jueves, 17 de abril de 2014

Vidas atormentadas en el Municipal

En esta tercera edición del Festival de Teatro de Caracas, hay una particularidad y es que en el mismo escenario, en distintas fechas, coincidirán dos espectáculos que giran en torno a biografías de mujeres que han transformado a la humanidad con sus artes, por un lado la célebre estrella de Hollywood Bette Davis (encarnada por Luis Fernández) en Todo sobre Bette y por el otro la legendaria pintora mexicana Frida Kahlo (interpretada por Prakriti Maduro) con la pieza Frida Kahlo, ¡Viva la vida!

Todo sobre Bette
Resume la vida de la actriz Bette Davis, inspirada en la biografía que escribiera su hija y transformada en pieza teatral por la dramaturga norteamericana Camilla Carr. Dirigida y protagonizada por Luis Fernández, este monólogo llama la atención por su extraordinaria dramaturgia. Lo más complejo del género es lograr que el personaje “accione” con la palabra y que narre pero con acción y no sólo “eche el cuento”. En el caso de Todo sobre Bette, esta premisa se logra a cabalidad, aunado a una limpia y correcta puesta en escena de Fernández quien corona su espectáculo con una desgarradora, convincente y fascinante interpretación. La estética cinematográfica está presente en la totalidad del montaje, reforzado por la potente atmósfera creada por José Jiménez en la iluminación. Todos los elementos se conjugan para entregarle al público caraqueño un espectáculo cuidado, limpio y redondo que impacta por su realización bien orquestada, y logra conmover al espectador. Sentimos que con esta performance, Fernández se apunta un peldaño más en su ascendente madurez como intérprete.
El pincel de la angustia

El próximo 23 y 24 de abril, el mismo escenario dará albergue a la historia de la pintora más famosa de México, aquella que vivió signada por la tragedia y el dolor para volcarlo en el lienzo. Frida Kahlo ¡Viva la vida! Es el monólogo escrito por Humberto Robles que cumple temporada actualmente en la Sala Plural del Trasnocho Cultural y formará parte de esta fiesta teatral caraqueña.
Dirigido por Juan José Martín y protagonizado por Prakriti Maduro, este monólogo fascina por las imágenes que se logran a partir de la puesta en escena y la interpretación, apoyados al universo pictórico y la rica imaginería de las tradiciones mexicanas. A diferencia de Todo sobre Bette, la vida de Frida en cuanto a dramaturgia ofrece mucho más narración, trabajo titánico que supone a la actriz para “hacer con la palabra” tarea que Maduro logra sortear con éxito. Envueltos en la dirección de arte del cineasta Diego Rízquez, la producción impecable de Yehilyn Rodríguez, logra conectar al espectador con el hilo conductor de todo el drama: el dolor y la muerte que rondaron a la artista durante su corta existencia.
Dos vidas, dos mujeres, dos artistas entregadas a sus pasiones, en dos monólogos que no pueden pasar por alto ya que son muestra que el teatro venezolano está dando señales de intensa recuperación para revivir a una nueva época de oro.


@rosasla
17/04/2014

domingo, 13 de abril de 2014

Dos amores intentan amar a un bicho

Sin duda alguna Gustavo Ott se ha convertido en nuestro más aventajado  dramaturgo-cronista. Como ya nos tiene acostumbrados toma las anécdotas de los sucesos de la realidad, reflejados en la prensa y los convierte en poesía teatral, para hablarnos de nosotros. El Grupo REPICO, liderado por Consuelo Trum llevó a escena, en la sala Anna Julia Rojas de Unearte, en el marco de este tercer festival, su obra teatral Dos amores y un bicho, escrita a comienzos de los dos mil y en donde el autor realiza un contundente y hermoso tratado acerca de la homofobia.
Un hombre ha asesinado a su perro ya que el can tenía prácticas homosexuales con otro perro, luego de quince años de ocurrido el suceso, éste vuelve a relucir en una visita que padre y madre hacen a su hija en el zoológico de la ciudad donde la misma trabaja. Y comienza a desencadenar todo tipo de conflictos, verdades y razones, que llevarán al límite a los personajes.
Esa es la anécdota que Gusta Ott nos cuenta en una obra con una dificultad mayor al ser escenificada, pues  hay mucho de información necesaria, de “echar el cuento” de lo que les sucedió en el pasado a estos personajes. Este recurso se hace más complejo a la hora de resolverlo en escena, pues el teatro es acción, los personajes hacen, no narran lo que hacen y Consuelo Trum, hábilmente, logra resolver  en una puesta en escena minimalista el hacer y decir de los personajes.
Karolins Rodríguez (Madre); Adolfo Nittoli (Padre) y Miling Cabello (Hija) son los protagonistas de este drama de humor negro en donde nos enfrentamos a los lados más oscuros del ser humano y ver hasta dónde son capaces de llegar cuando la intolerancia maneja sus vidas. Rodríguez como la madre, estructura un carácter contenido, que poco a poco se va desmoronando hasta lograr estallar y repeler al monstruo que tiene al lado como esposo; su ejecución es limpia y sobria con contundencia en el decir. Nittoli dibuja un padre aterrador, que justifica sus conductas bajo ataques de pánico y resulta siendo un peligro, un asesino, su performance, logra hacer que podamos detestar al personaje, es el objetivo. Por su parte Miling Cabello, da rienda suelta a su talento innegable y construye una hija que en buscas de respuestas se confronta consigo misma, logrando conmover al espectador.

