martes, 15 de abril de 2008

La Nueva Rajatabla




El ser humano por naturaleza siempre ha pretendido invertir su tiempo en algo productivo, pero muchas veces no lo logra. El ocio en su definición más concreta etimológicamente, hablando, proviene del latín otium, que significa reposo. Según el Diccionario de la Real Academia Española (1992), ocio es el tiempo libre, fuera de las obligaciones y ocupaciones habituales.
Pero para llegar a una adecuada comprensión del concepto de ocio, es imprescindible diferenciarlo tanto del tiempo libre, como del tiempo liberado. El tiempo libre se considera y contempla como el periodo de tiempo no sujeto a obligaciones. Sin embargo, en el tiempo libre se realizan una serie de actividades, que aunque no son propiamente laborales pueden llegar a ser obligatorias, tales como las tareas domésticas cotidianas, los desplazamientos sobre todo en las grandes ciudades, las compras de primera necesidad, entre otras. Por el contrario el tiempo liberado, ocurre cuando la persona ha cumplido con todas sus obligaciones y le resta tiempo que lo utiliza en lo que decida hacer de acuerdo a sus preferencias, es ahí donde entra en juego la palabra objeto de nuestro análisis: la ociosidad.

Este introito nos permite dar antesala a la más reciente puesta en escena del Grupo Rajatabla, El peligroso encanto de la ociosidad, llevada a escena por el actor Germán Mendieta, en su primera puesta en escena profesional, y de la mano del reconocido dramaturgo, director y maestro del teatro venezolano: Gilberto Pinto. El peligroso encanto… a nuestro modo de ver, marca una diferencia en el trayecto escénico de esta agrupación bandera del teatro venezolano. Afirmamos esto, en tanto consideramos que hasta este montaje la agrupación venía intentando repetir los esquemas pasados de representación escénica que la habían llevado en los ochenta y noventa a convertirse en el grupo venezolano con mayor proyección nacional y universal. La concreción de esta puesta llena de renovación y nuevo lenguaje se aleja de lo ya harto visto por el público “rajatablino” bajo la égida de su artífice Carlos Giménez, fallecido en 1993, y quien transformó la escena nacional con sus espectaculares interpretaciones de los clásicos universales y latinoamericanos. Desde 1993 a la fecha, Rajatabla ha intentado no perder el brillo de otrora y ha jugado al “teatro museo”, reviviendo puestas en escena de Giménez, haciendo un titánico esfuerzo por no perder el sitial de honor que gozaba en el pasado, con algunas puestas en escenas nuevas de directores invitados. Ahora, con este texto de Pinto y la dirección de uno de sus más representativos actores, logran trascender al “maestro” para ofrecer una visión distinta de la “trouppé gimeniana”.

Mendieta logra su cometido, apoyándose en un renovado elenco estable, provenientes del Taller Nacional de Teatro (TNT), proyecto de formación actoral, ideado por Giménez en los ochenta y que ha servido de semillero de muchos profesionales de las tablas venezolanas que hoy dan que hablar en nuestra marquesina. Rosana Hernández, Gabriel Agüero, Carolina Gentile, Elvis Chaveinte, Eliseo Pereira, Tatiana Mabo y Berluz Briceño, son los intérpretes encargados de dar vida a esta familia de clase pudiente de los años 80 que para mitigar el tiempo libre se convierten en justicieros anónimos e intentan sanear la corrompida sociedad venezolana de la época por sus propias manos.

Enmarcados en una propuesta audiovisual, con utilización de elementos propios del cine y la televisión, estos hermanos y primos liderados por el mayor, Carlos (Elvis Chaveinte), intentan dar razones a sus ociosas vidas llenas de despilfarro y consentimientos propios de la clase social a la que pertenecen. De esta forma, el texto concebido por Pinto a finales de los años setenta y perteneciente a la trilogía conformada por “El hombre de la rata (1963) y La noche moribunda (1966) en la que el autor trata de contestar con voz airada a los gritos histéricos de la contra-cultura, de exacerbación erótica, de su "muerte a la palabra" y de propagación de lo más nocivo de la televisión”(tomado de: http://www.venezuelatuya.com/), inaugura la I Muestra Concurso Rajatabla de Dramaturgia Nacional.

Durante cinco semanas finalizando el 16 de marzo pasado, la Sala sede de la Fundación , se transformó en el sótano de la familia que reúne a estos rebeldes a favor del saneamiento social. Un espacio bi-frontal que ayudó a crear el clima de la pieza sorprendiendo con salidas y entradas, dan un punto a favor del director, ya que llena de dinamismo una puesta de un texto que por su estructura resulta bastante cuesta arriba llevar a las tablas. Pinto nos va narrando la historia hasta llegar a un clímax inevitable, pero sin embargo al culminar el desenlace se desinfla y queda su tesis en el aire. No sabemos a fin de cuentas si estos “niños de papá” cumplen o no su cometido y en qué para todo.

Lo anterior obliga al director a echar mano a cuanto recurso escénico puede, para contar la historia, así llena el escenario de simultaneidad: cámaras de video, pantallas, disfraces, coreografías alusivas a famosas películas de los ‘70 y ‘80, sexo, drogas, entre otras cosas. La propuesta de Mendieta no la consideramos fallida, por el contrario creemos hizo un esfuerzo titánico para lograr darle “contemporaneidad” a un texto producido hace ya más de 30 años, el problema reside en mezclar tantos recursos y ponerlos en la escena al mismo tiempo. Lo anterior, da como resultado que el público no sepa a dónde mirar ni qué mirar, terminando por escoger lo que más le interese y perderse otras partes importantes para el desarrollo de la historia. Si se priorizaran los elementos escénicos, se pudiese dar concreción a una puesta mucho más limpia y cuidada, lo que no descalifica el trabajo de Mendieta en ningún sentido.

Por su parte los histriones sorprenden por su fuerza interpretativa, mucho más amalgamados y sólidos los trabajos masculinos que los femeninos, quizá por el carácter que le imprime el dramaturgo a los mismos o por la puesta a las que están sometidos. Las féminas lucieron más débiles en su caracterización de las que destacan Rosana Hernández en una extraordinaria ninfómana drogadicta, y Carolina Gentile, como la ingenua niña rica. Chaveinte, Pereira y Agüero, son definitivamente los que se roban el show al ser motores de toda la acción dramática. Creíbles, sinceros y audaces estamos seguros que crecerán aun más si continúan el camino del arte teatral.

En resumen, este homenaje a Gilberto Pinto, impregnó de aires nuevos a Rajatabla, que tanta falta le hace, su productor y presidente Francisco Alfaro, creemos está apuntando a donde debe ser, y es dar oportunidad a que su propia gente plantee nuevos proyectos y se arriesguen a nuevos códigos escénicos, para lograr llevar el barco “rajatablino” a buen puerto como lo está haciendo y una muestra clara de ello es El peligroso encanto de la ociosidad, que lejos de restar suma puntos a lo que llamaremos “la nueva Rajatabla”.
L. A. R. *
Caracas, 9 de Abril de 2008