martes, 30 de diciembre de 2008

El Drama de Carlos María en San Marcos de Venecia




No cabe duda que nacer con condiciones especiales representa una situación particular para cualquier núcleo familiar que pase por esa situación, más aún si no se cuentan con los recursos para sobrellevar una persona con dificultades de aprendizaje o con atraso mental. En nuestro país el tema ha sido objeto de múltiples disertaciones en distintos medios de comunicación, se discute y argumenta acerca de las mejores formas de tratar de superar lo que conlleva tener un miembro en el hogar que posea condiciones especiales. Esta vez, la agrupación Teatro Arena trae una nueva propuesta acerca del tema que invita a reflexionar entre las risas y las lágrimas. Desde el pasado 20 de noviembre y hasta el 21 de diciembre se estuvo representando, en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas, la sentida pieza dramática: San Marcos de Venecia, escrita y dirigida por Julio César Alfonzo y protagonizada por William Cuao y el propio Alfonzo, quien ya ha dado muestras de acertividad en las tablas como dramaturgo con sus textos: Menguada o El instante entre otros conocidos, que permiten respaldar los más de 20 años de trayectoria teatral que este hombre de teatro y artista plástico ha desarrollado. San Marcos de Venecia, nos narra la historia de dos amigos, discapacitados, habitantes de un pueblo olvidado llamado La Pastora de Torure, en donde existe una única plaza olvidada y que es el lugar de encuentro de los protagonistas; todos los días ocurre el encuentro de los dos amigos después de ir a la escuela, un ritual para mitigar la soledad y para contarse las vicisitudes del día, así como para dejar un espacio para la fe, en tanto Benedicto (Julio césar Alfonzo) ha sido encomendado por su abuela, antes de morir, a recibir las cartas de peticiones de milagros al Santo Niño Jesús, depositadas en su cajita de cristal. Pero el conflicto debe surgir, y en este caso Alfonzo, como dramaturgo, da un giro dramático inesperado al relato lo que convierte la pieza en una dolorosa reflexión acerca de la tolerancia entre las personas, tema hoy en día tan discutido en la sociedad venezolana actual, no sólo la intolerancia, sino, la violencia, el desprecio, el sometimiento de los “más aptos” sobre los débiles. Carlos María es burlado, amenazado y agredido constantemente por su condición especial por sus compañeros de clases, la crueldad infantil se pone de manifiesto. Su amigo Benedicto es su defensor, hasta que un día el juego se trasforma en tragedia y los golpes y pedradas propinados a Carlos María, recaen en Benedicto quien se ha puesto de escudo para salvarlo sacrificando su vida por la de su amigo. El giro de la historia hace entender al espectador que el hilo dramático se sostiene en los diálogos ficticios de Carlos María con su amigo fallecido, un aliciente de nuevo para no estar sólo, un clamor para protegerse, una petición a ese Niño Jesús Bendito para que todo vuelva a ser como antes. Un hermoso y terrible canto a la amistad, a la solidaridad resulta esta exquisita puesta en escena, remozada por la intensidad dramática de la música escogida por la dirección y por el acertado trabajo de iluminación del veterano Manuel Pappaterra, quien remarca hábilmente las atmósferas que van conduciendo a la fatalidad de la historia, en medio de contraluces y penumbras que invitan a la reflexión y la intimidad. Los histriones por su parte, demuestran un trabajo hilado finamente, con la complejidad corporal que el caso requiere cuando se representan personajes de este tipo. Verdad, organicidad y sencillez, ofrecen al espectador una lección del oficio del actor en plena conjunción con su talento. No hay nada de más, no falta nada y no es fácil tarea, en el caso de Alfonzo, quien asume la dirección e interpretación de uno de los personajes, es aquí donde demuestra la sapiencia del oficio respaldado por su patner William Cuao, uno de los actores más importantes del Teatro Venezolano actual. En síntesis, esta nueva temporada de San Marcos de Venecia (estrenada ya en 2005 en el marco del Festival Internacional de Teatro de Oriente) permite disfrutar de un acertado producto artístico sin detenerse en despliegues de producción, que no resta para nada en calidad de espectáculo, pero con auténtico profesionalismo y demostración de excelencia a la hora de llevar un resultado artístico de alta factura fácilmente exportable como representación del teatro profesional de arte que se realiza en nuestro país. San Marcos de Venecia, es un espaldarazo a nuestro arte teatral y que da muestras de la intensa actividad de los teatreros profesionales que se juntan para crear determinantes puestas en escena. Para la marquesina teatral caraqueña, creemos, ésta ha sido una extraordinaria forma de cerrar el año 2008 con broche de oro.


