martes, 30 de diciembre de 2008

El Drama de Carlos María en San Marcos de Venecia




No cabe duda que nacer con condiciones especiales representa una situación particular para cualquier núcleo familiar que pase por esa situación, más aún si no se cuentan con los recursos para sobrellevar una persona con dificultades de aprendizaje o con atraso mental. En nuestro país el tema ha sido objeto de múltiples disertaciones en distintos medios de comunicación, se discute y argumenta acerca de las mejores formas de tratar de superar lo que conlleva tener un miembro en el hogar que posea condiciones especiales. Esta vez, la agrupación Teatro Arena trae una nueva propuesta acerca del tema que invita a reflexionar entre las risas y las lágrimas. Desde el pasado 20 de noviembre y hasta el 21 de diciembre se estuvo representando, en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas, la sentida pieza dramática: San Marcos de Venecia, escrita y dirigida por Julio César Alfonzo y protagonizada por William Cuao y el propio Alfonzo, quien ya ha dado muestras de acertividad en las tablas como dramaturgo con sus textos: Menguada o El instante entre otros conocidos, que permiten respaldar los más de 20 años de trayectoria teatral que este hombre de teatro y artista plástico ha desarrollado. San Marcos de Venecia, nos narra la historia de dos amigos, discapacitados, habitantes de un pueblo olvidado llamado La Pastora de Torure, en donde existe una única plaza olvidada y que es el lugar de encuentro de los protagonistas; todos los días ocurre el encuentro de los dos amigos después de ir a la escuela, un ritual para mitigar la soledad y para contarse las vicisitudes del día, así como para dejar un espacio para la fe, en tanto Benedicto (Julio césar Alfonzo) ha sido encomendado por su abuela, antes de morir, a recibir las cartas de peticiones de milagros al Santo Niño Jesús, depositadas en su cajita de cristal. Pero el conflicto debe surgir, y en este caso Alfonzo, como dramaturgo, da un giro dramático inesperado al relato lo que convierte la pieza en una dolorosa reflexión acerca de la tolerancia entre las personas, tema hoy en día tan discutido en la sociedad venezolana actual, no sólo la intolerancia, sino, la violencia, el desprecio, el sometimiento de los “más aptos” sobre los débiles. Carlos María es burlado, amenazado y agredido constantemente por su condición especial por sus compañeros de clases, la crueldad infantil se pone de manifiesto. Su amigo Benedicto es su defensor, hasta que un día el juego se trasforma en tragedia y los golpes y pedradas propinados a Carlos María, recaen en Benedicto quien se ha puesto de escudo para salvarlo sacrificando su vida por la de su amigo. El giro de la historia hace entender al espectador que el hilo dramático se sostiene en los diálogos ficticios de Carlos María con su amigo fallecido, un aliciente de nuevo para no estar sólo, un clamor para protegerse, una petición a ese Niño Jesús Bendito para que todo vuelva a ser como antes. Un hermoso y terrible canto a la amistad, a la solidaridad resulta esta exquisita puesta en escena, remozada por la intensidad dramática de la música escogida por la dirección y por el acertado trabajo de iluminación del veterano Manuel Pappaterra, quien remarca hábilmente las atmósferas que van conduciendo a la fatalidad de la historia, en medio de contraluces y penumbras que invitan a la reflexión y la intimidad. Los histriones por su parte, demuestran un trabajo hilado finamente, con la complejidad corporal que el caso requiere cuando se representan personajes de este tipo. Verdad, organicidad y sencillez, ofrecen al espectador una lección del oficio del actor en plena conjunción con su talento. No hay nada de más, no falta nada y no es fácil tarea, en el caso de Alfonzo, quien asume la dirección e interpretación de uno de los personajes, es aquí donde demuestra la sapiencia del oficio respaldado por su patner William Cuao, uno de los actores más importantes del Teatro Venezolano actual. En síntesis, esta nueva temporada de San Marcos de Venecia (estrenada ya en 2005 en el marco del Festival Internacional de Teatro de Oriente) permite disfrutar de un acertado producto artístico sin detenerse en despliegues de producción, que no resta para nada en calidad de espectáculo, pero con auténtico profesionalismo y demostración de excelencia a la hora de llevar un resultado artístico de alta factura fácilmente exportable como representación del teatro profesional de arte que se realiza en nuestro país. San Marcos de Venecia, es un espaldarazo a nuestro arte teatral y que da muestras de la intensa actividad de los teatreros profesionales que se juntan para crear determinantes puestas en escena. Para la marquesina teatral caraqueña, creemos, ésta ha sido una extraordinaria forma de cerrar el año 2008 con broche de oro.


L. A. R.

Caracas, 30 de Diciembre de 2008

domingo, 14 de diciembre de 2008

La Nona devoró el Trasnocho por tres meses



Septiembre fue el inicio y noviembre el cierre de la primera temporada del más reciente montaje del grupo teatral REPICO, quienes apostaron por un autor argentino, Roberto Cossa, para hablar de un sistema que se come a pedazos a un país, sublimado magistralmente por el dramaturgo en su célebre pieza: La Nona ; esta vez bajo la lectura escénica de Consuelo Trum, respaldada por un veterano elenco de histriones encabezado por los primeros actores: Héctor Campobello y Orlando Rodríguez, acompañados del talentoso William Goite, Claudia Nieto, Adolfo Nittoli, Valeria Castillo y con la participación especial de Francis Romero.

Estar frente a esta versión de La Nona , supone una experiencia de múltiples sorpresas, todas gratas. En principio hay un deleite en el dispositivo escénico que ambienta algunos espacios de la casa de una familia de ascendencia italiana, magistralmente creado por el artista Oscar Salomón, quien con fino ojo construye una estética muy cuidada en detalles con el mobiliario y la utilería que recrean la historia. Luego, la disposición espacial creada por la directora (bi-frontalidad) obliga al público a “abusar” de su condición intrínseca de “voyeur”, estamos dentro de este comedor “husmeando” la patética vida de un hogar que es devorado poco a poco por la terrible voracidad de su miembro más anciano, que se sienta en su trono controlando todo movimiento que le indique alguna posibilidad de ponerse en marcha para arrancar a comer.

Por otro lado está la conjunción de un elenco muy bien amalgamado y con comprobado desempeño exitoso en las tablas venezolanas, sus interpretaciones desconectan por un momento al espectador de la vorágine realidad de la ciudad capital, y lo sumerge por una hora y veinte minutos, en una sarcástica comedia negra que logró, en su momento de estreno (1977), retratar a la sociedad argentina víctima de la dictadura y de un sistema que literalmente se los “tragó”. Sin embargo debemos acotar, que el mensaje político en esta lectura se deja de lado, está intrínseco en el texto, soterrado, omnipresente, aunque la directora Trum, no se sostiene de él, prefiere optar por la tragicomedia de humor negro y recalcitrante que obliga al espectador a obviarlo; sentimos se pudo sacar más punta a la ocasión, más cuando nuestra realidad política, económica y social nos lacera tanto. La dirección prefirió exprimir la hilaridad retorcida de la pieza, hasta llevarla a la tragedia en que termina con la eliminación de cada miembro de esta familia condenada por el dominio de una “tierna viejecilla”, una lectura válida totalmente y que da un coherente resultado.

La pieza se sostiene, además de lo comentado, por la solvente interpretación de William Goite como el sostén de la familia en el personaje de Carmelo, en constante lucha con su antagonista: su hermano parásito, Chicho, interpretado con aguda convicción por el joven Adolfo Nittoli, quien se revela como un interesante talento en su desarrollo artístico hasta el momento. Sorprende gratamente la solidez del elenco femenino, encabezado por Claudia Nieto en el personaje de María, quien da muestra de su evolución en búsqueda de transformarse en una madura actriz de histrionismo comprobado, acompañada de la fresca Valeria Castillo que, aunque el texto no le permite dar rienda suelta a sus cualidades de intérprete, logra solucionarlo con un encantador personaje de Marta, mostrando lo superficial y destructivo de la vida fácil. Finalmente cierra el cuadro femenino la versátil Francis Romero, que construye una imponente caracterización como la Tía Ángela, confirmando una vez más la inequívoca escogencia de la actuación como profesión de esta intérprete.

Coronan el cuadro actoral, los veteranos Orlando Rodríguez, en el papel de Don Francisco, aparente “tabla de salvación” de la familia, que termina convirtiéndose en otra carga más, junto al primer actor Héctor Campobello, reconocido hombre de las artes escénicas venezolanas, que con su Nona, logra producir una dualidad descabellada entre ternura y rechazo por todas las acciones que en ese papel se encarnan.

Este montaje de REPICO, no hace pensar más que nuestro teatro puede ofrecer un producto de alta calidad con textos inteligentes, resoluciones escénicas creativas y profesionales, cuando se conjugan estos factores, más los estéticos y artísticos en pro de un objetivo, no se puede obtener otro resultado que un producto sólido que fascina al espectador que acude a verlo.


L. A. R.

lunes, 27 de octubre de 2008

La utopía de la Monogamia



Desde el 20 de junio de 2008, se está presentando con un rotundo éxito la comedia contemporánea Monogamia, original del dramaturgo chileno Marco Antonio de la Parra (*), gracias a los denodados esfuerzos de producción de la reconocida Jorgita Rodríguez y su agrupación Talento Femenino, protagonizada por un elenco de lujo en el que los primeros actores, Javier Vidal y Antonio Delli, dan muestra de la destreza en su oficio.
La puesta en escena de esta reflexión en tono de comedia, la realiza el mismo Vidal, quien la despoja de toda espectacularidad, para convertir al espectador en un voyeur de un exclusivo club, donde dos hermanos se encuentran para descifrar los intríngulis de quizá “una de las últimas utopías del ser humano” -como su autor lo señala-: la monogamia.
Felipe (Antonio Delli) cita a su hermano mayor Juan (Javier Vidal), para plantearle un problema personal, envuelto en una retórica acerca de las típicas andanzas de juventud entre hermanos, aparentes rencores y competencias, afloran para develar a posteriori que todo tiene su justificación en la desesperación de Felipe por querer ser monógamo por siempre y su imposibilidad de lograrlo.
El juego de los opuestos, del enfrentamiento, fluye de manera muy inteligente de la pluma de De la Parra , conduciendo al espectador, como buen dramaturgo-psiquiatra, en las profundidades de la mente humana y su eterna búsqueda a la justificación de su comportamiento. Razón versus pasión, monogamia versus infidelidad, qué tanto están cerca estos conceptos, qué tanto son opuestos, qué tanto podemos ser fieles. Todas estas interrogantes se debaten entre risas y dramas, permitiendo disfrutar de un espectáculo de altura que no sólo hace sentir identificado a todo espectador, sino que penetra profundo en la reflexión individual e intenta desentrañar uno de los valores más ansiados por el hombre o la mujer…la monogamia, valor que encierra en sí una cantidad innumerable de implicaciones, que, a fin de cuentas tienen que ver con la honestidad, el compromiso, la verdad, la mentira, la pasión desbordada o la necesidad de salir de una rutina aplastante para dejarse llevar por las aventuras que presenta la vida.
Vidal y Delli, como veteranos que son, juegan, disfrutan, construyen, destruyen, flaquean, urden, son incisivos y recalcitrantes, irónicos y conmovedores, desarrollando el vínculo fraterno de manera eficaz, creíble que nos permite conectarnos inmediatamente con el tema. Difícil es tratar este tema sin que pudiese sonar a superficialidad o extrema cotidianidad, sin embargo, el dramaturgo permite al director, despojarla de toda teatralidad para acercarnos más, para que el público sienta más de cerca un conflicto del que pocos están exentos. Disfrutamos de ver un Vidal maduro en su oficio, permitiéndose un personaje desenfadado, casi un niño que goza de atormentar a su patner para sacarle la verdad, un irreverente artista es Juan, aparentemente el más experimentado frente a su hermano, pero que revela las costuras y por momentos le tiembla el pulso al asumir también sus errores. Por su parte, Antonio Delli, construye un carácter muy sólido que logra transmitir la desesperación de un hombre envuelto en el ojo del huracán y la lucha entre lo que siente y el “deber ser” de su conducta.
Todo lo anterior, se corona de manera feliz con la cuidada producción de Jorgita Rodríguez, quien posibilita junto a su equipo el broche de oro de un trabajo hilado fino. Un contundente texto con soberbias interpretaciones y una aguda dirección, hacen de esta versión venezolana de Monogamia, un plato que da placer degustar y que confirma una vez más que se puede hacer un trabajo teatral de muy alto nivel, conjugando eficazmente todos los elementos que implica una puesta en escena y además de ello hacer que el público lo apoye, como ha sucedido sin lugar a dudas con esta lectura del texto de Marco Antonio de la Parra , hoy por hoy uno de los maestros de la dramaturgia latinoamericana.

