La tarde del miércoles 2 de mayo se impregnó de tristeza con la
fatal noticia del fallecimiento de una de las primeras actrices más versátiles
del país, Lourdes Valera. La intérprete de innumerables personajes de las
tablas la televisión y el cine, dejó de regalarnos su talento, víctima del
cáncer contra la que luchó por cuatro años.
Tuve el privilegio de conocer a “Lulú”, como le gustaba que le
dijéramos, por allá por el año 2000 cuando junto a Enrique Bravo protagonizaba
el monólogo de su autoría Click,
desde ahí comprendí la verdadera esencia de una gran actriz: una mujer con un
destacado talento interpretativo, pero con una humildad avasalladora y siempre
con una sonrisa en los labios. Una verdadera maestra, y desde ese momento
entendí que así son los grandes maestros, sencillos en su cotidianidad pero
inmensos sobre las tablas o frente a las cámaras, sin necesidad de dictar
cátedra.
Luego en 2005 tuve la osadía de entregarle una obra de teatro que iba
a dirigir con mi grupo y ella era perfecta para ese personaje, se trataba
de Atra
Bilis, cuando estemos más tranquilas de la española Laila Ripoll. Una tarde
en un café cercano a su casa, nos reunimos a conversar del texto y la
posibilidad que formara parte del elenco. Sus enormes ojos verdes y su lúcida
inteligencia, me permitió descubrir a una mujer que no sólo conocía su oficio
por dentro, si no que además conversaba de forma tan agradable acerca de lo
descubierto en esa obra que leímos. Finalmente no pudo asumir el compromiso
pues estaba a punto de entrar al elenco de una telenovela y el tiempo se le
acortaba. Lo cierto es que a partir de esa conversación jamás dejó de brindarme
un saludo, una pequeña conversación en algún estreno y un abrazo aunque nunca
llegamos a trabajar juntos.
Fue bueno conocer a “Lulú” pero lo mejor de todo fue disfrutar de
sus personajes. Lo más interesante de su trabajo era ver cómo en cada reto
actoral que asumía jamás se repitió, cada carácter que construía era distinto
al otro, su versatilidad sorprendía. Fuese comedia o drama, cine, televisión o
teatro nunca le observé algo igual.
En su recorrido artístico, que duró por más de 30 años, es imposible
olvidarla por ejemplo en la pantalla chica dando vida a la “Cerebrito” de la
célebre telenovela Cristal, el papel
que la catapultó a los corazones del público mediático. En teatro no será fácil
borrar sus interpretaciones (nombrarlas todas sería imposible por la extensión)
Pero algunos de los personajes más trascendentes en mi recuerdo son: La
purificación de la versión de Acto
Cultural del maestro Cabrujas que dirigió Iraida Tapias para el teatro
Paraíso. Esa madre esperando la muerte de su hijo en la pieza de Javier Moreno Un corrido muy mentado, que luego se
convertiría en la película El enemigo,
dirigida por su esposo Luis Alberto Lamata. Reí, como se dice a mandíbula
batiente con sus personajes en comedias teatrales como: Locas trasnochadas y melancólicas de Indira Páez o en Brujas, sin olvidar la caracterización
que brindó de una enajenada religiosa obsesionada por las llaves de la casa y
el peligro que supone dejar el hogar solo en la pieza Toc – Toc, su último trabajo sobre las tablas.
En la pantalla gigante nos conmovió hasta el borde de las lágrimas
con la tierna mujer de Desnudos con
naranjas, su primera película junto a su amado Lamata, que le valió varios
premios y reconocimientos. Entendimos su madurez actoral en su último trabajo
estrenado Patas arriba, donde dibujó
un soberbio carácter de una mujer a la que se le acaba el tiempo de ser feliz y
debe luchar contra la estética y los defectos de su cuerpo; allí nos regaló una
interpretación plena de detalles, transiciones y desbordante de ternura que
obliga a no dejarla de ver siempre que está en cuadro.
No es fácil entender los destinos de la vida y las injustas pérdidas
a las que vivimos sometidos los seres humanos. No resulta sencillo ver cómo se
van extinguiendo las llamas del fuego que alimenta la fragua del arte escénico
en nuestro país. Desde finales del año pasado y en lo que va de 2012 nos han
golpeado fuertemente y nos han arrebatado talentos que pasarán a la historia
como los protagonistas de nuestro arte.
El trabajo de “Lulú”, está ahí, dispuesto a no ser nada más
reconocido y llenar centímetros de columnas en diarios, revistas o portales web. Está allí para ser revisado,
investigado y pensado en trabajos que permitan que esa memoria de nuestros
histriones no se pierda en el limbo.
Debemos, necesariamente que cambiar nuestra mala costumbre de dejar
en el olvido a nuestros grandes artistas, hay que reconocerlos, estudiarlos y
disfrutarlos para entender cómo funcionan las piezas y engranajes de esa
máquina maravillosa que permite conmovernos frente a un televisor, una pantalla
de cine o frente al escenario…
Para “Lulú” la ovación de pie que todo artista de su talla se
merece…
L.A.R
Caracas, 04 de mayo de 2012.
Comentarios: luisalbertorosas@gmail.com
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