sábado, 24 de noviembre de 2012

Las mandarinas de Carmen


Carmen García Vilar, de profesión arquitecto, pero enamorada de la dirección de arte cinematográfica y teatral, fue seducida por la dramaturgia, y en pocos años se ha convertido en una de nuestras escritoras teatrales más premiada y prolija. En su haber ya suma más de 15 piezas y ha formado parte del staff de dialoguistas de varias producciones dramáticas de la tv. Hoy nos entrega su más reciente pieza estrenada Mandarinas, que se presenta bajo la dirección de Moisés Guevara y la producción de Jorgita Rodríguez en el Teatro Escena 8 hasta el próximo domingo 25 de noviembre.

El desarrollo escritural de Carmen García Vilar, es una dramaturgia de lo cotidiano, de personajes que viven sus dramas día a día pero donde siempre hay una salida feliz pese a los tremendos conflictos internos y externos que sus personajes deben sortear. La escritora, en el correr de su obra dramática ha puesto acento en los personajes femeninos, sus heroínas son esas mujeres venezolanas que no descansan batallando solas por hacerse una vida mejor. Son seres traicionados, desarraigados y hasta frustrados, pero sin perder nunca la esperanza de en algún momento encontrar un poco de felicidad. En cambio sus personajes masculinos, en algunos casos ausentes o reportan algún complejo que los minimiza con respecto a su par.  

En Mandarinas, se aleja un poco de su estilo dramático acostumbrado de sus otras piezas, en donde presentaba una historia que se va complicando a medida que avanza la acción y sus personajes se relacionaban e interactuaban de tal manera que el conflicto crecía hasta la solución final. Esta vez Vilar prefiere optar por los monólogos, aparentemente aislados unos de los otros, pero que si se ven en conjunto al final guardan alguna relación; pero que escénicamente pueden ser llevados al escenario de forma independiente y en cualquier orden sin alterar su hilo dramático.

El primero de ellos narra las vicisitudes de una joven ejecutiva que acude a un brujo para que le “monte” un trabajo a su novio que le ha secuestrado su camioneta nueva. En la función que apreciamos y evaluamos, estuvo a cargo de Sandra Villanueva, quien demuestra su talento e histrionismo al asumir los distintos personajes de su historia, maneja la comedia a sus anchas y gracias a la correcta dirección de Guevara, hace que la actriz pueda lucirse y permitir que el público disfrute plenamente de su manejo escénico. Sandra es un talento que debería estar más sobre las tablas ya que en ellas se encuentra como pez en el agua, ojalá los directores y productores de teatro y tv del país puedan disfrutar de su ángel en escena y la incluyan más en los elencos de piezas teatrales y telenovelas, estamos seguros que no se arrepentirán.
Luego de este jocoso monólogo, le toca el turno al actor (en el caso de la función apreciada) Arturo de los Ríos, quien comparte personaje con José Luis Useche y Jossué Gil. De los Ríos desarrolla un monólogo acerca de un obsesivo fetichista de carteras, un hombre traumado y aparentemente con algunas desviaciones, que quedan poco claras para el espectador, no se llega a determinar si es un aberrado sexual, o más bien un acomplejado y tímido vendedor de carteras.

Arturo de los Ríos es un actor en formación, que no ha logrado aún llegar a prepararse de forma determinante para asumir el compromiso de un escenario, a pesar del esfuerzo de dirección que notamos en esta puesta, aún le falta a este histrión creatividad y soltura sobre el escenario, no logra convencer con su desempeño, puesto que luce extremadamente rígido y sin lograr traspasar las fibras emocionales para transmitir algo más que palabras al espectador. No sólo se necesita un cartel televisivo para enfrentar al monstruo de mil cabezas que es el público. Estamos seguros que con mayor dedicación a su formación como actor podría lograr buenos trabajos.

La tercera parte de estas Mandarinas, estuvo a cargo de la actriz Andreína Álvarez. Esta intérprete demuestra con su performance, que ha crecido a pasos agigantados en su carrera, con un arrollador talento, Andreína se pasea con absoluta verdad y comodidad por quizás el texto más interesante de los tres por la anécdota que cuenta: Una humilde mujer que ha pasado la mayor parte de su vida montada en un autobús por puesto. Sus miserias, amores y la poquita felicidad que le ha tocado, la ha conseguido en estas unidades. Hasta el primer amor que la conduce a la tragedia. El director, supo sacar de Álvarez sus mejores matices en este complicado monólogo que va desde la comedia hasta la más conmovedora tragedia y que resulta el personaje que al final de la historia funciona como epílogo de la anécdota y reflexión a la que nos quiere conducir Carmen García Vilar y que no es otra que la vida es como una mandarina que se come a “gajitos” pero que a veces resulta difícil de pelar y no como reza el tradicional dicho popular: “más fácil que pelar mandarinas.”