L. A. R.
Caracas, 27 de octubre de 2008.

jueves, 28 de agosto de 2008

La Dama del Teatro Colombiano se despidió para siempre




Argentina la vio nacer, Colombia la vio convertirse en una de las mujeres más importantes del Teatro Latinoamericano. Emigró a los veinticinco años persiguiendo al amor de su vida de aquel entonces y encontró el cobijo y la magia del teatro de la mano del maestro Enrique Buenaventura y su mítico TEC, en la ciudad de Cali. Actriz, dramaturga, directora y gerente, Fanny Mikey, poco a poco se ha convertido en la referencia necesaria cuando hablar de Teatro Colombiano se trata y es que en su cabeza inquieta de cabellos encendidos, constantemente se prendían las ideas, fue así como amasó y concretó uno de sus más grandes y trascendentes legados: el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, sueño cumplido por once años y que hoy por hoy es una de las Bienales culturales más resaltantes en nuestro continente y en el mundo entero.
La madrugada del pasado Sábado 16 de agosto, la “Reina del teatro”, como solían llamarle, decidió partir a otros derroteros y juntarse, seguramente, con sus amigos y familiares escogidos de las tablas que ya estaban en la inmortalidad, para desde allá poder seguir concretando sueños. Hoy desde En Primera Fila queremos rendir un justo homenaje a esta gran mujer, entregándoles a nuestros lectores una entrevista que nos concedió la última vez que los caraqueños pudimos aplaudirla sobre las tablas de la Sala “José Felix Ribas” del Complejo Cultural “Teresa Carreño” con su monólogo A Fanny lo que es de Fanny, en el marco del I Festival Internacional de Monólogos que se organizara en nuestro país en el año 2005. He aquí sus palabras, su vitalidad y sus pensamientos que compartimos en un desayuno en las instalaciones de un conocido hotel capitalino donde se alojaba, nos sentimos afortunados de poderles brindar el pensar de una mujer inmortal para el Teatro en Latinoamérica.

Un nombre de historieta
“Mucha gente me pregunta que por qué he escogido un nombre de historieta y yo les digo que no, que cómo se les ocurre que una actriz seria como yo vaya a escoger un nombre de historieta para mí. Cuando mi papá llegó de Europa, el tipo de la inmigración entendió mal y en vez de poner Mikea que era el apellido original, pues se equivocó y puso Mikey y por eso yo digo que yo soy anterior al Ratón Mickey, y no me lo han reconocido” El sentido del humor de Fanny Mikey es arrollador, es impactante poder estar conversando con una mujer que irradia vitalidad y constantemente ríe, aunque al hablar de sus comienzos y todos los obstáculos que tuvo que saltar para poder dedicarse al arte teatral se le llene la mirada de nostalgia y cuente: “Nací en Argentina. Cuando tenía casi dieciséis años, acompañé a una amiga a un ensayo de teatro donde su novio era el director, yo estaba sentada y él me dijo: ‘suba a escena y me hace esta improvisación’ yo intenté decirle que no, pero él insistió y me explicó: ‘usted tiene que entrar a pedir trabajo a un señor, su mamá está enferma y sus hermanos se están muriendo de hambre’ Yo me olvidé de todo, agarré, me tiré al piso, lloré e hice mi improvisación y al terminar me dice: ‘usted se queda a trabajar con nosotros’, así empecé. Yo nunca pensé en ser actriz, estaba en primer año de Abogacía y jamás me pasaba por la cabeza hacer teatro. Empecé con él y con una gran profesora que teníamos en la Argentina que se llamaba Eddy Kirilan [sic]. Trabajé mucho con ellos durante varios años y también tuve que irme de mi casa, obviamente, porque mi papá no quería que fuera actriz, pero después me enamoré perdidamente y el tipo me exigía que dejara el teatro: ‘el teatro o el amor’, y yo decidí dejar el teatro por el amor, muy estúpidamente, porque eso no es cierto: cuando uno tiene la vocación no puede dejarla por otra cosa. Pues me casé con y me puse a trabajar y hasta llegué a ser gerente de una empresa, pero tampoco me dejaba hacer teatro ‘piénsalo un año’ me dijo y pues al año me di cuenta que no, que yo amaba el teatro y me tuve que separar de él, desde entonces mi vida es el teatro”.

Del Sur al Norte
Apasionada, enamorada, intensa, Fanny descubre en el teatro su forma de vida y su entrega fue total, comienza a hacer teatro independiente y se enfila en el elenco del OLAT (Organización Latinoamericana de Teatro) y es ahí cuando aparece la posibilidad de viajar hasta Colombia: “En ese momento estaba Jorge Label de director mío, ese gran director que después se fue a Francia y al él irse, yo decidí. Le escribí a un antiguo novio que se encontraba en Colombia y me ‘engatuzó’ tanto que me dije: bueno me voy a Colombia por unos meses. Me quedé para siempre. Aunque luego me separé del amor, me quedé en Colombia porque sentí que Colombia era mi país, mi vida. Me atrajo su gente, el trópico. En Cali junto a Enrique Buenaventura, mis primeros años en ese país los pasé en el TEC (Teatro de Cali) con el que era mi compañero, Pedro Martínez y Enrique Buenaventura. Luego regresé una temporada a la Argentina y me mudé definitivamente a Bogotá. Desde el año sesenta estoy en Bogotá, mi hijo es colombiano, mis amigos son colombianos, los amores que he tenido son colombianos, yo represento a Colombia internacionalmente, y la verdad soy muy feliz de vivir en Colombia.”

La Gata Caliente
Cuando llega a Bogotá, trabaja durante ocho años en el TPB (Teatro popular de Bogotá) con Jorge Alí Triana, allí hizo papeles de Ionesco, Miller y se dio cuenta que no sólo actuaba sino que se dedicaba a todo, así fue a Buenos Aires de nuevo, se encontró entonces con los Cafés Concerts de Nacha Guevara: “decidí que iba a hacer lo mismo en Bogotá. Fue maravilloso, el impacto, fui como la niña mimada de Colombia, no necesitaba grandes despliegues escenográficos, en cualquier parte lo hacíamos, se llamaba La gata caliente, cree un público, una corriente, pero ese no era mi fuerte, hasta que en Bogotá, encontré un lugar, una bodega y empecé a buscar dinero por todas partes. Así fundé el primer teatro mío, el Teatro Nacional de la Carrera 71 (Teatro de la Castellana ) y posteriormente, mi niña mimada que es la Casa del Teatro Nacional, también en Bogotá, donde tenemos talleres, enseñamos a gente de distintas edades, presentamos obras.
Con una descripción tan maravillosa de logros y experiencias fascinantes, Fanny va encantando con su discurso y le brillan sus ojos cuando hablar de su trabajo se trata, sus puestas en escena, sus personajes, sus amigos, sus amantes, por eso nos saltó la interrogante ¿Es que Fanny Mikey lo ha probado todo en el teatro? A lo que salta inmediatamente para replicar: “¿Cómo se te ocurre? Lo hermoso de la vida es que no lo probamos todo, que siempre hay más para probar, y aparte que soy una mujer de muchos años, pero que digo que no tengo años porque aun tengo muchos proyectos por hacer y que ese es el sabor de mi vida. No me siento una actriz consagrada.

Fanny la mujer
“Entre la actriz y la mujer creo que hay una gran camaradería” -dice- “la actriz ayuda a Fanny Mikey y Fanny Mikey ayuda a la actriz, porque creo que cada ser humano que está en el mundo de la actuación, aunque diga lo contrario, algo de su vida entrega a su papel, por eso nunca veremos dos Hamlet iguales o dos Medea iguales, es parte del espíritu de uno. Yo sí sé que soy una mujer linda y rica emocionalmente porque muchos papeles me han ayudado a vivir. La verdad que mi vida ha sido muy dura, cuando cualquier niña me dice ‘quiero ser como tú’ yo le respondo: ‘no creo que estés en capacidad de pasar por tanto como yo’, pero todo valió la pena, quizá hubiese querido tener más tiempo para el placer, por estar entregada demasiado a la batalla del teatro, pero no me arrepiento en absoluto.”

El actor y la técnica
“He notado una cosa en mi vida de actriz, cuando hago una primera lectura, en esa lectura hay momentos que me emociono, que me muero hasta las lágrimas y cuando eso ocurre, me doy cuenta que esa parte la tengo que fijar así, pero obviamente después viene el trabajo de análisis y trabajo corporal y sensorial y el retrato que te da el director. Yo soy una actriz sensorial. Porque hay muchos actores, que son grandes actores que pueden elaborar rápidamente un personaje, yo no, yo entrego mis vísceras al personaje, por eso me canso tanto al terminar cada noche. Siento muchas veces que el personaje me domina. He estudiado mucho, tengo muchos años, pero la pasión es una cosa nueva en cada personaje, la técnica es todo lo que uno ha aprendido y que la utilizas directamente con ellos. Uno va adquiriendo la técnica y ella se va incorporando y después se hace de forma natural, forma parte de la vida del actor. A los más jóvenes hay que decirles que no existe la inmediatez, hay que saber que están iniciando una vocación muy dura, que tienen que tener una conciencia bien férrea a lo cual se enfrentan y que no esperen resultados inmediatos.

Su gran obra El Iberoamericano de Teatro de Bogotá
El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, surge a partir que Fanny participa en el Festival Cervantino (México) y entiende lo importante que era un encuentro de este tipo para el teatro en Colombia, junto a Ramiro Osorio, que era el director del Festival Cervantino, armaron el primer encuentro. A partir de ahí no se ha detenido en la entrega bi-anual, una cita que arribó el pasado mes de marzo de 2008 a su XI entrega y que paraliza al país en cada Edición: “Es un pedazo de evento teatral de grandes magnitudes y de alta repercusión. Hay gente que le gusta y otra que le disgusta, porque no creas que todo el mundo al comienzo es feliz cuando ve el triunfo del otro, al principio había mucha polémica, posiciones encontradas, sin embargo, ha situado una expresión artística en un país que no la tenía y ha sentado el precedente de considerar a las artes escénicas como una expresión de paz, de vida, de confrontación, encuentro y fortalecimiento de la identidad”.
Esa era Fanny Mikey, la mujer, la actriz, la directora, la gerente, la luchadora, la artista. Los que pudimos estar minutos cerca de ella y disfrutarla sobre la escena tuvimos la certeza que estábamos ante una presencia que hechizaba con su desfachatez e ímpetu por entregar todo en el escenario y fuera de él.
La mujer de cabello encendido no está más, queda su legado, sus enseñanzas, sus personajes en el recuerdo, su particular voz ronca negada a dejar su acento natal y mezclándolo con el acento de la patria adquirida por amor y a la que le entregó toda la pasión de su vida. Sí hay una cosa que reconocer entre tantas que construyó, es lograr aglutinar a su alrededor la mística y el motor incansable de una personalidad avasallante, para conseguir lo que se propusiera en el terreno que fuese. Donde quiera que esté paz a sus restos y eternos aplausos, que es como se despide a los grandes de la escena.

