lunes, 19 de noviembre de 2012

Saltando por los tiempos de Rulfo



La historia teatral venezolana de finales de los ochenta y durante casi toda la década de los noventa significó un amplio despliegue y desarrollo escénico que se propagó por todo el país. Antes de morir ese genio creador y gerente que era Carlos Giménez en 1993, dejó sembrada la semilla de los TNJV (Teatros Profesionales Juveniles de Venezuela) uno en cada región, emulando el proyecto maravilloso que logró concretar el Maestro José Antonio Abreu con sus orquestas infantiles y juveniles. Con el correr del tiempo y gestiones gubernamentales, sin una coherencia de políticas teatrales estas agrupaciones murieron de mengua y fueron desapareciendo o mutando en otros colectivos, sin abandonar sus orígenes.

Este es el caso del TNJV Lara, hoy transformado en el Teatro Profesional de Lara, quienes liderados por Giuseppe Grasso y Nelson Pérez, han logrado mantener la embarcación a flote por no menos de veinte años y se niegan a sucumbir a la desidia y el olvido. Han sobrevivido en su sede, en la ciudad de Barquisimeto, constituyendo no sólo una familia, sino una agrupación que se ha transformado en punto de referencia obligatoria cuando hablar de teatro en el Estado Lara se refiere, así han dado continuidad a un trabajo artístico ininterrumpido que arroja hoy un excelso resultado: Páramo, versión teatral de la novela Pedro Páramo, escrita por el mexicano Juan Rulfo y que fascinó a los espectadores caraqueños en el legendario Teatro Nacional el sábado 17 y domingo 18 en la continuación de las 24 Muestras de la Compañía Nacional que sucede en Caracas hasta el 25 de noviembre próximo.

La inteligente lectura escénica que logra Grasso se concreta en un trabajo experimental donde mezcla el teatro, la danza y el video en una clara y definida propuesta que encierra la esencia de la novela original y en donde el hilo conductor es una vez más el abuso de poder y el patriarcado que tanto daño hasta nuestros días ha hecho a nuestra cultura latinoamericana.

Seres muertos-vivientes, zombies, que deambulan por un pueblo olvidado y arrasado por la miseria a consecuencia del manejo excesivo del poder en manos de Pedro Páramo es el punto de partida para generar la acción dramática. Juan viaja a Comala como promesa de muerte a su madre quien le pide que vaya en busca de su padre. Al llegar Juan consigue fantasmas que lo van devorando poco a poco hasta descubrir que su padre ha muerto pero nadie sabe decirle cómo ha muerto y quién lo mató. Buscando esa respuesta sucumbe también al inexorable destino del pueblo.

Una estética trasgresora, en la que Grasso logra crear atmósferas e imágenes imposibles de olvidar, un gran espectáculo donde la blancura de la niebla creada por el polvo se convierte en lluvia, humo, sequía y velo que oculta las verdades de un pueblo maldito en el que el destino cobra la vida de quien se atreva a desentrañar el pasado. Crítica a la vida campesina, a los terratenientes, al poder mal administrado, a la iglesia corrupta y de fácil extorsión y al dominio del macho sobre la hembra y en donde el infalible tiempo se convierte en cuerda floja que se tambalea entre la vida y la muerte, para finalmente romperse, Eros y Tánathos en feliz copulación.

Una redonda y limpia puesta en escena se concreta con la investigación corporal y vocal de los actores, quienes se transforman en súper marionetas, en titanes físicos que padecen la tortura de estar encerrados en un destino del que no pueden escapar. Bajo la estética del expresionismo, Grasso logra mezclar tendencias en un feliz melange con las historias de mitos y tradiciones de muertos vivientes. La pureza del blanco mezclado con el negro de la sangre, le coloca el acento trágico a la condena de estos seres que deambulan esperando su próxima víctima, aquel que hoce desenterrar lo que polvo es… Apoyado por la artista, Glenda Graterol en el vestuario, conjugando elementos tradicionales y modernos.

En cuanto a las actuaciones, gratamente nos sorprenden las generaciones de relevo del teatro larense, comprometidos, arriesgados y entregados a un trabajo nada fácil, exigente por las condiciones escénicas, por el trabajo físico y vocal y por la propuesta de dirección en la que el actor debe ir hasta las últimas consecuencias de su límite físico muy a la manera “artaudiana”. Destacan del grupo masculino: Nelson Pérez como Pedro Páramo, desenfadado y veterano de las tablas, Leonardo Goncalves, como Juan Preciado, construyendo un conmovedor carácter pleno de matices y transiciones bien hiladas, Lenín Gámez como Miguel Páramo y Bartolomé San Juan, derroche de riesgo y arrojo corporal y Erick Aldao como Fulgor Sedano, con un sorprendente dominio escénico. Completan el elenco masculino, no sin menor contundencia: Eliéser González y Manuel Devíes, quien lleva sobre sus hombros la responsabilidad de dar vida al Padre Rentería, quien encarna a la iglesia corrupta. 

En el elenco femenino encontramos verdad y sencillez en la composición de caracteres y un nivel mucho más parejo que en el elenco masculino: Mary Carmen Briceño, Edy Jiménez, Josibell Sivira y María Laura Velásquez demuestran que Lara es tierra de buenas actrices. 
Encontrarnos con este montaje de Paramo, representa una gran sorpresa en este país teatral donde hace ya mucho tiempo que se perdió la idea y el trabajo de grupo. Las obligaciones de supervivencia de los artistas los han forzado a no atarse a ningún colectivo teatral y por el contrario trabajar en múltiples agrupaciones con distintas tendencias, lo que ha ocasionado que se haya perdido el interés y la necesidad de investigación y búsqueda de lenguajes propios, por eso el que el teatro profesional de Lara tenga la posibilidad de mantener un trabajo artístico constante y fieles a lo que debe ser una agrupación seria y comprometida con el desarrollo teatral de su región ya es un logro que debe aplaudirse de pie.

Teníamos mucho tiempo sin ver en Caracas montajes de este tipo, donde la experimentación, el teatro y sus múltiples discursos hacen feliz comunión, para ofrecer un producto de calidad de exportación. Creemos hoy por hoy que Giuseppe Grasso con esta propuesta de lectura escénica de Pedro Páramo, se ubica dentro de la lista de los directores venezolanos más importantes y que tiene algo qué decir más allá de la comercialización de nuestro arte. Un hombre de teatro al que no hay que quitarle la mirada ya que estamos seguros se proyectará más allá de nuestras fronteras, con este espectáculo Páramo, Venezuela estaría extraordinariamente bien representada y a la altura de cualquier agrupación del mundo para medirse en festivales internacionales. Ojalá los entes oficiales y privados se den cuenta de esta cantera artística y ofrezcan el apoyo necesario para su continuidad.

L.A.R
@rosasla
Caracas, 19 de noviembre de 2012.

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