El teatro en Caracas, se ha convertido en una suerte de pera de boxeo, pese a la florida marquesina que ostentamos cada fin de semana (con más de 30 piezas en cartelera) y la pululación de espacios no c
onvencionales como bares, restaurantes, y todo lugar donde quepan unas 20 personas, ahí hay cabida para cualquier evento dramático que entretenga al ávido transeúnte necesitado de por lo menos una hora de esparcimiento, mientras hace tiempo para escapar del tráfico o se resguarda de la temible inseguridad que por estos tiempos juega con los caraqueños a la Ruleta Rusa.
Decimos pera de boxeo, porque a pesar de que podría ser una buena noticia la cantidad de espectáculos que se programan por doquier, cada vez hay menos salas convencionales donde los desesperados artistas escénicos encarnen a sus personajes. Otro golpe se asesta al ya maltratado teatro caraqueño y es la salida de la Fundación Proscenio de la regencia de la Sala de Teatro Luisela Díaz, sala que en un período de siete años (tiempo que duró la gestión de la mencionada fundación) fue recuperada, reformada, dotada y puesta a la disponibilidad del público en un ambiente idóneo para tal fin como lo es el Caracas Theater Club en la colina de la urbanización San Román.
Liderados por el actor, director, dramaturgo y gerente teatral José Manuel Ascensao, la Fundación Proscenio regaló a la ciudad uno de los espacios más placenteros, tanto para los espectadores, como para los artistas. Dentro de la Sala Luisela Díaz, los artistas además de sentirnos como en casa, nos sentíamos tratados como tiene que ser, con respeto a nuestro trabajo, con consideraciones y beneficios que ya quisieran muchos disfrutar en cualquier otro espacio teatral y es que no podía ser de otra forma cuando un hombre de teatro como Ascensao conocía y padecía el mundo escénico del cual es protagonista.
Lo cierto del caso es que el pasado domingo 14 de agosto la Sala Luisela Díaz cerró sus puertas al público comercial, por una decisión arbitraria de la Junta Directiva del Caracas Theater Club, quienes exigen más puestos de estacionamiento para sus socios, quitando la posibilidad al público externo de protegerse del hampa al asistir a los espectáculos. Una decisión de esta naturaleza no sólo nos despoja de un espacio ideal para los artistas, sino que deja al público caraqueño una vez más sin otro recinto para la cultura. Y por culpa de un estacionamiento.
La reflexión apunta entonces a preguntarnos si la Junta Directiva de un club que además se denomina “Theater” es decir TEATRO en inglés y además que ha sido uno de los pioneros en la actividad teatral dentro de las comunidades de este tipo, deje no sólo de ofrecer este placer al público en Caracas, sino de percibir las ganancias que por el arriendo de la Sala entraban a sus arcas e incluso impedir a sus propios socios (que disfrutaban de entradas gratis al teatro) poder continuar apreciando las propuestas de los hacedores del arte de Dionisios. Con sincera honestidad no comprendemos la incongruencia de esta decisión que nos corrobora la tesis que no solamente recibimos golpes de los líderes que rigen los destinos de la cultura oficial en el país, sino que también de quien menos nos esperamos nos dan un derechazo. Sería pertinente quizás proponer entonces que el club cambiara de nombre, para ser más coherentes con las decisiones tomadas.
Desde esta columna aboguemos por una salida viable a la situación y exhortamos a la sindéresis a la Junta Directiva del Caracas Theater Club para que toda su comunidad y el público caraqueño puedan continuar disfrutando de un espacio de cultura que se merece. Amén de ratificar nuestro apoyo y solidaridad incondicional a la gestión del gerente José Manuel Ascensao y todo su equipo (que suman más de 300 personas empleadas).
L.A.R
Caracas, 16 de agosto de 2011.
Comentarios: luisalbertorosas@gmail.com
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