L. A. R.
Caracas, 28 de agosto de 2008

lunes, 18 de agosto de 2008

La dupla Palamides - Palencia, sigue haciendo de las suyas


Entre los meses de junio y julio se estuvo presentado en la Sala Teatro San Martín de Caracas, la versión venezolana, escrita por Elio Palencia, de la pieza original del uruguayo Florencio Sánchez, Barranca abajo, una coproducción de la Compañía Nacional de Teatro y El Grupo Teatro de Repertorio Latino Americano (TEATRELA) a la par que en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, se mostraba Penitentes, original del exitoso dramaturgo venezolano y que durante este mes de agosto vuelve en segunda temporada luego de perturbar al público caraqueño con su peculiar temática.
Una vuelta al teatro realista

Barranca abajo, representa para Latinoamérica, uno de esos textos clásicos de nuestra dramaturgia, que se toman como referencia obligada cuando hay que hablar de teatro en este lado del mundo. Su autor, Florencio Sánchez, la concibió en 1905, hoy después de ciento tres años de escrita, aún impacta por su gran contenido social. Y no puede ser de otra forma, cuando estamos frente a un clásico, por eso los llamamos de esa manera, siempre están vigentes.

Escuchar el texto (remozado y adaptado por la inteligente pluma de Elio Palencia) Es estar frente a los conflictos eternos que nuestros países han sufrido desde su emancipación. La justicia territorial, la justicia e igualdad social, la opresión, la supervivencia del más apto y la supremacía de ricos sobre pobres. Hoy en día las cosas no han cambiado, seguimos transitando el mismo camino y la situación por la que pasa el protagonista de Barranca abajo, seguro la está viviendo cualquiera de nuestros campesinos en algún poblado remoto de nuestras regiones.

Don Zoilo, debe evitar que su familia se desmorone por la pérdida de sus tierras a mano de terratenientes inescrupulosos, además de luchar por la pugna interna familiar y los enfrentamientos que lo primero ocasiona. Todo parece estar confabulado para que Zoilo fracase y así sucede, inevitablemente, la desesperación y la depresión le ganan el juego y le vencen para terminar con su vida, solo, abandonado y triste.

El director, Costa Palamides, consigue en esta puesta dibujar sin espectacularidad pero con destreza, el cuadro realista (al estilo Rengifo) de una manera extraordinaria, su veteranía y madurez como puestista le hace utilizar sus recursos intuitivos de director y su técnica conocida para recrearnos el oído y la vista con imágenes contundentes, sabe conducir a sus actores y logra inteligentemente no traspasar la línea delgada del drama al melodrama, que es lo riesgoso de este tipo de textos.

Gracias al casting que lo acompaña, Palamides, logra hilar fino, entregando una lectura de Barranca abajo, auténtica, sincera, donde el espectador disfruta de convincentes y sólidas caracterizaciones de la mano de: las primeras actrices, Virginia Urdaneta y Nirma Prieto; el encanto y talento de Norma Monasterios, quien en este papel se crece como la maléfica cuñada que lleva las situaciones al borde del abismo; William Escalante y José Gregorio Martínez, duchos en su oficio y las jóvenes: Emily Mena y Mariela Reyes, como las hijas de Zoilo. Definitivamente un elenco que supo amalgamarse de manera perfecta para junto a su director llevar el mensaje deseado.

Un punto a su favor se apunta la Compañía Nacional de Teatro (transformada en coproductora de espectáculos a nivel nacional, en alianzas con distintos grupos) con Barranca abajo, gracias a la solidez del trabajo que por más de 20 años viene realizando TEATRELA. Era necesario y justo que después de tanto probar dieran en el blanco con una alianza estratégica muy eficaz, y no podría esperarse otro resultado cuando se cobija bajo la buena sombra que puede brindar un colectivo teatral tan profesional y serio como TEATRELA, que junto a una esmerada producción de Cocó Seijas y Juan Carlos Azuaje, colocan la guinda al helado, para demostrar que sí se puede producir con calidad y profesionalismo sobre nuestras tablas.


Elio Palencia sigue dando de qué hablar
Ya había abierto el compás de discusión y llenado centímetros de columnas en los periódicos, aunado a las discusiones en cafés y particulares, con su polémica La Quinta Dayana, que arrasó con los Premios Municipales de Teatro de Caracas de 2007, al proponer la revisión del tema transgénico en las tablas venezolanas por primera vez. Dos temporadas le sirvieron para levantar la polémica y tener admiradores y detractores, sin embargo, Palencia no se quedó ahí y arremetió desde el CELARG, esta vez en la Sala Experimental con su obra Penitentes.

Protagonizada por Ludwing Pineda, Delbis Cardona y José Gregorio Martínez, Penitentes nos cuenta los antecedentes y consecuencias que rodearon la muerte de un importante personaje de la iglesia católica venezolana, ocurrido en un hotel de la ciudad a manos, aparentemente, de su amante homosexual y cómo el hecho hizo mella en la opinión pública y en las altas esferas de la iglesia y el gobierno, convirtiéndose en un acontecimiento que había que callar y resolver de inmediato por las implicaciones del caso.
Lo interesante de este drama contemporáneo que nos entrega Palencia, es su estructura de relato, los saltos en el tiempo y flash back de la acción dramática, nos hacen enterarnos de cómo, supuestamente, pudieron ocurrir los hechos que llevaron a la muerte del religioso. Su ruptura de linealidad consigue cómoda horma de nuevo de la mano del puestista y director Costa Palamides, quien traduce en los actores y en el espacio espectacular de su lectura estas rupturas, haciendo que el dinamismo y el ritmo conviertan al espectador en atento voyeur de las últimas horas de la víctima en cuestión.

No sólo por la temática que pone en el tapete Palencia, es que esta pieza se hace foco de las miradas de todos, sino que el tratamiento que le da Palamides corona lo pedido por el dramaturgo: saciar la sed de morbo del espectador curioso, más aún acompañado por este sólido trío de actores, que sin mucho esfuerzo logran enganchar al público con su presencia escénica y lo contundente de sus parlamentos y acciones: Ludwing Pineda, demuestra una vez más su sapiencia del oficio y nos entrega un religioso desviado, obsesionado y condenado por él mismo y por sus actos. Delbis Cardona como el compañero sentimental, se crece como actor en este dramático papel y desborda en desesperación y ansiedad de no saberse amado por el objeto deseado. Por su parte José Gregorio Martínez, echa mano de su encanto en escena y su gran talento, demostrando un aparente culpable, un gigoló de los bajos fondos, que se enreda la vida por haber estado la última noche con el occiso por casualidad y ambición.

Inteligente resolución espacial, de parte de Valentina Hertz y de vestuario, en manos de Omar Borges, junto a la producción como siempre de altura que ofrece TEATRELA como colectivo escénico con Cocó Seijas y Juan Carlos Azuaje a la cabeza.

Una dupla que ha descubierto, con dos montajes, que una comunión eficaz entre dramaturgo y director, aunado al profesionalismo, el talento y la veteranía, de sus actores y productores, demuestran una vez más que si es posible coronar con muy buen teatro nuestra cartelera teatral, ojalá continúen trabajando en conjunto.

L. A. R.
Caracas, 18 de agosto de 2008

domingo, 10 de agosto de 2008

El TET y Contrajuego proponen sendas visiones del país



Parecía que el momento no iba a llegar, tuvimos que esperar casi una década de ebullición política, social y económica, para que los creadores del Teatro Venezolano volcaran su mirada hacia lo que nos está pasando como sociedad. Hasta el momento, algunas agrupaciones aisladas habían hecho el intento, pero sin ninguna trascendencia, hoy gracias a los montajes: Marat Sade y Parece que va a temblar, podemos decir que nuestra escena nacional dispara las alarmas y escenifica el reflejo de una nación cada vez más viciada y carente de valores.

El TET de cumpleaños
Hace ya treinta y cinco años que un grupo de experimentadores teatrales asumió el reto de reunirse en los sótanos del Aula Magna y sellar lo que dio lugar al Taller Experimental de Teatro (TET), liderado en aquel entonces por Eduardo Gil. Más de tres décadas han pasado de constantes búsquedas, de definición de un lenguaje propio, de introducción de nuevas técnicas escénicas, de vanguardia y renovación de la escena venezolana, eran los años setenta y con ellos asistíamos al génesis de una de las agrupaciones que hoy en día es punto de referencia y ejemplo de profesionalismo y estudio de las artes escénicas en Venezuela.

La celebración de los treinta y cinco del TET, no podía ser de otra manera, sino con bombos y platillos, botando la casa por la ventana, pero no literalmente, sino simbólicamente, lo que llamaremos botar la casa por la ventana, en este caso, se reduce a invertir creatividad, ingenio, compromiso profesional y político para colocar en escena una pieza como Marat Sade, original de Peter Weiss, uno de los dramaturgos europeos más reconocidos del Siglo XX, brillantemente dirigido por Juan Cordido.

“Marat-Sade relata su anécdota en el sanatorio de Charenton, donde se presenta una obra teatral que un ilustre paciente, el Marqués de Sade, ha escrito y dirigido. Esta pieza es interpretada por otros internos de la institución. El tema: el asesinato del líder jacobino Jean-Paul Marat, por parte de la joven girondina, Charlotte Corday en 1793. El tema opone dos conceptos enemigos de la revolución, el de Sade sobre la revolución de la libertad y el individuo y el de Marat sobre la igualdad social y el fin de la pobreza”. [1]

Con sendas posturas ideológicas en torno a la revolución política que eternamente ha intentado el hombre a lo largo de la historia universal, es que, sagazmente, el director, hace confluir en este montaje una impecable interpretación de sus histriones, junto a una arrojada puesta en escena plena de teatro minimalista y multimedia, cargada de simbología muy impactante, que hace reflexionar acerca de nuestro proceso político actual.

El TET denuncia, grita fuerte, rompe esquemas, es contundente, mordaz, incisivo, penetrante y da justo en el clavo con lo que un artista de la sociedad venezolana actual vive en medio del ojo del huracán de una mal llamada “Revolución”; que después de casi una década, todos nos preguntamos: ¿Dónde está?

Con ese particular estilo transgresor, que ya el texto por sí mismo arguye, se dibuja una extraordinaria crítica, tomando una anécdota pasada para contar un hecho histórico actual, a la mejor manera del teatro “cabrujiano”, el colectivo experimental, toma el texto de Weiss y lo presenta para hablarnos de nosotros mismos. Un despliegue multimedia, recursos técnicos creativos, luz, videos, música, cuerpos, voces, textos, impregnan el espacio, sin permitir descanso alguno durante hora y media, para contar los momentos finales de la vida de Jean Paul Marat, un fascinante juego donde la metateatralidad es la protagonista y la yuxtaposición de espacios temporales juegan a narrar la locura de una revolución perdida.

