viernes, 12 de marzo de 2010

Un Geranio que florece en la locura



Desde el pasado 17 de abril el Espacio Plural del Teatro Trasnocho, exhibe, la comedia Geranio, original de la dramaturga venezolana Xiomara Moreno, bajo la batuta escénica de Javier Vidal y las interpretaciones de Nacho Huett, Antonio Delli, Gerardo Soto y Raúl Hernández; junto a la producción general de KJC Producciones.

Hablar de la locura, como estado de enajenación del ser humano, es hablar de la debilidad del hombre, los escondrijos de la mente, muchos aun indescifrables, por la ciencia que los estudia, han llenado algunos vacíos, pero otros han quedado huecos; aún hay numerosas interrogantes por responder de la conducta humana y sus reacción ante distintas situaciones. La locura parece ser una de las consecuencias más conocidas para la evasión, el hombre se elude detrás de ella, opinan algunos, esquivan responsabilidades, acciones, juicios y sobre todo se escapan de sí mismos.

En el año 1988, la joven dramaturga Xiomara Moreno, irrumpió en el mundo escénico venezolano de la mano del Grupo Theja, para dejar a todos atónitos con un texto llamado Geranio, que como dice su actual director: se ha convertido en “la panoplia heráldica a la autora”[1]. Hablar de Moreno como dramaturga es hablar de Geranio, un drama cómico que invita a descifrar los laberintos de las acciones humanas y sus consecuencias. Su protagonista (un contador explotado por su tío en una empresa aduanera) es “lanzado” a un psiquiátrico donde se encuentra con tres desquiciados que le ayudarán a determinar si está realmente fuera de la realidad o no.

Hábilmente, Xiomara Moreno invita al espectador – observador- voyeur a que establezca cuál de los cuatro personajes es el que está realmente enajenado, quién tiene la verdad, cuáles de sus discursos es el más coherente o cuál de ellos merece salir de ahí, aunque la puerta nunca esté cerrada, mejor dicho “siempre ha estado abierta” como indica uno de los personajes. Una metáfora de la humanidad, ciertamente, un país, una sociedad que se encuentra o ya está inmersa en la locura.

Más pertinente no puede haber sido la decisión tomada por KJC Producciones, por iniciativa del actor Nacho Huett, de llevar a cabo esta nueva puesta en escena de Geranio- que ha dado la vuelta al mundo y ha sido traducida al portugués y al italiano- cuando el adjetivo calificativo más idóneo para la realidad nacional sea la locura. Hoy 20 años después de su estreno, este texto nos ofrece un claro espejo de las situaciones actuales, lo que lo convierte en un clásico – contemporáneo (aunque suene a opuestos) Geranio, quiere demostrar que no está loco, pero con sus acciones y relato, hace todo lo contrario, se encierra en su discurso, en sus divagaciones y no logra diferenciar entre la realidad o la demencia. En su situación, en su mundo todo se justifica frente a los otros tres personajes, pero ante sus acciones esa realidad se desploma ¿Parece algo parecido a la circunstancia política del país actual? Usted juzgue y diga.

Gracias a la veteranía de Javier Vidal como hombre de teatro, es que de nuevo podemos disfrutar de este extraordinario texto de nuestra dramaturgia. Vidal con inteligencia, dispone de un mínimo espacio de representación: el encierro, obliga a sus personajes a transitar en un diminuto espacio, bi-frontal y vacío, una mínima sala de reclusión en donde los diálogos fluyen de la más absoluta tranquilidad, a la histeria colectiva propia de los personajes en cuestión. Muy cerca del espectador, lo que le permite como puestista crear el efecto necesario, Geranio es una pieza intimista, un teatro de texto que hay que escuchar, no hay otra manera, en un espacio mayor, sería un desperdicio. La dirección de actores hila fino, compone, desarticula y ofrece cuatro tipos de locura perfectamente diferenciados y justos para rematar las actuaciones de los intérpretes.

Los actores por su parte disfrutan estar ahí en ese reducido espacio escénico y dan rienda suelta a su talento que sin límites se desborda sobre las tablas, unos más veteranos que otros, evidentemente por los años de experiencia pero todos a un nivel de compromiso superior y de sapiencia del oficio: Huett en su encarnación de Geranio, sorprende por su enajenación constante y violencia escénica. Delli representando a Nicolás, logra conmover de una forma sublime al espectador con un personaje bordado fino que demuestra su increíble madurez como actor, al igual que Gerardo Soto y su retórico y olvidadizo Guy, este par hace una llave perfecta que demuestra el nivel de excelencia del actor venezolano comprometido con su oficio, coronando el grupo Raúl Hernández con un divertido Guillermo, multi-sonante y coqueteando con la disociación de personalidades, coloca la chispa más hilarante del conjunto.