En definitiva una sobria y cuidada puesta en escena, que demuestra la veteranía de Consuelo Trum como una de nuestras mejores directoras actuales, al igual que una estética de iluminación impecable de Lina Olmos, que marca la atmósfera del drama, aunado a unas aplomadas y bien resueltas interpretaciones, hacen de Dos amores y un bicho de REPICO una extraordinaria muestra de nuestro teatro venezolano con calidad de exportación.  

@rosasla
Caracas,13/04/2014

viernes, 4 de abril de 2014

Y encima se nos muere Gustavo…

                                                                 Foto cortesía Venevisión

No hay forma de digerirlo, no hay manera de entenderlo, la noticia del miércoles 02 de abril en la noche nos dio un duro golpe y nos dejó sin aliento: “se murió Gustavo” inmediatamente comenzó la búsqueda incesante en las redes sociales colapsadas y las llamadas para poder confirmar y creer lo impensable. Y digo impensable porque los que tuvimos la dicha de conocer a Gustavo Rodríguez, compartir con él algo más que trabajo, después del primer golpe de enterarnos de su enfermedad en diciembre, no podíamos dar crédito a su  partida de forma tan rápida y sin poder despedirnos.
Gustavo era talento, talento y más talento, un maestro, no sólo como actor nos deslumbró con su particular tono de voz, sus gestos, sus emociones, su verdad, sino con su humanidad. Y creo eso es lo que más nos duele, que se nos vaya el amigo, dispuesto siempre a brindar una sonrisa, un chiste, un comentario jocoso, o una anécdota que nos permitía no parar de reír.
Entregó su vida a su trabajo, a tiempo completo: teatro, cine, televisión, cualquiera que fuese el medio, su histrionismo y capacidad interpretativa se perdían de vista. Su forma de transmitir lo aprendido cuando trabajaba como maestro de actores era desde la asertividad, buscando siempre que sus alumnos pudieran brillar con luz propia. Era un gran padre, esa era otra de sus aficiones sus cuatro hijas, “sus ojos” como les decía “mis cuatro mujeres” afirmaba.
Sus compañeros de trabajo y amigos hablan de un ser espléndido, bondadoso, sencillo y con “don de gente”, nunca Gustavo perdía consciencia de ser figura pública y por eso el público lo adoraba, siempre había disponibilidad para una foto, un autógrafo. Gran contador de historias en la escena a través de sus personajes, y de sus vivencias, detrás de cámaras o tras el telón. Esa era su gran enseñanza.
Nació en 1947 en Bolívar y desde la primaria ya sabía que quería estar sobre un escenario, llegó a Caracas y comenzó su formación en el Teatro Universitario de la UCV de la mano del Maestro Nicolás Curiel y de Cabrujas, para luego desarrollar los más importantes personajes del teatro universal desde El Nuevo Grupo, bajo la tutela de Chocrón, Chalbaud o José Ignacio. Para pasar a la pequeña pantalla donde se consagró con personajes inolvidables como aquel Pedro Estrada de Estefanía, o el marido de Natalia de 8 a 9 dos telenovelas que aún quedan en el inconsciente colectivo del venezolano. Su recorrido por las artes escénicas fue impecable y lleno de una disciplina titánica. Que le permitía estar haciendo al mismo tiempo una pieza teatral, filmando una película, grabando una telenovela y  dictando un taller. No paraba, alguna vez se quejó del cansancio, pero respiraba fuertemente, y continuaba para adelante sin desmayo.
Le preocupaba su país, amo profundamente a Venezuela, le dolía nuestra situación, tenía muy claras sus convicciones políticas y siempre hablaba de lo que se merecía nuestra tierra, le molestaba profundamente la ignorancia y la mediocridad, era un tema que no podía superar.
Hoy que ya no podremos sentarnos a conversar con él de lo que nos pasa, a pedirle un consejo, una opinión o una crítica; a campanear cualquier vaso de licor entre anécdotas y carcajadas aderezadas con boleros que le encantaba cantar, en medio de este panorama incierto que nos brinda nuestro país, al caer la tarde sólo nos queda su entrañable recuerdo, el suspiro y la reflexión: Y encima se nos muere Gustavo…
@rosasla               
Caracas, 04 de abril de 2014