Las interpretaciones resaltan y cautivan al espectador, por su sencillez y contundencia, por el despojo del elemento escenográfico y la decoración, por la carencia del vestuario elaborado. He ahí donde reside la magia, el actor como es, dejando que el personaje denuncie y grite a los cuatro vientos la poca consciencia de una sociedad arrastrada al vicio político, que se revuelca en sus propios excrementos sin darse cuenta de lo que hace. Exactamente como los desquiciados del Sanatorio de Charenton. Determinantes son las caracterizaciones de Carlos Sanchez Torrealba en su papel de Sade y de Jesús Sosa, como el atormentado Marat, en ellos se sostiene todo el conjunto de actores, junto a una exquisita Charlotte Corday, en la voz de todo el elenco (acierto innegable de la dirección) y el cuerpo y emociones de Auraelena Pizanni. También resaltan los trabajos de los veteranos: Guilermo Díaz Yuma, Alma Blanco y Ludwing Pineda, junto a los jóvenes Ángel Ordaz y Dixon Da Costa.
En resumen, asistimos a la concreción de un inteligente montaje, sin pretensiones espectaculares, que lejos de convertirse en un panfleto político, impacta por su auténtica y fina crítica social. Con esta puesta en escena el TET acierta de nuevo y da cuenta de sus treinta y cinco años de madurez profesional sobre las tablas venezolanas.

Un terremoto se avecina
En 2003, el director, actor y dramaturgo Ricardo Nortier, de origen brasilero, pero radicado hace ya muchos años en Venezuela, realizó una disección de nuestra sociedad a propósito de los eventos políticos acaecidos en el país durante 2002. Nortier se distanció de los hechos y sus consecuencias, produjo así, una trilogía de textos intitulada: Revoluciones Por Minuto, contentiva de las piezas: Parece que va a temblar, Esperancita y Semáforo. La primera cumple temporada en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas, gracias a las interpretaciones de: Eulalia Siso, Antonieta Colón, Gabriel Agüero, Arianna Savio y Alberto Alifa, bajo la dirección de Orlando Arocha, líder del grupo Contrajuego y que con este montaje se convierte en uno de los directores venezolanos más comprometidos con su realidad circundante.
Arocha, literalmente encajona la puesta en escena, la asfixia, la limita a un espacio incrustado, es una caja, que representa la sala de la típica casa de La Abuela (Antonieta Colón), de una familia clase media venida a menos. Ahí está uno de los aciertos de la dirección, la creación de este espacio, produce inmediatamente la asfixia, la aglomeración, el hacinamiento, la falta de aire: así se encuentra la familia venezolana. Destinada a sobrevivir a una realidad, que, en muchos casos no hemos escogido y que parte de los caprichos de una dirigencia política extraviada. En consecuencia, los personajes de esta disfuncional familia venezolana, fracasan eternamente, intentan el cambio, quieren pero no pueden y por eso sobreviene el hastío, la impotencia y finalmente la resignación y el vivir de batallas intrascendentes que nunca se ganarán: “Son figuras que tratan de hacer su propia revolución desde la más básica cotidianidad. Ya no hay posibilidad de transformación, reina el fastidio, el desencuentro, la intolerancia y como individuos imponen sus ideas radicales, discursos vacíos, temas banales.”[2]

Lo más terrible del asunto, es que, esa es la realidad no sólo de la familia, sino de las instituciones que nos gobiernan, donde impera el vicio, el arribismo, la corrupción, la ignorancia, la marginalidad, la dejadez y la falta de proyectos de país en función de sus necesidades. Cada quien defiende su pequeño territorio, su bolsa de comida, su bozal de arepas. Como bestias, se agrede al otro sin importar las consecuencias. Nos asesinamos, insultamos, ignoramos, maltratamos, injuriamos y nadie hace nada la impunidad es la gran protagonista.

Parece que va a temblar, bebe lo más oscuro del venezolano, retrata con fina pluma en cuatro monólogos, las miserias de un país y sus habitantes, o mejor dicho, sus sobrevivientes. Inteligentemente, Nortier introduce el dedo en la llaga para causarnos el dolor más profundo y golpear duro. Su estructura dramatúrgica invita al soliloquio, a la reflexión, al pensamiento introspectivo de cada personaje, a la individualidad, cada uno monologa, aunque esté el otro, no importa lo que diga: los más grandes improperios, maldiciones y vejaciones, se escupen en un discurso que no trasciende al otro personaje, pues la indiferencia es tal que ya ni siquiera importa qué sucede con mi semejante y si es mi familia menos aun.

No sólo la pérdida de la esperanza, sino el verdadero debacle de los más elementales principios de humanidad están en tela de juicio en esta pieza. Que irrumpe en la escena caraqueña como un llamado de alerta, si se quiere, como un grito desgarrador en medio de tanto silencio y tanto aguantar golpes, en ese mismo instante cuando creemos que las fuerzas nos abandonan, es ahí donde los cuatro personajes de esta tragicomedia contemporánea “vomitan” sus putrefactos verbos.

Los actores por su parte evidencian la correcta dirección de Arocha. Este es un montaje meramente textual, no hay casi dramaturgia escénica, no se necesita, el movimiento está en el interior de cada personaje, son volcanes en plena erupción, pero han impedido tanto que ésta ocurra, que cuando sobreviene la lava ya está convertida en humo, por eso no se escuchan entre ellos. Resaltan las interpretaciones de Colón, a quien teníamos tiempo sin disfrutar de su talento en escena, actriz de gran madurez histriónica, que debería ocupar mayores listas de elencos en las tablas venezolanas. Eulalia Siso, demuestra su veteranía en el papel de La Madre , ella es todas las madres venezolanas, no panfletaria, no estereotipo, todo lo contrario, es la encarnación de la clase media profesional extraída de raíz y despojada de toda posibilidad de retoño. Los jóvenes: Agüero y Savio, representan dignamente a las nuevas generaciones de actores venezolanos, el primero, formado en la agrupación Rajatabla, se hace su propio camino en el difícil arte de la actuación, pero siempre sale airoso por su indiscutible talento. Por su parte Arianna Savio, arranca con esta pieza su vida de actriz profesional, con muy buen pie, auténtica, con verdad en lo que le toca representar. Alifa, echa mano de sus años en el medio actoral y resuelve de manera correcta su papel de Padre-parásito, sin muchos artificios.

En consecuencia, tanto el Taller Experimental de Teatro como la agrupación Contrajuego, han dado un golpe certero en la cartelera teatral caraqueña, han despertado el silencio y estamos seguros propiciarán la discusión estética, dramatúrgica, social y política tan necesaria en estos tiempos. Más aún si su seno es el arte teatral. Como ya lo han afirmado muchos, el teatro es vocero de su sociedad, cuenta los procesos de transformación de los pueblos que lo producen, gracias estos sendos montajes, podemos decir que ha comenzado a verse la luz al final del túnel.
L. A. R
Caracas, 05 de agosto de 2008
[2] Tomado del programa de mano de la obra.

lunes, 28 de julio de 2008

Cuando la guerra no nos deja dormir en paz


El segundo semestre del año 2008, comienza con inusitadas propuestas escénicas en la marquesina teatral caraqueña, decimos inusitadas, porque observamos un cambio radical, un giro de 180°, que pronosticamos hace algunos años ocurriría en nuestro teatro venezolano. En ese pronóstico, decíamos, que llegará el momento en que se cumpla el ciclo y la fórmula comercial se agote, para que nuestro arte escénico vuelva sus ojos a otros derroteros y tome el brillo que en otrora tuvo.
Evidentemente que todo pasa por un proceso de decantación, la sociedad venezolana ha vivido y vive terribles dinámicas políticas, económicas, sociales. La vorágine de situaciones en las que nos hemos visto envueltos, no permitía, hasta ahora, vislumbrar desde dónde debíamos hablar, qué teníamos que plantear sobre la escena, cuáles eran los textos adecuados, cuáles eran las necesidades del público, por eso le dimos durante más de de diez años el pan y circo que todos conocemos. La reflexión inexistente apuntaba a: ¡Que se rían, que se diviertan y no piensen, ya es suficiente con lo que aparece en la televisión y lo que se vive a diario! En consecuencia se produjo un teatro de la evasión o evasivo, como se quiera llamar.

El hechizo se ha roto, enhorabuena, desde comienzos del mes de junio y el transcurso de julio, la cartelera teatral caraqueña se ha visto plagada de montajes que retoman el compromiso del dramaturgo, el director, los actores y estetas por crear una verdadera tribuna desde donde se puede entender el mundo y el país donde vivimos. Piezas venezolanas o de dramaturgos extranjeros, han puesto la lupa sobre lo que nos ha pasado, nos pasa y nos podría pasar. El teatrero venezolano ha despertado del sueño en el que se encontraba y este nuevo amanecer acurre, no de gratis, gracias al vigoroso movimiento teatral de los nuevos grupos de jóvenes comprometidos con su arte y sobre todo con su sociedad, aunados a los ya establecidos que continúan luchando por exponer sus trabajos más allá de la superficialidad de la forma.

Cuando la guerra no nos deja dormir en paz
Una de las más atroces invenciones del ser humano, es la guerra, la lucha por territorios, filosofías, religiones, comercio, riquezas, en fin, la pugna armada se ha convertido, desde que el hombre está en la faz de la tierra, en una de las formas más inútiles de conseguir cualquier reivindicación. Pero lo terrible de la guerra no es ella en sí misma, no, sino los inocentes que dan la cara o sufren los embates de los conflictos y deben resignarse a perder seres queridos, casas, pertenencias, ser desplazados o simplemente morir, por una causa que muchas veces les es ajena.
La joven agrupación, Tumba Rancho Teatro, liderada por Karin Valecillos, Jesús Carreño y Giovanny García, han reflexionado el asunto desde su inteligente visión de artistas teatrales y han producido un conmovedor y contundente espectáculo intitulado: Cuentos de guerra para dormir en paz, pluma original de Valecillos y dirección de Carreño, que se presenta en la galería Espacios Cálidos del Ateneo de Caracas hasta el mes de agosto.

Karin Valecillos, dramaturga y guionista de televisión, ha sabido abrirse camino en el difícil mundo de las letras venezolanas, su persistencia y ganas de ser escuchada, le han permitido comenzar a sonar y ganarse la atención del público con textos sencillos, pero de trascendencia en la memoria colectiva del caraqueño y más dirigidos a un espectador que estaba abandonado, el joven; ese espectador que no supera la veintena y que se identifica inmediatamente con sus escritos, porque les habla su mismo idioma. Desde Isabel sueña con orquídeas, su primera pieza infantil, producida por el Grupo Actoral 80, pasando por Los tres mosqueteros, El día que Peter Pan conoció a Wendy Pérez, hasta Lo que Kurt Cobain se llevó, entre otras, Valecillos se ha proporcionado un justo reconocimiento y con su más reciente trabajo, invita a no perderle atención como una de las nuevas dramaturgas venezolanas que pronto hay que estudiar.

Esta vez, la dramaturga, nos cuenta una historia fragmentada en cuatro partes: Grita Kassandra; Un chiste de las Malvinas; Mandrake Copperfield, hijo de Houdinni y El Medio Oriente es de Carúpano para allá. Cuatro piezas breves que nos hablan de seres humanos inmersos en la injusticia de la guerra. La primera, es la historia de Tihana y Danica, dos hermanas separadas por la Guerra que ocasiona la desaparición de Yugoslavia (1991) pero unidas por el culebrón venezolano Kassandra, que fue transmitido en ese país y permitió un cese al fuego cuando fue televisado su último capítulo. La segunda, coloca el dedo en la llaga del conflicto de las islas Malvinas en los años ‘80 y la repercusión de éste en sus ex combatientes. A manera de chiste, Valecillos apunta directo a la crítica de las consecuencias de un inútil enfrentamiento. La tercera, con extraordinaria sencillez y ternura, nos presenta una pareja de desplazados colombianos, aunque no combatientes, son víctimas de una pugna política que por más de cuarenta años ha cobrado la vida de millones de seres humanos en la vecina Colombia. Finalmente la risa de nuevo, ese humor venezolano tan característico, adereza la terrible invasión al Medio Oriente por parte de Estados Unidos para desatar la Guerra del Golfo Pérsico que todos “disfrutamos” en primera fila a través de la televisión. Una pareja oriunda de Carúpano (población del Oriente venezolano) escucha la noticia por radio y su ignorancia e inocencia los hace creer que el Medio Oriente es el territorio donde ellos viven.
Por su parte Jesús Carreño, con su puesta en escena sin espectacularidad, se apoya en la dramaturgia y el poder que ella emana, para armar un espectáculo sencillo, deja de lado la forma para concentrarse en el contenido. Acertadamente conduce a sus actores al buen decir, a la verdad escénica y a mostrar las distintas situaciones sin pretensiones y creemos es allí donde se centra el acierto. Esta es una pieza para escuchar. Muy difícil de representar, en tanto se puede coquetear con el melodrama, lo cursi, o el panfleto político, cosa que no ocurre, gracias a las letras de Valecillos y a la correcta guía de Carreño. No podemos dejar de nombrar en la propuesta de dirección, la inclusión de la atmósfera musical en vivo, a cargo de los músicos Abiram Brizuela, como compositor y ejecutante, acompañado de Ana Elba Dominguez, Adriana Hernández, Andrea Ziri-Castro y Beiteth Briceño. Ciertamente en trascendente comunión con las anécdotas contadas.