No hay mucho que analizar en este espectáculo, esto ocurre cuando se escoge el texto adecuado, con los actores idóneos, más una dirección de altura, acompañados de una cuidada y ajustada producción que no pierde detalle para ofrecer al espectador caraqueño teatro profesional del bueno y demostrar que, aunque los círculos cada vez intenten cerrarse más, siempre hay un resquicio que permita exponer la calidad del arte escénico venezolano, producido por nuestros profesionales especialistas y conocedores del medio.

Se ha dicho que los que vivimos de este mundo escénico, ciertamente estamos un poco dementes, por querer constantemente ser otros, es verdad, lo peor es que la locura al parecer no sólo es exclusividad del artista, traspasa a otros ámbitos y se funde con la realidad para desdibujar la raya divisoria, por eso ¿Quién estará más loco?

[1] Tomado del programa de mano de la pieza.

L. A. R. *

Caracas, 13 de Junio de 2009

¿Teatro Pedagógico?



Desde el mes de Enero, una de las salas de teatro más populares de Caracas, el Teatro Trasnocho, exhibe en cartelera sendas propuestas escénicas con textos foráneos que han deleitado al público por más de tres meses y llegan a su fin de temporada. Dichos montajes centran su atención en el tema de la educación, Educando a Rita y Las reglas de la urbanidad en la sociedad moderna, ofrecen al espectador interesantes visiones de las sociedades en decadencia de mitad del Siglo XX hasta nuestros días.



Las malas y buenas costumbres

Gracias a este montaje llevado adelante por el reconocido hombre de teatro, Orlando Arocha, asistimos al nacimiento de un nuevo colectivo teatral, liderado por la primera actriz Diana Volpe, quien ya desde hace un buen tiempo se ha radicado en nuestro país para no dejar de producir teatro de altura. Esta vez, Volpe convoca a Arocha y juntos ponen en las tablas un texto del dramaturgo francés: Jean-Luc Lagarce que se intitula: Las reglas de urbanidad en la sociedad moderna. Dicho texto (originalmente escrito como monólogo) es tomado por Arocha y resuelto escénicamente por tres grandes actrices venezolanas: Haydde Faverola; Carolina Leandro y la misma Diana Volpe, un lujo contar con tamaño elenco de “señoras actrices” a quienes hemos visto en innumerables piezas teatrales, largometrajes y telenovelas.

Tres mujeres identificadas como: Dama 1, 2 y 3, pretenden dictar una conferencia con las reglas de comportamiento y urbanidad en ciertos acontecimientos importantes de la vida, desde el nacimiento, pasando por el bautizo, cortejo y matrimonio, hasta llegar a un velorio. Una suerte de Manual de Carreño escenificado, resulta la representación de estas mujeres que “encopetadas” y exageradamente teatrales, logran llevar al público a la hilaridad irremediable en vista de pretender educar con normas estrictas a una sociedad, la de hoy, en evidente descomposición.

El montaje resulta sencillo, sobrio y acorde con lo presentado, el apoyo mayor, lo realiza Orlando Arocha en sus actrices, y cómo no hacerlo teniendo el privilegio de reunir a estos tres talentos en una sola obra. Ellas como es de esperar, dan rienda suelta a su sapiencia del oficio y entregan hora y media de normas de comportamiento intentado educar al espectador.

Lo más resaltante es como orquesta el director a este coro de primeras actrices, creemos que la caracterización es acertada y cada una de ellas tiene su momento estelar, quizá si dosificáramos la mueca y el rictus exagerado, junto a “venezolanizar” mucho más el texto, realizando una versión criolla, partiendo de lo ya escrito, el público pudiese sentirse mucho más identificado. Esto, obviamente no resta nada al conjunto que ofrece un espectáculo de altura donde el espectador se divierte con esta suerte de “obsesivas por la moral y buenas costumbres” que termina encantado. Junto a lo anterior, el extraordinario trabajo de caracterización de las actrices se ve realzado por el vestuario de Raquel Ríos, uno de nuestros mejores talentos a la hora de vestir a los actores en la escena teatral.

En síntesis, Las reglas de la urbanidad en la sociedad moderna, ofrece un compendio de buenas noticias para la escena venezolana, no sólo por el nacimiento de este nuevo colectivo teatral (Hebu Teatro), sino por confluir en él una acertada dirección, con un buen texto y unas actuaciones de lujo.

Rita quiere cambiar

Paralelamente al lanzamiento de Las reglas de urbanidad en la sociedad moderna; se estrenó Educando a Rita, esta vez se trata de un texto del autor inglés Willy Russel, donde una peluquera de profesión (Catherina Cardozo) decide hacer algo por ella misma y busca la superación intelectual, inscribiéndose en un curso particular de literatura con un profesor de la materia, venido a menos y con problemas de alcoholismo, encarnado por el Primer Actor Alejo Felipe.

