Cúa, Estado Miranda, la vio nacer un 15 de octubre de 1908, año convulsionado en la política del país, salía Castro del poder para entrar Gómez y comenzar la más férrea dictadura que ha conocido Venezuela en su contemporaneidad. Ese fue el panorama que vio crecer a María Teresa Castillo, quien debió abandonar su Cúa natal debido al fallecimiento de su padre Rafael Castillo. Su madre María Teresa Terán Dunlop y su hermana Alicia, debieron abandonar la provincia para hacerse un porvenir en la capital. Así llega a Caracas y entre venta de dulces y sacrificio, va creciendo la que sería llamada
Con sólo 20 años ya es una activista en contra de la dictadura
gomecista y entra en las filas de la llamada Generación del 28, grupo de estudiantes, intelectuales y artistas
que levantan su grito en contra del “Benemérito”. Una mujer de fuerte templanza
y decisiones contundentes, María Teresa Castillo siempre tuvo como Norte la
justicia y la defensa de la libertad, jamás durante sus 103 años de existencia
descansó para conseguir lo que se proponía. Fue una mujer que transformó la
visión y participación de las féminas en distintos ámbitos de aquel país que apenas
veía la alborada de la democracia. Hasta ser presa política cuando las primeras
organizaciones intentaban dar una respuesta de libertad y pluralidad a la
nación.
Desde 1942 estuvo ligada activamente al periodismo como reportera
del Diario Últimas Noticias hasta
conseguir licenciarse en la Universidad
Central de Venezuela en 1949 perteneciente a la primera
promoción Leoncio Martínez de donde
egresa junto a Miguel Otero Silva, su compañero de vida, con quien contrae
matrimonio en 1947, para no separarse jamás sino hasta la muerte del excelso
periodista y escritor, fundador del Diario El Nacional.
De allí en adelante la lucha de la Dama de la cultura no descansará hasta su retiro
de la vida pública ocurrido a los 99 años de edad.
Quizás su mayor legado es su desempeño como Presidenta vitalicia del
Ateneo de Caracas, cargo que asume en 1958 y desde ese momento no descansó en
convertir, como lo hizo, a esta institución en la referencia y centro cultural
más importante del país. El Ateneo, se transformó rápidamente en casa que
cobijaba y cobija las expresiones más diversas del pensamiento político y
artístico, académico y popular, amén de las diversas manifestaciones
culturales: el teatro, las artes plásticas, el cine, la música, la danza,
fueron el motor que impulsó la vida de María Teresa Castillo y se propuso,
hasta lograrlo, que el Ateneo generara e irradiara un impresionante movimiento
cultural que constituyó una referencia en Latinoamérica. A la vez que dio techo
a innumerables proyectos que vieron luz desde esa casa: el grupo teatral
Rajatabla, el Centro de Creación e Investigación Teatral (CELCIT), la Fundación Teatro
Teresa Carreño, El Instituto Internacional de Teatro (ITI), el Sistema de
Orquestas Infantiles y Juveniles, El Festival Nacional e Internacional de
Caracas, son sólo algunos de los sueños alcanzados por María Teresa, enumerar
sus logros sería imposible.
Pero sentimos, y creemos que los lectores estarán de acuerdo con
nosotros, que el mayor logro de esta incansable mujer es siempre mantener una
humilde sonrisa en los labios y jamás limitar a nadie en su posibilidad de
expresión y desarrollo de su arte. El apoyo a los jóvenes y la creencia en un
mejor país a través del hecho cultural, le permitió siempre tener las puertas
abiertas a cualquier propuesta por sencilla o novel que pareciese y todo el
tiempo brindar el apoyo incondicional viniese de donde viniese.
Junto a su equipo de trabajo pudo transformar y brindarle al
venezolano la posibilidad de acceder a las mejores manifestaciones culturales
del mundo, sin distingo de ningún tipo. Sin condiciones consiguió gerenciar una
impresionante épica de la cultura venezolana, pero no desde el protagonismo
individual, todo lo contrario, si no en pro de que el pueblo venezolano pudiera
entrar en contacto con la cultura.
Como lo ejemplifica Tulio Hernández, en el ensayo: La pasión como forma de vida contenido
en el libro homenaje que le hiciera el Ateneo de Caracas: María Teresa Castillo, retratos de una pasión:
“Lo que la gente quiere y admira en María Teresa no es tanto un
curriculum, sino una dimensión ilimitada del cariño y la pasión, no la
condición de ser promotora de un repertorio de determinadas obras, sino el
encarnar un sentimiento escaso y extraño en naciones de culturas democráticas e
inacabadas, titubeantes e inseguras. Ese sentimiento se explica en la capacidad
de ser a la vez pluralista y comprometida, tolerante y combativa (…) de servir
de puente entre las convenciones tradicionales del poder y la irreverencia de
los artistas (…) pero su ingrediente particular es el haber hecho todo desde
una postura personal, más parecida a la
inocencia que a las estrategias modernas de quienes aspiran a la fama”
(1998:24)
Esa era la Dama de la cultura que nos
entrega un legado inmenso, desde su partida ocurrida la madrugada del viernes
pasado a sus 103 años. Es el momento de tomarla como ejemplo y de utilizar sus
enseñanzas en pro de superar los desvíos frenéticos de la profunda división e
ignorancia en los que se sume la vida cultural y política de la actualidad.
¡Doña María
Teresa, Gracias por enseñarnos la libertad!
Caracas, 25 de
junio de 2012
@rosasla