Nathalia Paolini, Patrizia Fusco, Giovanny García, Elvis Chaveinte, Jesús Carreño e Indira Jiménez, son los encargados de encarnar las cuatro historias, más un corto metraje, proyectado a manera de transición entre los diálogos, El brillo, original de Carreño y dirigido por Robert Calzadilla, que completa el abanico de puntos de vista del álgido tema. De sus caracterizaciones sin duda hay que resaltar la uniformidad actoral de alto nivel. Sin más recursos que sus cuerpos, voces y emociones los seis intérpretes, dan rienda suelta a su talento para entregar al público un sincero conmovedor panorama, pleno de compromiso con la profesión escénica.
En síntesis, con este montaje, los jóvenes de Tumba Rancho Teatro, estamos seguros, se colocan sus pantalones largos para entrar en las páginas de la historia del teatro venezolano como la nueva generación que despierta al gigante arte escénico profesional de nuestro país. ¡Bravo!

L. A. R.

Caracas, 28 de Julio de 2008

martes, 15 de julio de 2008

Teatro para todos los gustos

El corazón cultural de la ciudad de Caracas, durante el mes de junio y comienzo de julio, ofreció cuatro propuestas escénicas que demuestran el indetenible esfuerzo de los artistas del teatro venezolano por exponer sus trabajos: Los dioses del Sur; Confesiones de Adán y Eva; Hembras, mito y café y El cruce sobre el Niágara, son sus títulos y se presentaron en las salas: Rajatabla, de Conciertos, Espacio Alternativo La Terraza y Horacio Peterson del Ateneo de Caracas, respectivamente.

Un entierro que lleva a la muerte

Rajatabla, continuando su ciclo Primera muestra- Concurso de dramaturgia nacional, en homenaje al maestro Gilberto Pinto, exhibió su segundo montaje de la mano del novel dramaturgo venezolano Vicente Lira, bajo la dirección de José Domínguez y con las correctas interpretaciones de: Gerardo Luongo, Rafael Marrero, Dora Farías, Demis Gutiérrez, Mayo Higuera, Pedro Pineda, Simona Chirinos y Yurahí Castro.

Lira, con su mordaz texto, hace una irónica crítica de la idiosincrasia venezolana y el sistema burocrático que nos envuelve cuando deseamos realizar lo que aparentemente pueda ser tan fácil como es el entierro de un ser querido. En este caso, el protagonista, Rodolfo (Rafael Marrero) se encuentra en el trance de dar sepultura al cadáver de su tía (famosa estrella de la televisión venezolana) y al intentarlo, descubre que hay un cadáver ocupando la fosa de la fallecida. A partir de esta premisa, Rodolfo apela por la buena fe de los distintos y particulares personajes que hacen vida en el camposanto para ayudarle en su cometido, pero más que eso, lo que logran es conducirlo al borde de la locura y finalmente a su propia muerte.

Lo interesante a resaltar en este montaje es la exigencia actoral, ya que de acuerdo a la puesta en escena diseñada por José Domínguez y el texto de Lira, se propone que cada actor encarne tres personajes distintos y es ahí donde estalla la comedia de confusiones, cuando Rodolfo se siente timado por la similitud física de cada personaje con otro.

Resaltamos el correcto diseño de dirección escénica, aunado al logro estético del espacio de la mano del escenógrafo Héctor Becerra. El desenvolvimiento actoral, sorprende en los trabajos de caracterización de Mayo Higuera encarnando los personajes: Suerte, Simón y Hermes; revelación joven de la escena actual que seguro dará mucho de qué hablar en un futuro cercano, gracias a su talento y arrojo escénico. Asimismo, Dora Farías, con desenfado, da muestras de su madurez actoral, acompañados de las convincentes caracterizaciones de Gerardo Luongo y Rafael Marrero en el atormentado Rodolfo. Mención especial merecen Pedro Pineda y Simona Chirinos como Las Moiras, especies de espíritus residentes del cementerio que le sirven a Lira como Corifeos de su historia.

Gracias a este montaje, insistimos en afirmar que Rajatabla va en el camino de renovación y de encuentro de nuevas propuestas estéticas que le permitan alejarse de las glorias pasadas de su fundador Carlos Giménez y enfrentar los nuevos retos escénicos del Teatro Venezolano de nuestro tiempo.

Los primeros amantes de la historia
De la mano de Proyecto Azul, el pasado 02 de mayo, se estrenó en la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas, una nueva versión del texto original del escritor estadounidense Mark Twain Diario de Adán y Eva, esta vez titulado: Confesiones de Adán y Eva, escrito a cuatro manos para teatro por Gladys Prince y Anabel García.

En un montaje carente de espectacularidad, su directora, autora, protagonista y productora, Gladys Prince, recurre a concentrarse en el texto de Twain sin muchos artilugios escenográficos ni estéticos. Acompañada de Daniel Jiménez (Adán) y Oscar Aldón (Dios) nos cuenta las vicisitudes de los dos primeros seres humanos sobre la tierra, según la mitología bíblica, aderezado de las típicas situaciones contemporáneas en las que se puede conseguir una pareja de “esposos”, más cuando se trata de los personajes en cuestión, quienes por primera vez descubren su entorno, hasta caer en la tentación del pecado original que todos conocemos.

La dirección no se arriesga demasiado, se dedica más bien en el decir del texto y en la comicidad que ofrece la anécdota. Sentimos que el espectáculo obtendría mejores resultados si Prince se concentrara en un solo rol de todos los que desempeña, esto no quiere decir que no esté ofreciéndonos un producto correcto, sin embargo pensamos pudo aprovechar mucho más las posibilidades que le ofrece la historia si su atención y energía se volcarán a un solo renglón. Ya la dirección de un espectáculo supone una atención suprema y lo que gana la directora, lo pierde la actriz, o se le escapa a la productora.

Por su parte los caracteres masculinos se desenvuelven más cómodos y cumplen de manera convincente con sus roles. Evidentemente, para Oscar Aldón se posibilita más fácilmente el enganche con el espectador, porque su personaje (Dios) se muestra de una forma más jocosa, irónica y actual, lo que permite que inmediatamente el público se identifique desde la comicidad con él.

De féminas mitológicas, cabaret y café

La joven agrupación TEARTES, desprendida de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, bajo la dirección de Jericó Montilla, vuelve a escena con el café -concert –cabaret, Hembras mito y café, una suerte de compendio de fragmentos de textos de: Marguerite Yourcenard, León Febres Cordero y Jugani Johanne. La hábil directora, recoge las historias de nueve mujeres que conviven en un Bar, para llevárselas al espectador de una forma sencilla, dinámica y divertida. Las vidas de los reconocidos arquetipos femeninos inmortalizados en la tragedia griega: Fedra, Clitemnestra, Medea, Ariadna, Yocasta, Electra, Helena, Antígona y Hécuba, ofrecen sus dramas enmarcados en la suave penumbra y la sordidez de la cotidianidad de la noche “cabaretera” entre canciones, gemidos, coreografías y muy poca vestimenta, nos permiten conocer las trágicas existencias de cada una.

Definitivamente el acierto de esta puesta en escena (que se puede disfrutar en el nuevo Espacio Alternativo: La terraza del Ateneo de Caracas) es su conceptualización y estructura, al posibilitar un encuentro, amable y divertido con estos complejos personajes. Gracias a la interpretación de: Louani Rivero, Angélica Robles, Leila Vargas-Hera, Mónica Quintero, Eloísa Vera-Andrea Quintero, Samantha Castillo, Ángela Meléndez, Sara Valero y María Claret Corado, el público se regocijará de una hora de confesiones descarnadas y en las que podemos observar una maravillosa posibilidad de deleite del nuevo talento escénico femenino que traen las nuevas generaciones teatrales del país.

Un nivel actoral bastante uniforme, junto a la acertada dirección de actrices por parte de Montilla, cada fémina hace alarde de su talento en una inmediata conexión con el espectador, a quienes encantan y seducen.

Tal vez un mayor apoyo técnico, para este nuevo espacio, podría habernos colocado frente a un gran espectáculo de cabaret, que hace tiempo no disfrutábamos en la marquesina teatral caraqueña. Con esta nueva temporada TEARTES deja en claro que el teatro venezolano cuenta con un muy buen relevo para los próximos años.

Sobre las aguas del Niágara

El Grupo Actoral 80 y el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT), ofrecen al público caraqueño una nueva lectura del reconocido texto del peruano Alonso Alegría, merecedor del Premio Casa de las Américas del año 1969. Gracias a la puesta en escena de Melissa Wolf y las interpretaciones de Daniel Rodríguez y Jesús Cova.

Sin lugar a dudas se debe resaltar la importante labor que desarrolla el veterano hombre de teatro Héctor Manrique, director de las dos instituciones garantes de la producción de este montaje, al facilitar la incursión en nuestro arte escénico de los nuevos talentos que serán los responsables de conducir los destinos del teatro venezolano que está por venir. Esta propuesta escénica de El cruce sobre el Niágara, así lo demuestra, cuando su staff de creadores no llegan a la treintena, sumándose la arrojada conducción escénica de Melissa Wolf, a quien veíamos en sus comienzos actorales y pequeñas incursiones en la dirección, con este montaje, Melissa sube un gran escalón en su propósito de convertirse en una de las pocas mujeres directoras de nuestro país y lo hace de la mano de un muy inteligente texto dramático, en el que se evidencia la veteranía de un gran dramaturgo.

Pero Wolf no está sola y convoca en su aventura sobre el Niágara a dos contundentes histriones: Daniel Rodríguez y Jesús Cova, del primero ya habíamos señalado en sus anteriores trabajos la destreza escénica y su arrolladora presencia teatral que le permite literalmente estar como “pez en el agua” en su oficio. Rodríguez encarnando al equilibrista francés Charles Blondín, demuestra su ascenso en el difícil arte de la interpretación, dando fe de su formación y disciplina actoral en un complejo y exigente carácter que supone unas condiciones físicas muy particulares, en sus manos, este personaje se concreta de manera convincente, divertida y en conexión con su innegable talento, sentimos que únicamente debe poner atención a su desempeño vocal que podría en un futuro encasillarlo, sin necesidad, en una forma de recitar el diálogo característica, nada grave con atención de la dirección y conciencia del propio Rodríguez, es un tema que se supera fácilmente. Por su parte, Cova, a quien no habíamos visto en las tablas venezolanas, sorprende por su frescura y autenticidad escénica, entregando un carácter conmovedor, que hace reflexionar acerca de la naturalidad y desenfado del actor sobre la escena y cómo se afronta un personaje con verdad y organicidad.