Moisés Guevara, gerente del Teatro Trasnocho, es el responsable de la puesta en escena de este hermoso texto que deja un sabor de reflexión, en cuanto a la transformación del ser humano a través de sus relaciones. Su resolución escénica es acertada, junto a la estética del maestro Fernando Calzadilla, los artistas, nos colocan como voyeurs de una oficina dentro de una universidad donde el “impenetrable” profesor-poeta (Fleming), intenta huir de sí mismo, refugiado en el alcohol, y a donde llega esta ordinaria mujer pretendiendo cambiar su estilo de vida.

Los actores cumplen con su labor, haciéndonos acompañarlos en el transcurrir del tiempo que supone el cambio de oruga en mariposa al que se somete la protagonista femenina.

Cardozo, además de producir el espectáculo, encarna a Rita, en principio pudiésemos decir que el personaje fue resuelto desde el exterior al interior, pretendiendo caracterizar a una mujer de bajos recursos, ordinaria quizá, sin embargo, en momentos descuida la interioridad del personaje y se queda sólo en la forma, acercándose a ratos al cliché conocido de la fémina ordinaria. No obstante, esto no impide que enganche a su público y a medida que avanza la acción y en consecuencia su transformación, convence y atrapa la atención. Por su parte Alejo Felipe, logra desplegar su veteranía de primer actor y luce seguro, imponente y pleno de matices que permite el disfrute inmediato de su caracterización.

Quizá ajustando un poco más la interpretación textual del personaje de Rita, permitiendo que no sólo aparezca ante nuestros ojos el cambio a través del vestuario y poniendo más atención a la movilización interna necesaria en este complejo personaje, estaríamos frente a un exquisito espectáculo, que estamos seguros puede crecer a lo largo de las futuras temporadas que realice.

Dos espectáculos que llegan a su fin de temporada y que el público venezolano no puede perderse, para apreciar el incansable trabajo de los teatreros venezolanos, que pese a las adversidades económicas y faltas de salas de representación, continúan dando la lucha por presentar sus puestas en escena. Estos montajes dan muestra de ello además de realizar excelente teatro sin necesidad de venderse a la risa fácil, ni a los astracanes del COLICO comercial.

L. A. R. *

Caracas, 12 de Abril de 2009

También nos quitan el corazón cultural de la ciudad



Hace 20 años, en 1989, existía en la calle Los Mangos de la Florida , exactamente donde ahora está la sede de una famosa cadena de farmacias, una quinta llamada “Lourdes”, ahí funcionaba EDUCREARTE, una institución encargada de formar a artistas en distintas disciplinas: teatro, música, fotografía, entre otras. La academia, estaba dirigida en ese momento por el maestro José Ángel Porte Acero, a quien vimos fallecer víctima de un infarto en ese mismo lugar y posteriormente por Gerardo Blanco, para terminar hasta su mudanza, dirigida por Anita Fasulo.

Esa casa era un apéndice del Ateneo de Caracas. La llamaban El Ateneo de La Florida. Un buen día mi tía “la culturosa” llegó con un recorte de prensa y se lo dió a mi madre (que no hallaba qué hacer conmigo en las tardes) un Taller de Teatro para Adolescentes, que se dictaba lunes, miércoles y viernes de 2 a 6 de la tarde por Pilar Ciscar, Oriette Saade y Olga Gutiérrez. Mi madre me inscribió, me cambió la vida, durante dos años, consecutivos, ahí entré por primera vez en contacto con eso que llaman actuar, con las mariposas en el estómago mientras entra el público, ahí descubrí mi vocación… El teatro. Como es de esperarse, estos talleres montajes culminaban con una puesta en escena y como el instituto era dependiente del Ateneo, pues ¿Dónde más nos íbamos a presentar? En mis incipientes 14 años, no entendía la magnitud del hecho. La primera vez que pisé unas tablas lo hice ahí, en la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas, aun sin conciencia de lo que eso representaría después. Escenificábamos un collage de piezas de teatro venezolano y a mí me tocaba cerrar con un fragmento del monólogo Madame Pompinette, de José Gabriel Núñez, que catapultó a Pedro Marthan como uno de los mejores actores de este país… ¡Qué osadía! 14 años y haciendo Madame Pompinette, era un cierre de taller y por presidir la institución estaba entre el público, apoyando, Doña María Teresa Castillo. Recuerdo que subió al escenario y nos entregaron certificados y todo lo que eso conlleva, obvio que yo no sabía quién era esa señora, y qué representaba, sólo que era la Presidenta de esa institución donde yo me estaba formando. El segundo año se hizo lo propio, otra pieza y las mismas tablas, ya nos eran familiares. El pasillo de los camerinos comenzaba a darle a uno creencia que era “artista” porque estabas dentro del Ateneo de Caracas y el compromiso mayor porque “ya saben, la Señora María Teresa va estar en la sala”.

