jueves, 3 de junio de 2021

Todos Queremos A Mamá

 



Poco a poco la pandemia del Covid-19 ha ido abriendo espacio para retomar la vida cultural del país, de manera muy tímida y con mucha precaución, los profesionales de teatro luego de reinventarse durante año y medio a través de las plataformas digitales, vuelven capciosos a las salas de la ciudad de Caracas sin saber a ciencia cierta la recepción del púbico, aún temeroso del virus, y sin poder tener el aforo completo en los teatros. 

Tal es el caso de la pieza estrenada a finales del año pasado A mamá, segunda parte de una Orestíada vernácula, original del dramaturgo argentino Guillermo Cacace y que inaugura las actividades formales de la nueva productora teatral: Zanvaj Producciones, quienes esta vez convocan a la veterana directora Marisol Martínez para llevar la batuta de la puesta en escena y contarnos la historia del asesinato de Clitemnestra a manos de su hijo Orestes. 

Con sabor venezolano y adaptada al patético rostro burgués de la actualidad, asistimos a una cena de fin de año que coincide con la vuelta a casa del hijo varón Orestes. En medio de la celebración se van revelando las verdades y tensiones entre los miembros de la familia, quienes empujados por el banquete y el alcohol irán sacando sus verdades y cumpliendo sus destinos inexorables. 

Reinterpretar los clásicos hoy en día, supone alejarse del llamado teatro museo y tender una línea de conexión con las sociedades que los reciben, en este caso tanto la dramaturgia como la dirección, comprenden inteligentemente esta premisa y nos ofrecen un espectáculo que identifica de manera inmediata al público por los referentes que toca y por la puesta en escena que Martínez ideó para sus actores. 



La dirección no sólo conoce al clásico por dentro, si no que gracias a su experticia en el trabajo corporal y acrobático, convoca a los histriones a conformar sus caracteres con una base corporal de coreografía muy bien cuidada (A cargo de Luis Vicente González) y que brinda a la puesta un dinamismo y ritmo trepidante. De esta forma el espectador se acerca a modo de voyeur y entra al comedor de esta deprimida familia que ostentó el poder en un tiempo y hoy se ve disminuida pero sin la conciencia de ser otros.

A la directora se le facilita su impecable trabajo al apoyarse en sus intérpretes, sin lugar a dudas los veteranos Verónica Arellano en Clitemnestra y Antonio Delli en Egisto, hacen de las suyas y soportan el elenco juvenil, es en ellos donde recae la responsabilidad e hilo conductor de la puesta cuando pretenden armar la pantomima de la fiesta navideña tratando de tapar sus acciones delictivas y aparentar que todo fluye de manera normal en esta familia fracturada, aunque el protagonista sigue siendo Orestes, encarnado correctamente por Ángel Pelay, son los roles de cabeza de familia quienes pretenden manejar a la prole como unos títeres. Sin embargo Electra (Randimar Guevara) y Crisótemis (Zahir Mora) les arruinan sus planes y es aquí donde el elenco juvenil se luce. Al avanzar la acción y el protagonismo comienza a centrarse en los hijos, éstos lograrán cumplir su objetivo de forma extraordinaria. 

La dirección impacta con su puesta cuando a partir del momento que asumen el control los jóvenes da rienda suelta al histrionismo de cada uno de ellos y los explota hasta las últimas consecuencias: canto, baile, coreografías, soliloquios, maromas y performances que arrastran al espectador hacia el clímax y desenlace de la tragedia. Luego del exceso, llega la calma y Orestes podrá cumplir con su cometido, asesinar a su madre para vengar a su padre. 

A mamá a la venezolana, resulta un espectáculo muy cuidado, estéticamente impecable que remite a aquellos momentos de gloria de nuestro teatro cuando podíamos disfrutar de compañías extranjeras en festivales apoteósicos y tantas veces asistimos a los textos clásicos revisitados sorprendiéndonos por sus osadas propuestas. Esto es también gracias a una producción acertada en manos de Johana Vargas que en conjunto con la troupe de actores logran converger en un montaje de alta factura. Y que a pesar de las circunstancias podemos aún realizar y disfrutar. 

Los momentos logrados por Antonio Delli en un afectado y amanerado Egisto son dignos de alta comedia, junto al dramatismo e ímpetu de su compañera Verónica Arellano que conmueve con su ataque de ansiedad materna. La fuerza de Randimar Guevara, en conjunto con la sutileza de Zair Mora y el dolor de Ángel Pelay al tener que vengar el asesinato de su padre, son momentos realmente fotográficos. 

Usted lector que se pasea por estas letras, si está en sus posibilidades no deje de disfrutar este espectáculo que se está presentando en nueva temporada en la Sala Rajatabla  los viernes y sábados a las 4pm y los domingos a las 3 pm hasta el 13 de junio.

@luisalbertor