La dirección se apoyó sólidamente en el gran texto dramático de Alegría y en la correcta orientación de actores, Melissa Wolf se cobija inteligentemente bajo el talento de sus histriones y los sabe acompañar, brindando una lectura escénica que péndula entre los polos del naturalismo y el anti-naturalismo.

Nada fácil resulta enfrentarse a una pluma dramática como ésta, con una anécdota que pide apelar a la convención teatral, cuando en la segunda parte del espectáculo debemos salir de la casa del protagonista y acompañar al dúo en su reto de cruzar las fieras cataratas, uno sobre los hombros del otro. Una revisión de la propuesta del espacio escénico, en búsqueda de la síntesis permitiría a la directora obtener un gran espectáculo, pero sin temor a equivocarnos estamos seguros que con un inicio en la dirección de esta forma, Wolf en poco tiempo formará parte de las directoras más destacadas de la escena venezolana.

En resumen, cuatro espectáculos que demuestran el indetenible trabajo de los creadores del teatro profesional venezolano, que, saltando las limitaciones de producción y la carencia de espacios de representación, ofrecen lo mejor de sí para dar fe del vigoroso movimiento teatral caraqueño, que comienza a dar muestras de su alejamiento de la superficialidad comercial para entregar al espectador algo más que diversión.

L. A. R. *
Caracas, 12 de Julio de 2008

lunes, 16 de junio de 2008

¡Qué Lindo el Teatro!



Desde el pasado 29 de mayo, se estuvo presentando en la Sala Experimental del Museo de Bellas Artes, el más reciente montaje de la Compañía Nacional de Teatro denominado El eco de los ciruelos, una propuesta escénico – musical, bajo la batuta de Miguel Issa. Su puesta en escena nos hace reflexionar acerca del teatro venezolano actual.

El teatro venezolano del Siglo XXI, especialmente el caraqueño, hasta la fecha se ha caracterizado por permitirnos ir clasificándolo en varios tipos, según la proliferación de puestas en escena que se asemejan en sus formas y contenidos. En una aventura analítica podemos distinguir los siguientes:

Teatro COLICO: Responde a sus siglas, Comedia Ligera Comercial y se concentra en los monólogos y piezas cómicas con exclusividad de elencos de estrellas televisivas que inundan las salas de teatro de la capital con extensas temporadas de mínimo seis meses y donde lo importante es reventar la taquilla por los carteles que representan los actores sobre el escenario; sin preocuparse por propuestas estéticas, de actuación o dirección, los productores de este tipo de eventos apuntan a las risas a mandíbula batiente y el disfrute del público al tener frente a frente al galán o la heroína favorita de la telenovela de las 9, produciendo chorizos comerciales a diestra y siniestra.

Teatro Hermético: descrito como aquel teatro de arte que sólo es entendido por el director, los actores y sus más íntimos allegados, propuestas que resultan de largos procesos de montaje en el que durante un año o más, los actores trabajan a partir de la improvisación, llegando a producir piezas ininteligibles, y muy profundas.

Teatro Espectacular: Aquel que se concentra en enormes textos clásicos de autores como Shakespeare, Calderón, Lope, o más contemporáneos como: Chejov, Lorca, Müler, sin ningún tipo de edición y enmarcados en inmensos esfuerzos escenográficos y cantidad de efectos especiales, donde importa más el espectáculo que la dramaturgia o anécdota.

Teatro Profesional: Aquel que con profesionalismo y mística de trabajo reúne a un grupo de actores, frente a un director y equipo estético en pro de un objetivo común: brindar verdadero arte teatral, sin muchas pretensiones de producción y obteniendo muy buenos resultados artísticos y de crítica.

Impresionante resulta la variedad en estilos y las innumerables clasificaciones que podemos hacer de nuestro variopinto teatro venezolano, ahora hemos corroborado y le damos la bienvenida a una nueva clasificación: “Teatro Lindo”, gracias a la experiencia como espectadores del más reciente montaje de la Compañía Nacional de Teatro, hemos inaugurado la etapa del “Teatro Lindo”, en Caracas, un nuevo estilo de puesta en escena que caracterizaremos a continuación para su fácil reconocimiento:

Si usted quiere identificar el “Teatro Lindo” la pieza que tendrá ante sus ojos deberá cumplir los siguientes requisitos:

· Representación que se puede realizar en espacios cerrados o no convencionales (Salas de museo, plazas, foros, salas experimentales, terrazas de edificios, entre otros).

· Elencos muy numerosos, alrededor de 25 actores o más.

· Los actores no sólo serán eso, actores, sino, bailarines, cirqueros, cantantes, músicos, entre otros atributos, es decir artistas integrales.

· No pretenda conseguir en este tipo de montajes estrellas de televisión, por lo general los papeles principales (si los hay) lo conforman profesionales reconocidos y el resto, es decir, el reparto, será extraído de todas las escuelas de teatro e institutos y talleres de formación actoral y dancística que pululan por la ciudad.

· Uno de los puntos más importantes y que lo pone frente a un “Teatro Lindo”, es lo que concierne a la resolución estética del montaje, en este sentido usted deberá estar atento a lo siguiente: Si visualiza una aparatosa escenografía movible, grandes tarimas, muchos telones pintados y abundancia de humo, usted estará frente a un “Teatro Lindo”. Por otro lado el vestuario resultará de una combinación ecléctica de elementos que conjugados apuntan hacia una espectacular propuesta. No debe olvidar nunca el uso de máscaras y pelucas que homogenizan a todo el elenco en virtud de que usted no reconozca a nadie. El maquillaje (si existe) hará el mismo efecto que busca la máscara, pero en total armonía con el vestuario.

· Si los actores se transforman además de cantantes, danzarines y cirqueros en “caleteros”, es decir, tramoyas que trasladan todo tipo de elementos y muebles, amén de tarimas escaleras y rampas que permitan el ritmo y la continuidad de la puesta en escena, usted estará en presencia de un “Teatro Lindo”. Porque movilizar todo ese aparataje reporta una coreografía muy hermosa ante los ojos del espectador.

· La música por su parte debe marcar todas las transiciones que tendrá el espectáculo, la misma será igual que el vestuario una mezcla de estilos y géneros en cualquier idioma posible. Lo que funcione para la atmósfera propicia cabe.

· La fusión de elementos propios del audiovisual no pueden faltar: pantallas, cámaras, video beam, que amplíen la visual del espectáculo son indispensables, así se produce una intensa mezcla de disciplinas tecnológicas.

· La iluminación deberá contener por lo menos dos seguidores que, preferiblemente, no atinen nunca a enfocar al actor o actriz que tenga el centro en la escena y estará acompañada de penumbras y atmósferas para resaltar el efecto dramático que requiere el espectáculo.

· A esta altura usted se preguntará ¿y el texto? No le dé mucha importancia. El tema trascendente de este tipo de teatro siempre girará en torno al homenaje, recopilación, revisión, adoración, cumplido, distinción de cualquier dramaturgo universal que entre en la centuria de su nacimiento o deceso. Este tipo de representaciones son idóneas, puesto que permiten el collage de cuanta pieza teatral, novela, cuento, canción, poema, discurso, consejo, imagen, libro o postal haya escrito, pintado, boceteado o realizado el mencionado durante su existencia. Cosa que lo maravillará puesto que tendrá un estupendo compendio de la obra del autor, más flashes intermitentes de su entorno político o social que le tocó vivir. Así, si desconocía al personaje podrá ahorrarse la documentación acerca del mismo. No debe preocuparse si nada de lo escuchado tiene sentido o carece de hilo conductor, recuerde que se trata de sintetizar lo mejor posible toda una vida y milagros del personaje en cuestión.

· Es evidente que para llevar a cabo la producción de espectáculos de “Teatro Lindo” se necesitarán excesivos recursos económicos, jamás pretenda usted que cualquier grupo teatral venezolano por sí mismo tenga ni remotamente la capacidad para realizar este tipo de teatro por su cuenta, es sencillamente imposible.

· Finalmente haga un paneo por toda la sala en cuestión y si la distribución espacial de la platea (sitio donde se sienta el público) se distribuye por todos los flancos visuales posibles en cualquier tipo de recurso donde usted pueda colocar sus posaderas, no importa la forma o posición que usted asuma, esté seguro de estar frente a un “Teatro Lindo”.

· Pero el indicativo más inequívoco de nuestro nuevo tipo de teatro es la duración del espectáculo, éste no debe durar menos de dos horas, en las que usted deberá tratar de asimilar todos los puntos anteriores.

Como verá es muy sencillo identificar los elementos de representación que le permita estar frente a un maravilloso espectáculo de “Teatro Lindo”, el adjetivo como puede usted suponer, se desprende de la imposibilidad de entender por separado cada uno de los elementos que conforman el espectáculo total, no intente hacer esto, debe observar y disfrutar del conjunto, y sus ojos, oídos y piel se estremecerán de lo hermoso, lo estéticamente correcto, lo bello, en definitiva ¡Lindo! Que puede resultar el espectáculo. No es posible vislumbrar ni ápice de contenido, sólo forma y está bien, es válido, usted como espectador se merece tener frente a sus ojos espectáculos que alegren los sentidos y que los estimulen y maravillen de una linda manera.

L. A. R.
Caracas, 16 de Junio de 2008

jueves, 22 de mayo de 2008

Skakespeare y su combo




Desde su Inglaterra natal ha llegado a las costas del Caribe un Sr. Que se dice dramaturgo famoso, pero esta vez viene a encontrarse con unos lugareños para formar un combo de sones, guaracha, boleros, merengues, guagancó y cha cha chá. Cansado del frío clima de la isla, este particular personaje propone una historia de amores confundidos y situaciones de enredo, donde al final triunfa la dicha y la felicidad.

El párrafo anterior sirve de introito para nuestro análisis crítico de la pieza Sueño de una noche de verano, que en segunda temporada, desde el 05 y hasta el 27 de abril, se presenta en la Sala Espacio Plural del Teatro Trasnocho, a cargo de la agrupación teatral, La Bacante. Bajo la dirección de Marco Antonio Suniaga.

Al son del Caribe
Esta caribeña versión del clásico inglés, nos llenó de profunda satisfacción al poder apreciar el talento de las nuevas generaciones teatrales venezolanas que están por ocupar su puesto como generaciones de relevo. El proceso, fue un taller montaje que el Grupo La Bacante realizó y en el que, el experimento con el cuerpo, la voz, la actuación, la música y el texto original de Shakespeare se encargaron de ser los protagonistas, para al final engranar un exquisito espectáculo, que da cuenta del sostenido y profesional trabajo de sus monitores: Marcos Suniaga, Diana Peñalver, Oswaldo Maccio, entre otros.

Forman este sonoro combo de músicos, cantantes, bailarines y actores: Abel García, Ana Gabriela Melo, Ernesto Montero, Irene Vivas, Jesús Hernández, Román Mendoza, Roselyn Sosa, Vera Lucía Linares, Yara Daniela Suárez y Yazel Parra. Diez talentosos jóvenes que seguro darán mucho de qué hablar en el futuro cercano.