L.A.R /@rosasla
Caracas, 23 de noviembre de 2012.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Saltando por los tiempos de Rulfo



La historia teatral venezolana de finales de los ochenta y durante casi toda la década de los noventa significó un amplio despliegue y desarrollo escénico que se propagó por todo el país. Antes de morir ese genio creador y gerente que era Carlos Giménez en 1993, dejó sembrada la semilla de los TNJV (Teatros Profesionales Juveniles de Venezuela) uno en cada región, emulando el proyecto maravilloso que logró concretar el Maestro José Antonio Abreu con sus orquestas infantiles y juveniles. Con el correr del tiempo y gestiones gubernamentales, sin una coherencia de políticas teatrales estas agrupaciones murieron de mengua y fueron desapareciendo o mutando en otros colectivos, sin abandonar sus orígenes.

Este es el caso del TNJV Lara, hoy transformado en el Teatro Profesional de Lara, quienes liderados por Giuseppe Grasso y Nelson Pérez, han logrado mantener la embarcación a flote por no menos de veinte años y se niegan a sucumbir a la desidia y el olvido. Han sobrevivido en su sede, en la ciudad de Barquisimeto, constituyendo no sólo una familia, sino una agrupación que se ha transformado en punto de referencia obligatoria cuando hablar de teatro en el Estado Lara se refiere, así han dado continuidad a un trabajo artístico ininterrumpido que arroja hoy un excelso resultado: Páramo, versión teatral de la novela Pedro Páramo, escrita por el mexicano Juan Rulfo y que fascinó a los espectadores caraqueños en el legendario Teatro Nacional el sábado 17 y domingo 18 en la continuación de las 24 Muestras de la Compañía Nacional que sucede en Caracas hasta el 25 de noviembre próximo.

La inteligente lectura escénica que logra Grasso se concreta en un trabajo experimental donde mezcla el teatro, la danza y el video en una clara y definida propuesta que encierra la esencia de la novela original y en donde el hilo conductor es una vez más el abuso de poder y el patriarcado que tanto daño hasta nuestros días ha hecho a nuestra cultura latinoamericana.

Seres muertos-vivientes, zombies, que deambulan por un pueblo olvidado y arrasado por la miseria a consecuencia del manejo excesivo del poder en manos de Pedro Páramo es el punto de partida para generar la acción dramática. Juan viaja a Comala como promesa de muerte a su madre quien le pide que vaya en busca de su padre. Al llegar Juan consigue fantasmas que lo van devorando poco a poco hasta descubrir que su padre ha muerto pero nadie sabe decirle cómo ha muerto y quién lo mató. Buscando esa respuesta sucumbe también al inexorable destino del pueblo.

Una estética trasgresora, en la que Grasso logra crear atmósferas e imágenes imposibles de olvidar, un gran espectáculo donde la blancura de la niebla creada por el polvo se convierte en lluvia, humo, sequía y velo que oculta las verdades de un pueblo maldito en el que el destino cobra la vida de quien se atreva a desentrañar el pasado. Crítica a la vida campesina, a los terratenientes, al poder mal administrado, a la iglesia corrupta y de fácil extorsión y al dominio del macho sobre la hembra y en donde el infalible tiempo se convierte en cuerda floja que se tambalea entre la vida y la muerte, para finalmente romperse, Eros y Tánathos en feliz copulación.

Una redonda y limpia puesta en escena se concreta con la investigación corporal y vocal de los actores, quienes se transforman en súper marionetas, en titanes físicos que padecen la tortura de estar encerrados en un destino del que no pueden escapar. Bajo la estética del expresionismo, Grasso logra mezclar tendencias en un feliz melange con las historias de mitos y tradiciones de muertos vivientes. La pureza del blanco mezclado con el negro de la sangre, le coloca el acento trágico a la condena de estos seres que deambulan esperando su próxima víctima, aquel que hoce desenterrar lo que polvo es… Apoyado por la artista, Glenda Graterol en el vestuario, conjugando elementos tradicionales y modernos.

