De madrugada, en silencio, sin estertores dramáticos, ya hacía un tiempo se había retirado de la vida pública, pero con qué vacío nos deja a todos: a los que recibimos su enseñanza en las aulas de
Ayer en la madrugada se fue el patriarca de nuestro teatro, se fue el maestro Isaac, se fue le enfant terrible, como lo calificaban algunos en sus comienzos. Lo sobreviven sus letras, sus personajes eternos, sus conflictos profundos y su crítica precisa. Quedan con nosotros: Mónica y el Florentino (1959), Amoroso o una mínima incandescencia (1961), El Quinto Infierno (1961), Animales Feroces (1963) Asia y el lejano Oriente (1966), Tric-Trac (1967), Okey (1968),
Su dramaturgia movilizó los cimientos de nuestro arte teatral y los refundó desde una mirada mucho más interna, sus personajes, viajeros incesantes, se trasladaban por los conflictos frente al “otro” enfrentándose al país que los paría, a la familia donde nacían, a los afectos que construían o a las religiones que decidían pregonar: “consecuencia inmediata [el teatro de Isaac Chocrón] es un teatro en el que el individuo es en forma creciente, una mónada existencial con escasas referencias sociales, que en sus últimas obras se enfrenta, casi exclusivamente, con el horizonte de la muerte y con la reconciliación espiritual y religiosa”. (Azparren 1997: 161)[1].
Sus personajes al verse derrotados en sus metas comienzan a pensar en huir, hacia otros destinos o apostar a la muerte. Estar cercanos a ella los transforma o los revive, les hace tomar conciencia del cambio o simplemente los arroja a un inexorable peregrinar, como Mónica en Mónica y el Florentino o Betsy en El quinto infierno, también Luis en Escrito y sellado o Sol, la cuestionada madre de Animales feroces, por ejemplo. Son caracteres que quedarán para siempre entre en nosotros, recordándonos que en algún momento hubo alguien que se preocupó por hablar desde su universo íntimo para explicarnos nuestra existencia.
Es hora de no olvidar y por ello es hora de releer la obra “chocroniana” para darnos cuenta que en su teatro, en su narrativa o en sus ensayos, habita un alma deseosa de pensarnos y vernos mejor, con crudeza, sí, sin rodeos, claro y directo, tensando el arco apuntando al objetivo, hacia ese país que nos duele, que nos suspende en un suspiro ahogado. Junto a Isaac y sus personajes debemos quitar el velo y asomarnos a ver la realidad, aunque duela, quizás allí encontremos un mejor camino, escuchando la voz de nuestro patriarca.
¡Feliz viaje Maestro!
L. A. R
Caracas, 07 de noviembre de 2011.
Comentarios: luisalbertorosas@gmail.com
[1] Azparren, L. (1997) El teatro en Venezuela, ensayos históricos. Alfadil Ediciones. Caracas.
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