Suniaga, con su segunda puesta en escena, se refugia en el espacio vacío y la bi-bifrontalidad, el público colma el lugar para vibrar intensamente con los amores, encuentros, desencuentros y divertidas situaciones de quizás la comedia shakesperiana más representada a nivel mundial. El hallazgo de la dirección no sólo se concentra en la correcta puesta en escena y orientación de los actores, que lucen convincentes, divertidos, comprometidos e integrales: al demostrar sobre las tablas sus cualidades histriónicas en la actuación, canto y baile; sino en la adaptación del texto y su “latinización”. Suniaga transforma el montaje en un sorprendente musical caribeño ambientado en la década de los 50, para fascinar con ritmos latinos, sones, cha cha chá, guarachas y boleros, que acompañan las peripecias de estos personajes que viven entre la realidad y la magia de hadas y duendes, la noche de San Juan, por tradición la noche más larga del año y en la que los seres sobre naturales hacen de las suyas. Ya habíamos apreciado la pericia de este director en su versión escénica de Nuestra Señora de las Nubes, con el Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas y en esta oportunidad corrobora su crecimiento y ganas de convertirse en una referencia de las nuevas camadas de directores teatrales venezolanos.

En este desenfadado montaje de Sueño de una noche de verano, destacan los trabajos masculinos de Ernesto Montero y Jesús Hernández, así como los planteos interpretativos de Yazel Parra, Vera Lucía Linares y Roselyn Sosa, plenos de verdad, fluidez y contundencia escénica. Ayudados por los destacados integrantes de este taller montaje que amalgaman un conjunto actoral en general muy bien conformado.

Completan el equipo de creadores, en el diseño de vestuario Oswaldo Maccio, en la producción de vestuario Disireé Monasterios, en los arreglos vocales, diseño de iluminación, vestuario y producción general Diana Peñalver, y en la asistencia de dirección Dalia Castellanos.

No podíamos esperar menos de este colectivo teatral, que con su trabajo sostenido y bajo la inteligente égida de la maestra Diana Peñalver, no se cansan de formar nuevos talentos y permitir que el público venezolano aprecie las nuevas tendencias del teatro contemporáneo.

L. A. R.
Caracas, 23 de abril de 2008.

miércoles, 21 de mayo de 2008

¡El Amor está en Venezia!



Desde el 14 de marzo la marquesina teatral caraqueña exhibe una de las piezas más reconocidas del dramaturgo argentino Jorge Accame, versionada y dirigida por Anibal Grunn, bajo la producción ejecutiva de César Sierra e interpretada por: las primeras actrices Elisa Estela y Virginia Urdaneta, acompañadas de: Adriana Romero, la “Beba” Rojas, Malena González, Anthony Lo Russo y Marco Alcalá, en la Sala Eduardo Mancera del Teatro Escena 8.
Venezia es un juego onírico, donde tres prostitutas ayudan a su matrona a cumplir el sueño de re-encontrarse con su antiguo amor de juventud. La Clemencia, es el nombre del caserío, ubicado por Grunn en los llanos venezolanos, donde se desata la trama de esta poética pieza en la que se plantean temas como: la amistad, el amor, la traición y la solidaridad entre los seres humanos. Ficción y realidad, se mezclan de una extraordinaria manera, permitiendo que el espectador transite por una gama de sentimientos: la risa, la nostalgia, la esperanza, la decepción, se conjugan para ofrecernos hora y media de buen teatro, hecho por profesionales de gran nivel y donde queda demostrado que un buen texto, con una correcta dirección, junto a unas conmovedoras y veraces interpretaciones, no pueden arrojar otro resultado que un arte teatral auténtico y al que el público reacciona de manera inmediata, sin necesidad de echar mano a lugares comunes, lenguaje vulgar o buscar la risa fácil.
El veterano Aníbal Grunn se concentra en la dirección de actores y se apoya en los pilares fundamentales de su elenco: Elisa Estela y Virginia Urdaneta, la primera entrega una caracterización de “La Tana”, matrona venida a menos de un burdel que ha quedado en el olvido, ciega y demente, quien genera la acción dramática, con el sueño de reencontrarse con Giaccomo en Venezia, su antiguo amor a quien traicionó, pero ella asegura haber sido perdonada. No cabe otro calificativo para el desempeño de esta veterana actriz que de magistral, pocas veces en la escena venezolana actual tenemos la posibilidad de disfrutar de una maestra de la actuación como lo es Elisa Estela. Secundada por Urdaneta en el papel de Mary, con una arrolladora personalidad y desenfado, presenciamos la creación de un carácter lleno de matices sorprendentes, que demuestran una vez más el bien llevado título de primera actriz.
Pero el hallazgo de esta pieza creemos, es el descubrimiento como actriz dramática de la “beba” Rojas, quien se convierte en una revelación con su personaje de Rita. Su desempeño habla de una actriz que hasta los momentos se había concentrado en la comedia de televisión y explotado su buen formado físico, pero se había olvidado de sacarle provecho al talento, estamos seguros que Grunn con su agudeza de director, supo entender ese talento y demostrar que no sólo se necesita físico ni estética para actuar en este país, como creemos piensan algunos, sólo hay que encender los canales locales de televisión o asomarse por la cartelera comercial para corroborar lo anterior. Lo cierto del caso es que, con esta oportunidad Rojas sube un gran peldaño en su carrera que apostamos, si continúa con su formación, y desdibuja sus antiguos roles para encarar retos mayores como éste, podrá dar de qué hablar en los próximos años.
Por su parte Adriana Romero vuelve a dar muestras de crecimiento sobre las tablas, esta joven actriz que no se ha detenido en su propósito artístico, con su personaje Chela, imprime inocencia, candor e ingenuidad que llega al espectador de una forma sencilla pero trascendente, dando muestra de su evolución actoral sostenida. No tuvimos la oportunidad de sopesar el trabajo de Malena González, en tanto comparte el papel con Romero, pero estamos seguros sacará adelante este carácter de manera eficaz como lo ha demostrado en muchas ocasiones sobre la escena.
Igual caso es el del elenco masculino, esta vez pudimos disfrutar de la interpretación de Marco Alcalá, quien comparte el rol de Cheo con Anthony Lo Russo. Alcalá, logra mostrar su versatilidad como actor y nos plantea un personaje que puede llegar a enternecer al espectador en cuanto a su solidaridad y arrojo para con sus compañeras de “aventuras” ya que, gracias a Cheo, es que estas prostitutas logran concretar el sueño de llevar a la Tana a Venezia, en un divertido y ocurrente viaje simulado.
En resumen, Grunn sigue sumando éxitos a su larga lista de logros por el teatro venezolano, de la mano de César Sierra quien conduce una limpia y cuidada producción, supieron conjugar los elementos necesarios para demostrar que el teatro venezolano, sí tiene la posibilidad de crear espectáculos donde se demuestre la calidad de unos actores en franca y sincera comunión con un texto, una dirección y con su público, que en definitiva es el eslabón más importantes y que en este caso no hay otra manera que ¡Aplaudirlos de pie! Como ocurre noche a noche.


Caracas, 05 de mayo de 2008

martes, 15 de abril de 2008

La Nueva Rajatabla




El ser humano por naturaleza siempre ha pretendido invertir su tiempo en algo productivo, pero muchas veces no lo logra. El ocio en su definición más concreta etimológicamente, hablando, proviene del latín otium, que significa reposo. Según el Diccionario de la Real Academia Española (1992), ocio es el tiempo libre, fuera de las obligaciones y ocupaciones habituales.
Pero para llegar a una adecuada comprensión del concepto de ocio, es imprescindible diferenciarlo tanto del tiempo libre, como del tiempo liberado. El tiempo libre se considera y contempla como el periodo de tiempo no sujeto a obligaciones. Sin embargo, en el tiempo libre se realizan una serie de actividades, que aunque no son propiamente laborales pueden llegar a ser obligatorias, tales como las tareas domésticas cotidianas, los desplazamientos sobre todo en las grandes ciudades, las compras de primera necesidad, entre otras. Por el contrario el tiempo liberado, ocurre cuando la persona ha cumplido con todas sus obligaciones y le resta tiempo que lo utiliza en lo que decida hacer de acuerdo a sus preferencias, es ahí donde entra en juego la palabra objeto de nuestro análisis: la ociosidad.

Este introito nos permite dar antesala a la más reciente puesta en escena del Grupo Rajatabla, El peligroso encanto de la ociosidad, llevada a escena por el actor Germán Mendieta, en su primera puesta en escena profesional, y de la mano del reconocido dramaturgo, director y maestro del teatro venezolano: Gilberto Pinto. El peligroso encanto… a nuestro modo de ver, marca una diferencia en el trayecto escénico de esta agrupación bandera del teatro venezolano. Afirmamos esto, en tanto consideramos que hasta este montaje la agrupación venía intentando repetir los esquemas pasados de representación escénica que la habían llevado en los ochenta y noventa a convertirse en el grupo venezolano con mayor proyección nacional y universal. La concreción de esta puesta llena de renovación y nuevo lenguaje se aleja de lo ya harto visto por el público “rajatablino” bajo la égida de su artífice Carlos Giménez, fallecido en 1993, y quien transformó la escena nacional con sus espectaculares interpretaciones de los clásicos universales y latinoamericanos. Desde 1993 a la fecha, Rajatabla ha intentado no perder el brillo de otrora y ha jugado al “teatro museo”, reviviendo puestas en escena de Giménez, haciendo un titánico esfuerzo por no perder el sitial de honor que gozaba en el pasado, con algunas puestas en escenas nuevas de directores invitados. Ahora, con este texto de Pinto y la dirección de uno de sus más representativos actores, logran trascender al “maestro” para ofrecer una visión distinta de la “trouppé gimeniana”.

Mendieta logra su cometido, apoyándose en un renovado elenco estable, provenientes del Taller Nacional de Teatro (TNT), proyecto de formación actoral, ideado por Giménez en los ochenta y que ha servido de semillero de muchos profesionales de las tablas venezolanas que hoy dan que hablar en nuestra marquesina. Rosana Hernández, Gabriel Agüero, Carolina Gentile, Elvis Chaveinte, Eliseo Pereira, Tatiana Mabo y Berluz Briceño, son los intérpretes encargados de dar vida a esta familia de clase pudiente de los años 80 que para mitigar el tiempo libre se convierten en justicieros anónimos e intentan sanear la corrompida sociedad venezolana de la época por sus propias manos.

Enmarcados en una propuesta audiovisual, con utilización de elementos propios del cine y la televisión, estos hermanos y primos liderados por el mayor, Carlos (Elvis Chaveinte), intentan dar razones a sus ociosas vidas llenas de despilfarro y consentimientos propios de la clase social a la que pertenecen. De esta forma, el texto concebido por Pinto a finales de los años setenta y perteneciente a la trilogía conformada por “El hombre de la rata (1963) y La noche moribunda (1966) en la que el autor trata de contestar con voz airada a los gritos histéricos de la contra-cultura, de exacerbación erótica, de su "muerte a la palabra" y de propagación de lo más nocivo de la televisión”(tomado de: http://www.venezuelatuya.com/), inaugura la I Muestra Concurso Rajatabla de Dramaturgia Nacional.

Durante cinco semanas finalizando el 16 de marzo pasado, la Sala sede de la Fundación , se transformó en el sótano de la familia que reúne a estos rebeldes a favor del saneamiento social. Un espacio bi-frontal que ayudó a crear el clima de la pieza sorprendiendo con salidas y entradas, dan un punto a favor del director, ya que llena de dinamismo una puesta de un texto que por su estructura resulta bastante cuesta arriba llevar a las tablas. Pinto nos va narrando la historia hasta llegar a un clímax inevitable, pero sin embargo al culminar el desenlace se desinfla y queda su tesis en el aire. No sabemos a fin de cuentas si estos “niños de papá” cumplen o no su cometido y en qué para todo.

