viernes, 18 de noviembre de 2022

Las ovejas negras de Henry Zapata (*)



 La necesidad de reconocimiento muchas veces va de la mano con el arte. El ser humano por naturaleza necesita ser reconocido, tomado en cuenta, atendido, amado u odiado. Muchas veces canalizamos esa necesidad en frustraciones, relaciones tormentosas, depresiones, ansiedad; otras tantas ese anhelo es sublimado a través del arte. 

Muchos artistas, lo son, por el deseo de ser reconocidos, llamar la atención, existir. A veces es tal el reconocimiento, éxito y fama que obtienen, que terminan siendo arrastrados a una vorágine de vida que acaba por destruirlos. 

Al leer la joven dramaturgia de Henry Zapata, estas premisas saltan a la mente. Sus personajes tienen un denominador común, están inmersos en el arte, son tocados por la necesidad de expresarse, ser reconocidos, por el anhelo de alcanzar algo de lo que carecen, o peor aún de lo que ellos creen que carecen. 

Sean pintores, como en el caso de su premiada pieza Lautrec de 2019 (que obtuvo Mención especial del II Concurso de Dramaturgia del Trasnocho Cultural), donde transita los últimos momentos de vida del famoso ilustrador francés Toulouse Lautrec; o bien fotógrafos o diseñadores de moda, como en esta Mustique, ganadora del XVI Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores y que hoy presentamos ante ustedes. Mustique, nos invita a ser espectadores del encuentro ocurrido en la isladel Caribe del mismo nombre, entre una desconocida Carolina Herrera y un joven neoyorquino con pretensiones de reconocimiento Robert Mapplethorpe en 1976.

Puede sonar irónico, pero lo valioso de la visión de Henry Zapata en estos textos es mirar al personaje y contarlo, no desde su fama y gloria, sino todo lo contrario desde su decadencia, o incluso desde su anonimato. Esta estrategia le permite al dramaturgo hurgar en emociones, situaciones y reacciones que ofrecen otra visión de la ya conocida por el espectador y manoseada por el show businnes y la prensa del corazón.

En esta obra, encontramos a una joven Carolina Herrera de tan solo 36 años, sumida en un conflicto de insatisfacción vocacional, con el deseo de ser otra persona de la que hasta ahora estuvo obligada a ser por pertenecer a la familia en la que le tocó nacer, con dos matrimonios a cuestas y tres hijas, se refugia en el paraíso privado que le ofrece esta isla exclusiva a reflexionar sobre sus anhelos de ser diseñadora de modas sin siquiera saber dibujar y mucho menos coser. Zapata, inteligentemente la pone a dialogar con Robert quien para el momento es un joven gay trasgresor y excesivo que gusta del mundo perverso del sexo y los excesos. Que ha salido de la casi mendicidad a ser rescatado por un magnate del arte que ha puesto a su servicio todas las comodidades monetarias. Y que se quiere labrar un nombre por mostrar al mundo la sordidez del ser humano. 

Dos mundos que chocan: lo clásico y lo barroco; la pasión versus la razón; la necesidad de una vida distinta sin aspiraciones de reconocimiento frente a la necesidad de un reconocimiento para poder tener una vida con sentido; el hermetismo de ella frente al desenfreno de él. Pero los dos igualmente insatisfechos con sus vidas. 

En Mustique, no hay espectacularidad aparente, pudiéramos decir que es una pieza totalmente anti-teatral, la acción es imperceptible, quieta, casi “chejoviana”, porque dentro de los personajes es donde ocurre todo y a medida que se van descubriendo, que entran en confianza y se van reconociendo se revelan como los seres vulnerables que son.

Carolina intenta protegerse de las provocaciones de Robert, él por su parte intenta entender y absorber como una esponja la experiencia de una mujer de mundo, que a pesar de codearse con las más altas esferas de la sociedad no consigue identificar su esencia. 

Ella se niega a ser fotografiada por él. “Una fotografía revela intimidad de las personas” dice. Él la provoca, hurga en sus entrañas para poder conocer a la verdadera Carolina, rompe su coraza y la expone a un juego en donde le muestra su verdadera esencia, hace que visualice su primer desfile de moda (que ocurrirá en Nueva York cuatro años más tarde cuando Carolina cumpla 40 años) que la convertirá en lo que hoy todos conocemos.Como un oráculo, Robert le revela su verdad. Y ella accede a ser fotografiada a que él entre en su intimidad: “Te prometo que pondré el retrato en mi oficina frente al que me hizo Andy Warhol” le dice ella. Él ha obtenido lo que deseaba estar a la altura de los más grandes. 

Henry Zapata, no solo plantea la tesis del artista vulnerable y perdido. Si no que reafirma la premisa que planteaba en su obra anterior Lautrec: “Una oveja negra la tiene cualquier familia. Pero que viva del arte, que mi arte salga, que exista allá afuera, le resulta inaudito. Para ella, esta oveja trascendió el negro”. 



  Robert Mapplethorpe : Carolina Herrera , 1976


*Texto a propósito de la presentación y bautizo del libro “Mustique” (Monte Ávila 2022)