En cuanto a las actuaciones, gratamente nos sorprenden las generaciones de relevo del teatro larense, comprometidos, arriesgados y entregados a un trabajo nada fácil, exigente por las condiciones escénicas, por el trabajo físico y vocal y por la propuesta de dirección en la que el actor debe ir hasta las últimas consecuencias de su límite físico muy a la manera “artaudiana”. Destacan del grupo masculino: Nelson Pérez como Pedro Páramo, desenfadado y veterano de las tablas, Leonardo Goncalves, como Juan Preciado, construyendo un conmovedor carácter pleno de matices y transiciones bien hiladas, Lenín Gámez como Miguel Páramo y Bartolomé San Juan, derroche de riesgo y arrojo corporal y Erick Aldao como Fulgor Sedano, con un sorprendente dominio escénico. Completan el elenco masculino, no sin menor contundencia: Eliéser González y Manuel Devíes, quien lleva sobre sus hombros la responsabilidad de dar vida al Padre Rentería, quien encarna a la iglesia corrupta. 

En el elenco femenino encontramos verdad y sencillez en la composición de caracteres y un nivel mucho más parejo que en el elenco masculino: Mary Carmen Briceño, Edy Jiménez, Josibell Sivira y María Laura Velásquez demuestran que Lara es tierra de buenas actrices. 
Encontrarnos con este montaje de Paramo, representa una gran sorpresa en este país teatral donde hace ya mucho tiempo que se perdió la idea y el trabajo de grupo. Las obligaciones de supervivencia de los artistas los han forzado a no atarse a ningún colectivo teatral y por el contrario trabajar en múltiples agrupaciones con distintas tendencias, lo que ha ocasionado que se haya perdido el interés y la necesidad de investigación y búsqueda de lenguajes propios, por eso el que el teatro profesional de Lara tenga la posibilidad de mantener un trabajo artístico constante y fieles a lo que debe ser una agrupación seria y comprometida con el desarrollo teatral de su región ya es un logro que debe aplaudirse de pie.

Teníamos mucho tiempo sin ver en Caracas montajes de este tipo, donde la experimentación, el teatro y sus múltiples discursos hacen feliz comunión, para ofrecer un producto de calidad de exportación. Creemos hoy por hoy que Giuseppe Grasso con esta propuesta de lectura escénica de Pedro Páramo, se ubica dentro de la lista de los directores venezolanos más importantes y que tiene algo qué decir más allá de la comercialización de nuestro arte. Un hombre de teatro al que no hay que quitarle la mirada ya que estamos seguros se proyectará más allá de nuestras fronteras, con este espectáculo Páramo, Venezuela estaría extraordinariamente bien representada y a la altura de cualquier agrupación del mundo para medirse en festivales internacionales. Ojalá los entes oficiales y privados se den cuenta de esta cantera artística y ofrezcan el apoyo necesario para su continuidad.

L.A.R
@rosasla
Caracas, 19 de noviembre de 2012.

viernes, 16 de noviembre de 2012

La Compañía Nacional de Teatro respalda el teatro regional.


Muy lejos estamos de los tiempos en que la Compañía Nacional de Teatro era una agrupación que con elenco estable y sede en el Teatro Nacional en la Esquina de Cipreses, realizó una de las mejores gestas teatrales con tres producciones al año donde se mostró lo mejor del teatro universal y venezolano. Hablamos del comienzo de los años 80 y su líder Isaac Chocrón, impulsó todo un movimiento alrededor de la Compañía Nacional que dio sus frutos a posteriori en la camada de actores, directores, productores, escenógrafos, dramaturgos y técnicos que se formaron en la llamada época de oro de la compañía. Hoy estrenando nombre (ahora no es Compañía Nacional de Teatro, si no Centro Nacional de Teatro) y estrenando director, el sociólogo Alfredo Caldera, hombre de teatro, actor, diseñador de iluminación, nos traen a Caracas una muestra de las llamadas Co- Producciones con los estados.

En su evolución La Compañía Nacional, devino en una productora de espectáculos que en co-producción con otros colectivos teatrales de todo el país y con las propias comunidades han llevado la experiencia teatral a todo el mapa nacional. Eduardo Gil su director saliente, se propuso este proyecto que hoy se muestra en Caracas para pulsar la salud del teatro regional, en lo que se ha denominado “Muestra 24 co-producciones Teatrales” enmarcado en el proyecto denominado “Teatro para todos los venezolanos” es así como desde el 10 y hasta el 24 de noviembre en los distintos teatros del casco central de la ciudad, el Teatro Alberto de Paz y Mateos, la Sala Rajatabla, el Teatro Catia y el Teatro Cristo Rey, se podrán apreciar 24 espectáculos provenientes de todos los estados del país.