Lo anterior obliga al director a echar mano a cuanto recurso escénico puede, para contar la historia, así llena el escenario de simultaneidad: cámaras de video, pantallas, disfraces, coreografías alusivas a famosas películas de los ‘70 y ‘80, sexo, drogas, entre otras cosas. La propuesta de Mendieta no la consideramos fallida, por el contrario creemos hizo un esfuerzo titánico para lograr darle “contemporaneidad” a un texto producido hace ya más de 30 años, el problema reside en mezclar tantos recursos y ponerlos en la escena al mismo tiempo. Lo anterior, da como resultado que el público no sepa a dónde mirar ni qué mirar, terminando por escoger lo que más le interese y perderse otras partes importantes para el desarrollo de la historia. Si se priorizaran los elementos escénicos, se pudiese dar concreción a una puesta mucho más limpia y cuidada, lo que no descalifica el trabajo de Mendieta en ningún sentido.

Por su parte los histriones sorprenden por su fuerza interpretativa, mucho más amalgamados y sólidos los trabajos masculinos que los femeninos, quizá por el carácter que le imprime el dramaturgo a los mismos o por la puesta a las que están sometidos. Las féminas lucieron más débiles en su caracterización de las que destacan Rosana Hernández en una extraordinaria ninfómana drogadicta, y Carolina Gentile, como la ingenua niña rica. Chaveinte, Pereira y Agüero, son definitivamente los que se roban el show al ser motores de toda la acción dramática. Creíbles, sinceros y audaces estamos seguros que crecerán aun más si continúan el camino del arte teatral.

En resumen, este homenaje a Gilberto Pinto, impregnó de aires nuevos a Rajatabla, que tanta falta le hace, su productor y presidente Francisco Alfaro, creemos está apuntando a donde debe ser, y es dar oportunidad a que su propia gente plantee nuevos proyectos y se arriesguen a nuevos códigos escénicos, para lograr llevar el barco “rajatablino” a buen puerto como lo está haciendo y una muestra clara de ello es El peligroso encanto de la ociosidad, que lejos de restar suma puntos a lo que llamaremos “la nueva Rajatabla”.
L. A. R. *
Caracas, 9 de Abril de 2008

domingo, 2 de marzo de 2008

2007 Un año para la reflexión ( II )

2007 Un año para la reflexión (II)

En nuestra entrega anterior ofrecíamos varias interrogantes que en este nuevo año ponemos en el tapete para contribuir a la reflexión y revisión de nuestro arte escénico, como señaláramos en la entrega anterior, a continuación ofrecemos una panorámica crítica de los espectáculos que tuvimos la oportunidad de ver y no comentar, así como también aquellos trabajos individuales que por su importancia debemos resaltar en este año que acaba de expirar.

Cuando nos invade la duda

Finalizando el primer trimestre de 2007, se estrenó en el CELARG, la pieza ganadora en 2005 del Premio Pulitzer (máximo galardón de las letras estadounidenses), original del dramaturgo norteamericano John Patrick Shanley, estelarizada por Elba Escobar y Luigi Sciamanna acompañados por Mariaca Semprum y Beatriz Vásquez, bajo la batuta de dirección de Matilda Corral. La duda resultó ser un exquisito texto existencial que critica y muestra una realidad muchas veces trabajada en otros formatos como el cine y la TV , que desnuda el mundo corrompido de la religión. El gran tema: la pedofilia, esta vez de manos, aparentemente, de un maestro sacerdote en un colegio. Corral, inteligente directora, apoyó todo el esfuerzo en la planta actoral, realizando un excelente casting que le permitió concretar un espectáculo contundente, de sobrias y creíbles actuaciones, que acompañan la regia pluma del dramaturgo Shanley, lo escabroso del tema y la construcción dramática del conflicto es lo que pone la guinda al helado, al sembrar la duda, no sólo en los personajes, sino en el mismo espectador que a fin de cuentas no logra determinar si realmente el Padre es culpable o no de lo que se le acusa. Soberbio el carácter creado por Sciamanna y sorprendente la composición de Mariaca Semprum como la religiosa encargada de los alumnos y responsable de la primera sospecha. Siempre resulta un placer ver sobre las tablas a Elba Escobar dando muestra de su veteranía y fuerza escénica, así como a Beatriz Vásquez que demuestra su madurez como actriz, encarnando a una peculiar madre del alumno involucrado en el suceso de pedofilia y que clama porque dejen a su hijo terminar sus estudios para poder lograr sacarlo de la miseria en que viven. A nuestro juicio uno de los mejores montajes de 2007.

El diablo entró en el Vaticano

Yo Satán es el título con el que su autor, el español, Antonio Álamo, nombró el texto dramático que con fino humor negro, desentraña el plan para asesinar al Papa. El argumento es creerlo poseso del demonio y a partir de esto desatar todo un complot que lleva a sacar a relucir los más oscuros sentimientos de deseos de poder. La producción fue llevada a cabo en conjunto por el Taller Experimental de Teatro (TET) y el Teatro del Contrajuego, bajo la dirección de Juan José Martín. Este espectáculo que consolidó una extraordinaria planta de actores donde destacaron sin lugar a dudas: William Goite (Premio Municipal de Teatro 2007 como Actor de Reparto) en la construcción del Arzobispo Emmanuel Malama , una caracterización inolvidable, Israel Moreno como el homosexual asistente del Papa Monseñor Luciano Vanini y Guillermo Díaz (Yuma) como el Cardenal Joseph Hacker, despuntan con exquisitas propuestas de interpretación, sin dejar de lado a Ludwing Pineda como el Cardenal Giusseppe Chiaramonti, Jesús Sosa como Monseñor Luigi Bruno y Alexander Leterni como Fray Gaspar Olivares, quienes completan el cuadro que corona el maestro Omar Gonzalo en una caracterización del Papa realmente contundente.

Sin lugar a dudas este espectáculo representa un gran logro artístico para su director, que gracias a éste se convierte en uno de los directores más avezado de las nuevas generaciones teatrales del país.

Una particular revolución

A finales del mes de marzo de 2007 a 31 años de su estreno, volvió a escena de la mano del Grupo Actoral 80 el célebre clásico del teatro venezolano La Revolución , escrita por uno de nuestros dramaturgos más importantes, Isaac Chocrón, esta pieza plantea la relación de dos homosexuales que en su ocaso ofrecen un espectáculo de cabaret donde desentrañan sus carencias, miedos y frustraciones. Basilio Álvarez y Héctor Manrique fueron los encargados de interpretar a Gabriel y Eloy, respectivamente, además de llevar adelante la dirección a cuatro manos. Creemos que el error de esta puesta se evidenció en este particular, pretender dirigir y actuar al mismo tiempo, resta concentración y trabajo interno de los personajes, lo que resultó unos caracteres más externos que internos, la banalización de la figura de los homosexuales no se hizo esperar y el texto de Chocrón con su contundencia de otrora quedó en segundo lugar. Los personajes de La Revolución van más allá del ademán afeminado y la muñeca de la mano colocada hacia abajo. Estos personajes suponen una vida interna mucho más interesante, profunda que al trabajarlos superficialmente sólo se obtiene una fachada poco creíble. Quizá la mirada de un director acucioso desde fuera pudo coronar esta vuelta del clásico de Chocrón a las tablas. Aunque positivamente el espectáculo quedó enmarcado en una sobria y cuidada producción de manos de Carolina Rincón.

La isla de Pavese

Oswaldo Maccio, joven actor del Grupo La Bacante , asumió el reto de lanzarse a la dirección profesional y nada más y nada menos de la mano del escritor francés Césare Pavese, tomó sus Diálogos con Leuco y armó el espectáculo: Islas junto a tres actrices egresadas del Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, a saber, Karla Fermín, Gryselt Parra y Sheila Beltrán. El resultado fue la inteligente adaptación al teatro de un conmovedor encuentro de mujeres que disertan sobre los hombres a la orilla del mar. Y como reza el programa de mano: “en ese mar de orillas que se hallan totalmente impregnadas de esperma y de lágrimas”

Estas mujeres no son cualquiera: Safo, Britomarte, Leucotea, Arianna y Circe, las mujeres de la mitología las sufridas y aguerridas, las amadas y traicionadas, las deseadas y abandonadas. Encontrarse con el verbo de Pavese en los labios y cuerpos de estas féminas fue una experiencia inigualable. Aunque las tres actrices mostraban un extraordinario nivel, resaltó el trabajo de Karla Fermín y Gryselt Parra. Aunado a la sencilla pero contundente puesta en escena de Maccio, quien con su primer espectáculo se anota un puesto seguro en la generación de relevo de directores venezolanos.

Shakespeare celebra junto a Xiomara Moreno sus quince años

Han pasado ya quince años desde que la dramaturga, actriz, directora y docente Xiomara Moreno, decidió armar su trouppé, convocó a sus más allegados e hicieron posible el nacimiento de Xiomara Moreno Producciones, corría el año de 1992 y nada más que Pedro Calderón de la Barca les sirvió como partida de nacimiento, ¡Menudo génesis! La celebración que marca a la quinceañera, se concreta de la mano de otro grande: William Shakespeare y su pieza Como Gustéis, cumplieron temporada, primero en el mágico espacio de la Concha Acústica de Bello Monte, donde tuvimos el placer de apreciarla, para luego mudarse al Teatro Trasnocho en segunda temporada. Bajo la dirección de su hermano Javier Moreno, Carolina Leandro, Claudia Nieto, Antonio Delli, Nelson Lehman, Mayte Parias, Raúl Hernández, Hans Velásquez, Trino Rojas, Valentina Castellanos, Eduis Guerra y John David Peña; fueron los encargados de dar vida y acompañar u oponerse a las aventuras de Rosalinda, el personaje central de la trama. Una historia de amor, una comedia de enredos, un bálsamo al oído y a la vista que nos regaló el también adaptador del texto Javier Moreno. Hay que destacar sin lugar a dudas el performance de Carolina Leandro, versátil, dúctil y con la sapiencia de su oficio como ninguna, nos impactó con su carácter de Rosalina (papel que ha sido interpretado por las grandes de Inglaterra y Estados Unidos, y a las que Leandro no tiene nada que envidiar. Frescura, verdad, gracia y madurez son los calificativos para resaltar el trabajo de su acompañante Claudia Nieto, dando siempre muestras de su talento. Por su parte Antonio Delli no deja de hacer de las suyas sobre las tablas, que lo han convertido en uno de los actores venezolanos más respetados, encarnando al disoluto bufón Yesca. No podemos dejar de nombrar en este breve análisis crítico, el desempeño actoral de Nelson Lehman, que se nos revela como un excelente cómico en franca comunión con el verbo y la forma “shakesperiana” y dando rienda suelta a su desfachatez escénica que lo convierte en un inteligente actor.
Por su parte la puesta dibujada por Javier Moreno, facilitó inteligentemente visualizar un Shakespeare en 2007 cuando la costumbre es otra, como la risa fácil o la banalidad en las piezas de hoy en día. Moreno, se apoyó en su limpia dirección de actores y junto al espacio vacío insufló de magia el “pequeño coliseo” de la Concha Acústica. ¡Bravo por esos 15 y que sean el comienzo de muchos años de buen teatro de mano de Xiomara Moreno Producciones!


Como todos los años ofrecemos nuestras nominaciones que resaltan los mejores trabajos que a nuestro juicio se realizaron en el teatro profesional venezolano durante 2007:

Mejor Actriz: Carolina Leandro por Como Gustéis y Francis Romero por La Quinta Dayana
Mejor Actor: Luigi Sciamanna por La duda
Mejor actriz de reparto: Mariaca Semprum por La duda y Claudia Nieto por Como Gustéis.
Mejor actor de reparto: Daniel Rodríguez por Siempre Nada
Mejor Dirección de arte: Oscar Salomón por La piel de Elisa
Mejor Producción: Cocó Seijas y Juan Carlos Azuaje, por La piel de Elisa
Mejor Dramaturgia: Elio Palencia por La Quinta Dayana
Mejor Dirección: Javier Moreno por Como Gustéis.

L. A. R.
Caracas, 18 de Febrero de 2008