miércoles, 12 de febrero de 2014

Entre sacos de arena y oraciones

Foto: Cortesía de Williams Marrero.

400 Sacos de arena se titula la más reciente pieza teatral escrita y dirigida por Luigi Sciamanna que pertenece a un tríptico en el que ha estado trabajando el dramaturgo, actor y director en los últimos años sobre la relación poder-arte y cómo el primero, a través de la historia, siempre ha intentado reprimir, acabar y silenciar al segundo como vehículo eficaz de expresión del ser humano.
El espectáculo de Sciamanna, resulta en su conjunto un derroche de excelente producción y pulcra puesta en escena, pero con desniveles en actuaciones y debilidades en la dramaturgia.
La anécdota cuenta el hecho histórico ocurrido en la Italia de los años de la segunda guerra mundial, cuando la población de Milán fue azotada por los bombardeos. Un militar llega a un convento del mencionado lugar para advertir a las monjas que lo habitan el hecho que ocurrirá en 24 horas y la urgencia de abandonar el sitio. Lo particular es que en el sótano de dicho convento se encuentra una de las obras de artes más impactantes del renacimiento: La última cena de Da Vinci, a la que las religiosas deben proteger para que no sufra los embates del bombardeo.
En medio de este conflicto central de la pieza, se desarrolla una sub-trama entre el militar (Martin Peyrou) y una de las hermanas (Mariaca Semprún) quienes se enamoran, e incluso pasan a mayores consumando ese enamoramiento fugaz, bajo la protección y anuencia de la Madre Superiora (Elba Escobar) sin embargo es aquí donde sentimos los cabos de la dramaturgia quedan sueltos, pues esta pasión se resuelve sin ningún obstáculo a la vista del público y lo que es peor con el consentimiento de todo el clan de religiosas. Siendo éstas unas “monjas de clausura” como lo aclaran al principio de la pieza, es extraño que reciban con tanta ligereza y fogosidad a un hombre extraño y de las características de este soldado (hombre musculoso y muy bien formado) y no exista ningún prurito ni impedimento para que el amor se consuma.
Sciamanna logra amarrar de manera eficaz su conflicto central (el poder destruyendo el arte) hasta llegar al final de la historia cuando vemos luego del bombardeo que la obra en cuestión protegida por las religiosa logra salvarse.
No cabe duda que el mayor logro “efectista” del director es recrear a través de sonido el bombardeo al convento, uno de los mejores momentos de este espectáculo, sumado a la creación de la atmósfera de clausura y recogimiento que puede existir dentro de un convento de este estilo.
Otra de los aciertos es la dirección músico-coral de la maestra Isabel Palacios (también actriz del montaje) junto a la Cameratta Barroca de Caracas, que refuerzan el clima necesario para un montaje de este tipo.
Sentimos que Sciamanna en su afán por intentar que el público caraqueño vuelva a apreciar verdadero teatro de arte se suma un punto a su favor como lo hizo con sus dos anteriores título: La novia del gigante y El gigante de mármol; pero es menester señalar que siempre el cuidado en la síntesis textual y de representación contribuye a ganar más adeptos al espectáculo teatral en tanto el público de hoy en día no se encuentra preparado para distender su atención a casi tres horas de espectáculo.
El lenguaje teatral además de entretener, debe plantear conflictos que mantengan al público atento pegado de sus asientos y en donde los personajes tengan la necesidad de accionar para resolver los mismos. En 400 Sacos de arena, éstos lucen débiles, lo que hace que el espectador se siente a disfrutar más de una misa teatralizada y de una estética escénica que lo ubique en un claustro de hermanas para observar su cotidianidad.

Caracas, 12 febrero de 2014.
@rosasla