L. A. R.

Caracas, 30 de Diciembre de 2008

domingo, 14 de diciembre de 2008

La Nona devoró el Trasnocho por tres meses



Septiembre fue el inicio y noviembre el cierre de la primera temporada del más reciente montaje del grupo teatral REPICO, quienes apostaron por un autor argentino, Roberto Cossa, para hablar de un sistema que se come a pedazos a un país, sublimado magistralmente por el dramaturgo en su célebre pieza: La Nona ; esta vez bajo la lectura escénica de Consuelo Trum, respaldada por un veterano elenco de histriones encabezado por los primeros actores: Héctor Campobello y Orlando Rodríguez, acompañados del talentoso William Goite, Claudia Nieto, Adolfo Nittoli, Valeria Castillo y con la participación especial de Francis Romero.

Estar frente a esta versión de La Nona , supone una experiencia de múltiples sorpresas, todas gratas. En principio hay un deleite en el dispositivo escénico que ambienta algunos espacios de la casa de una familia de ascendencia italiana, magistralmente creado por el artista Oscar Salomón, quien con fino ojo construye una estética muy cuidada en detalles con el mobiliario y la utilería que recrean la historia. Luego, la disposición espacial creada por la directora (bi-frontalidad) obliga al público a “abusar” de su condición intrínseca de “voyeur”, estamos dentro de este comedor “husmeando” la patética vida de un hogar que es devorado poco a poco por la terrible voracidad de su miembro más anciano, que se sienta en su trono controlando todo movimiento que le indique alguna posibilidad de ponerse en marcha para arrancar a comer.

Por otro lado está la conjunción de un elenco muy bien amalgamado y con comprobado desempeño exitoso en las tablas venezolanas, sus interpretaciones desconectan por un momento al espectador de la vorágine realidad de la ciudad capital, y lo sumerge por una hora y veinte minutos, en una sarcástica comedia negra que logró, en su momento de estreno (1977), retratar a la sociedad argentina víctima de la dictadura y de un sistema que literalmente se los “tragó”. Sin embargo debemos acotar, que el mensaje político en esta lectura se deja de lado, está intrínseco en el texto, soterrado, omnipresente, aunque la directora Trum, no se sostiene de él, prefiere optar por la tragicomedia de humor negro y recalcitrante que obliga al espectador a obviarlo; sentimos se pudo sacar más punta a la ocasión, más cuando nuestra realidad política, económica y social nos lacera tanto. La dirección prefirió exprimir la hilaridad retorcida de la pieza, hasta llevarla a la tragedia en que termina con la eliminación de cada miembro de esta familia condenada por el dominio de una “tierna viejecilla”, una lectura válida totalmente y que da un coherente resultado.

La pieza se sostiene, además de lo comentado, por la solvente interpretación de William Goite como el sostén de la familia en el personaje de Carmelo, en constante lucha con su antagonista: su hermano parásito, Chicho, interpretado con aguda convicción por el joven Adolfo Nittoli, quien se revela como un interesante talento en su desarrollo artístico hasta el momento. Sorprende gratamente la solidez del elenco femenino, encabezado por Claudia Nieto en el personaje de María, quien da muestra de su evolución en búsqueda de transformarse en una madura actriz de histrionismo comprobado, acompañada de la fresca Valeria Castillo que, aunque el texto no le permite dar rienda suelta a sus cualidades de intérprete, logra solucionarlo con un encantador personaje de Marta, mostrando lo superficial y destructivo de la vida fácil. Finalmente cierra el cuadro femenino la versátil Francis Romero, que construye una imponente caracterización como la Tía Ángela, confirmando una vez más la inequívoca escogencia de la actuación como profesión de esta intérprete.

Coronan el cuadro actoral, los veteranos Orlando Rodríguez, en el papel de Don Francisco, aparente “tabla de salvación” de la familia, que termina convirtiéndose en otra carga más, junto al primer actor Héctor Campobello, reconocido hombre de las artes escénicas venezolanas, que con su Nona, logra producir una dualidad descabellada entre ternura y rechazo por todas las acciones que en ese papel se encarnan.

Este montaje de REPICO, no hace pensar más que nuestro teatro puede ofrecer un producto de alta calidad con textos inteligentes, resoluciones escénicas creativas y profesionales, cuando se conjugan estos factores, más los estéticos y artísticos en pro de un objetivo, no se puede obtener otro resultado que un producto sólido que fascina al espectador que acude a verlo.


L. A. R.