Portuguesa y Monagas abrieron la muestra
El pasado fin de semana, le tocó el turno a los teatreros del Estado Portuguesa y Monagas con sendos espectáculos que se exhibieron en los teatros nacional y Municipal, respectivamente. El Teatro Estable de Muñecos Tempo, trajo como equipaje una pieza de teatro histórico denominada: La colección del peregrino, tragedia sórdida en ocho partes obra original de Daniel Di Mauro que narra las vicisitudes del Tirano Aguirre en suelo americano.

Protagonizada por el primer actor Aníbal Grunn y dirigida por Carlos Arroyo, el espectáculo muestra en hora y media los últimos días de la vida de este colonizador español y el tránsito de su venganza en contra del rey. Según la historia, Lope de Aguirre representaría el primer grito de desconocimiento de la corona al separarse de las filas españolas y querer por todos los medios asesinar al rey y colocarlo en la macabra colección de cabezas que iba agrupando a medida que transitaba por los pueblos americanos. “Lope de Aguirre, natural de España, llega a América a mediados del siglo XVI, dispuesto a conquistar un “Nuevo Mundo” en nombre del Rey y la Corona. Al poco tiempo decide entrar al negocio de la venta de plata, razón por la cual es acusado de violación a las leyes de encomiendas y sentenciado a cien latigazos en plaza pública. Este acontecimiento trastorna la mente de Lope y decide vengarse del juez que lo sentenció, asesinándolo. Es condenado a muerte y se convierte así en un peregrino que huye” (Tomado del programa de mano de la obra)
La lectura escénica de Carlos Arroyo concreta un espectáculo de alta factura estética y teatral, se concentra en su protagonista y no es defraudado por su actor Aníbal Grunn, quien construye un complejo personaje oscuro, psicópata que raya en la demencia por su sed de venganza, demostrándonos una vez más por qué es calificado como uno de nuestros primeros actores. El resto del elenco lo acompaña y logran amalgamarse en actuaciones convincentes en las que destaca Karelis Zalazar como Elvira, hija del tirano y también asesinada por éste.

La armonía de elementos estéticos es la otra gran protagonista de esta pieza, gracias al diseño de vestuario, utilería y escenográfico de Rafael Sequera y la iluminación de Kelynson Berríos, se logra una particular atmósfera que nos traslada a las aventuras del legendario tirano. Quizás el acierto de la dirección llega a su cúspide al combinar las actuaciones con los muñecos y títeres (esencia de esta agrupación fundada por el Maestro Eduardo Di Mauro) pero que al enfrentarse a una puesta de teatro histórico como ésta, aporta dinamismo y síntesis a la historia.

En síntesis lo que se podría suponer como un teatro aburrido y falto de interés por su carácter histórico, se constituye en un poético e impactante espectáculo que cuenta la tragedia de un personaje olvidado por su crueldad, pero que con este texto logra ser reivindicado al presentarnos al Lope de Aguirre de carne y hueso con sus razones y padecimientos y sus obsesiones. 

Un Woyseck oriental.



Desde la ciudad de Maturín al oriente de nuestro país nos llegó la lectura escénica del clásico alemán Woyseck que inaugura el llamado Expresionismo alemán a medidos del Siglo XIX. Una fuerte crítica a la explotación del hombre y cómo es posible llevar a la locura a un ser minimizado por el poder, es lo que Büchner, su autor, quiso poner de manifiesto en este drama trágico. El montaje estuvo a cargo de la agrupación La brecha, colectivo teatral de larga data y tradición en Monagas y que Juan Ruedi ha sabido conducir sin desfallecer apuntándose en la historia teatral de nuestro país.

Esta vez Ruedi sede la dirección de este espectáculo a Luis Garván, quien ofrece una puesta en escena sumamente confusa y poco clara del clásico. El reto de este tipo de textos no sólo es la magnitud de ser por sí mismo un clásico, si no la forma en cómo Büchner teje la trama para llevar a la locura y posterior muerte de Woyseck. Esta propuesta luce poco creativa, sin ningún riesgo estético ni teatral, no existen justificaciones aparentes para tomar la decisión de montar un drama tan complejo y a la vez filosófico hoy en día.

Observamos el esfuerzo actoral, es claro que La brecha Teatro tiene un extraordinario curriculum comprobado en innumerables montajes que por más de 30 años han demostrado su sapiencia del oficio, sin embargo en esta propuesta equivocaron el rumbo. Gracias a una incorrecta dirección, el talento actoral sufre las consecuencias e histriones que sabemos y conocemos son profesionales comprobados sobre las tablas hacen su mejor esfuerzo por llevar adelante el espectáculo, que lamentablemente no llega a feliz término.