Corría el año 90 y mi primer Festival Internacional de Teatro, ahí, en el Ateneo, con mi poca experiencia tenía la oportunidad de ver lo que hacían los grupos de afuera. Además, me topaba sin mucha claridad aún de quiénes eran, con Carlos Giménez, con Cabrujas, con Verdial, con los actores de aquel Rajatabla, me tropecé en las colas con María Cristina Lozada, Tania, y le pedí un autógrafo a Amalia Pérez Díaz. Claro, ya en los 15 tenía una convicción absoluta que quería esta profesión para mi vida…

Después se inició el Festival de Teatro Estudiantil José Ángel Porte Acero, en homenaje al fallecido maestro, que dirigía el Ateneo de la Florida. Allí conocí a Freddy Mota, su primer coordinador, después me enteraría y disfrutaría de su talento como uno de los mejores imitadores de la eterna “Lupe”. En esos primeros Festivales fue donde comenzamos a tejer sueños y llevarlos a cabo, junto a hoy grandes y entrañables amigos: Basilio Álvarez, con Skena; José Gregorio Cabello; Wilfredo Zurita (Q.E.P.D) con sus muchachos del Periaktes, y tantos otros que se convertían en rivales en cada edición del festival y luego poco a poco en colegas… Esto fue en el Ateneo de Caracas.

Fui entendiendo qué significaba ese cubo gris al lado del parque los Caobos y que sirve de entrada a los museos más importantes de la ciudad, en 20 años es mucho lo que ha pasado y lo que he podido ver y hacer en las salas del Ateneo. La Peterson la conocí como director de la mano de Antonio Delli y Gonzalo Camacho cuando emprendimos juntos la premiada El veneno del teatro, que nos dio tantas satisfacciones, y luego tantas otras que enumerar sería fastidioso; no tuve el privilegio de actuar nunca en la Anna Julia Rojas, pero sí de mostrar a mi grupo allí, el pasado mes de noviembre, cuando de la mano del Festival CreaJoven 2008, mis talleristas se presentaron en dicho espacio… ¡Qué orgullo! Como empecé yo en mis primeros pasos de actor y director y verlos a ellos en esas tablas frente a esas 400 butacas… Pienso en los dos hechos con 20 años de distancia y concluyo, así como a mí, a ellos, el Ateneo de Caracas les posibilitó presentarse en sus espacios gracias a los proyectos de apoyo a las nuevas generaciones del teatro…

Allí, en el Ateneo de Caracas, tomé formalmente mi primer curso de crítica teatral, con el maestro cubano Eberto García Abreu, en un festival internacional, cuando decidí dedicarme también a pensar y analizar más afondo las propuestas de mis colegas y hacerlas públicas. En fin, cuantificar lo que significa ese cubo gris es innecesario, más cuando todos sabemos lo que representa para la ciudad, para los artistas, para el público, para los artesanos, para sus trabajadores, para los jóvenes, los niños, para la gente que se forma ahí, para los cinéfilos, para los de la tercera edad, para los grupos internacionales que nos visitaron y nos visitan, para los bailarines, para los técnicos, dramaturgos, actores, escenógrafos, vestuaristas, artistas plásticos, músicos, cantantes, en fin … Todos, o casi todos, porque a decir de las personas que, lamentablemente, rigen los destinos de nuestro país en estos momentos, parece que no se han enterado de la labor cumplida por 77 años de esta institución…

La primera semana de Mayo de 2009 el Ateneo de Caracas no estará más ahí, frente a la Plaza Morelos , no será más la entrada a los museos más importantes de la ciudad, ni será más la tribuna donde artistas y estetas confrontemos nuestras propuestas. ¿Y en qué se convertirá? Nos preguntamos todos ¿Dónde está el proyecto? ¿Por qué no construyen más salas teatrales? En vez de pasar facturas políticas. Es verdad que nadie es perfecto, obvio que la gestión de 77 años de una institución tiene sus altos y bajos, somos humanos, pero pretender arrebatar de un plumazo 77 años de historia, pretender acabar con el corazón cultural de la ciudad no es sino la lamentable demostración que no se sabe qué se está haciendo en la conducción de los destinos de una nación… Qué lástima, el consuelo, si es que hay alguno, es que las instituciones quedan, los gobiernos pasan… por eso creo que en un momento como este, aquella frase célebre cabe mejor que nunca:

“Donde todos piensan igual, nadie piensa mucho”…

L. A. R. *

Caracas, 11 de Febrero de 2009