para que la caja registradora suene cada vez más. Con un simple apoyo publicitario, comercial, que venga de los propios recintos escénicos, estaríamos en presencia de un nuevo “boom” del teatro venezolano, como en otrora…

L. A. R.

Caracas, 09 de septiembre de 2011.