El teatro es así, la confrontación con el espectador que es el que tienen la última palabra, supone el riesgo para los artistas, algunas veces acertamos y otras no, sin embargo estamos seguros que con una revisión profunda de la propuesta de dirección y claridad en las intenciones podrán hacer de este espectáculo una excelente experiencia estética que podamos aplaudir de pie para recuperar el sitial al que nos tiene acostumbrados La Brecha.

Caracas, 15/11/2012
@rosasla

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Luigi Sciamanna va Más allá de la terapia


Desde el pasado 2 de noviembre, comenzó una nueva temporada de la pieza teatral escrita por el dramaturgo norteamericano Christopher Durang en la sala Plural del Trasnocho Cultural, bajo la batuta del actor, director y dramaturgo Luigi Sciamanna bajo la producción de Andrea Miartus quien también es su protagonista, se trata de una comedia que aborda las relaciones de pareja de todo tipo y cómo éstas buscan sosiego en la consultas de psiquiatras que aparentemente están más descolocados que sus propios pacientes.

Ya habíamos conocido el texto y montaje de esta pieza cuando para inaugurar la Sala Principal de este mismo recinto artístico, la actriz Marialejandra Martín había realizado una primera lectura escénica venezolana de esta comedia. Ahora y con una propuesta minimalista volvemos a vivir los embates de dos personajes (Prudencia y Bruce, a quien todos llaman Alfredo) que se conocen por avisos clasificados en búsqueda de parejas como forma práctica de superar sus escollos emocionales en sus relaciones interpersonales.

Prudencia acude a su terapeuta el Doctor Stuart Bracamonte (Paul Gámez), quien además se ha convertido en su antiguo amante y está obsesionado sexualmente con ella. Por su parte Bruce se hace ver con la Doctora Charlotte Wallace (Sheila Monterola), extraña mujer que sufre de falta de memoria reciente y aplica “terapias de besos” para hacer reaccionar a su paciente, quien atormentado por su bi-sexualidad, acude en su ayuda.

La pieza de Durang intenta hacer una radiografía de las relaciones contemporáneas en las que la diversidad sexual y la amplitud de mentalidades de hoy en día al ser humano  el stress de lidiar con más de una persona como amantes o parejas y tratar de aparentar la normalidad en la cotidianidad de sus vidas.

Sciamanna en esta propuesta escénica se preocupa más por el fondo que por la forma, construye así un espectáculo en el que se concentra en la interpretación de sus actores, en el decir, más que en la espectacularidad de la escena. El espacio vacío le permite la multiplicidad de escenarios en donde transcurre el drama y despoja de todo artificio estético, más que unos elementos necesarios y vestuario acorde con sus personajes.

Esta forma de dirigir pone el acento en el actor, pues no existen elementos estéticos ni externos que hagan ruido al espectador quien se ve obligado a seguir la anécdota y concentrarse en el desempeño actoral, quienes cumplen cabalmente con sus roles. Sin embargo hay elementos necesarios y típicos de la comedia en donde Sciamanna y sus actores ponen el acento para conseguir el feed back del público. Chistes fácilmente reconocibles de nuestra cotidianidad. Construcción de personaje sumamente caricaturesco y hasta grotesco, aunado a las situaciones de equivocación de los mismos.

 Más allá de la terapia, no ofrece nada nuevo acerca de las relaciones de pareja, es un discurso ciertamente bien estructurado y con sentido, que lo que busca simplemente es convertirse en un divertimento que hace pasar un rato agradable al público sin muchas pretensiones artísticas o estéticas. Es un teatro ligero, sin llegar a ser una comedia comercial superficial, en la que, no cabe duda el espectador caraqueño se verá inevitablemente reflejado.

Destacamos el trabajo de los 4 protagonistas principales, quienes llevan en sus hombros el hilo dramático de la historia, de sobre manera el desempeño de la siempre histriónica Sheila Monterola y el ducho Alexander Solórzano, quienes son secundados por sus respectivas parejas: Paul Gámez y la también productora del espectáculo Andrea Miartus que lucen cómodos y disfrutando su trabajo. El elenco lo completan Jean Carlos Rodríguez y Juan Carlos Martínez que cumplen con lo exigido por la dirección pero sin embargo el desarrollo de sus personajes no les permite mayor posibilidad de creación.

En síntesis Más allá de la terapia, en esta segunda vuelta, estamos seguros podrá arrancar risa y reflexión al público caraqueño, aplaudimos que se logre una sólida comedia con actores que no son cartel televisivo sino comprobados artistas de las tablas que recomendamos no pasar por alto.

Caracas, 07/11/2012  
@rosasla