sábado, 6 de octubre de 2012

Cuando la represión destruye a los represores



Desde la semana pasada se lleva a cabo la representación de la pieza teatral Pedro y el Capitán, original del escritor uruguayo Mario Benedetti, fallecido en 2009, a cargo del Grupo Teatral REPICO, en el Teatro Municipal de Caracas, bajo la batuta de la directora Consuelo Trum y las actuaciones de Vicente Peña y Adolfo Nittoli.

Pedro y el Capitán, es un grito en contra de la represión, escrita en 1979 por un Benedetti exiliado a causa de la dictadura militar que asoló al Uruguay desde 1973 y hasta 1985. Su estructura se reduce a un espacio intimista (una sala de interrogatorios) donde el Capitán intenta sacar alguna información al torturado Pedro, quien leal a sus ideas y a la dignidad de todo luchador político, no revela ninguna información así le cueste la vida.

Aunque el recinto de representación no es el más adecuado para este montaje, debido a la lejanía del público con respecto al dispositivo escénico, Consuelo Trum supo saltar las limitaciones de tales dimensiones y logra eficazmente conectar a su público con la situación planteada. La solución escenográfica, más el lenguaje visual (a través de una cámara de video en vivo) permite que el público como voyeur pueda apreciar y padecer los rostros, expresiones y gestos de un acto deleznable: el interrogatorio a un inocente en contra de un régimen absoluto.

Lo interesante es observar cómo esta pieza, escrita en 1979 bajo las circunstancias en las que fue creada, cobra relevancia y puede hoy en 2012 decirnos algo a los venezolanos y más aún en un recinto como el Teatro Municipal. Nos referimos a cómo un texto teatral cobra importancia y vigencia según el marco social en el que sea insertado. No cabe duda que leer a Benedetti en su drama de perseguido político en un mundo de ficción dividido en dos bandos tiene mucho que decirles a los venezolanos de hoy. Al igual que entender el genio de Mario Benedetti al lograr que su opresor (El Capitán) pueda ser doblegado por el oprimido (Pedro) sólo con la fortaleza de aguantar torturas hasta morir y poder con su silencio transformar y destruir a su oponente.

La puesta de Trum luce correcta, precisa y sin titubeos. Se apoya en sus actores, y como buena conductora de intérpretes, los lleva a conmover al espectador. Nittoli, se presenta muy bien plantado en la difícil tarea de representar al opresor, en tanto este tipo de personajes coquetea muy fácilmente con el estereotipo, cosa que no permite Nittoli, si abogamos por ajustar el final del personaje en presentarlo de forma un poco más descolocado ante la negativa de confesión de su oponente.

Por su parte Vicente Peña, tiene el privilegio de ser uno de nuestros histriones más versátiles en el teatro venezolano actual, no hemos visto hasta el momento un trabajo escénico donde se repita o eche mano de algún recurso viciado. Todo lo contrario, es un verdadero camaleón que se transfigura a la altura de las necesidades que el papel requiera. Aquí construye un carácter con puntada fina y permite que el espectador se solidarice con su drama, entienda y lo acompañe en su vía crucis.

En definitiva esta segunda vuelta de REPICO de la mano de Benedetti (ya en 2004 habían llevado a escena la divertida comedia amorosa Ida y vuelta) es un punto a su favor, entendiendo lo golpeados que se encuentran los colectivos teatrales privados que se preocupan por llevar al espectador caraqueño teatro de calidad que sensibilice y no sólo divierta. Estamos seguros que esta lectura escénica de Pedro y el Capitán ganará  al ser llevada a espacios escénicos de menor aforo en donde el espectador se introduzca dentro de la celda de interrogatorios. Puede ser entonces cuando podamos entender que la tolerancia y el respeto por las ideas del otro son el mejor camino de la convivencia en libertad.

@rosasla
Caracas, 01 de junio de 2012. 

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