viernes, 8 de octubre de 2010

¡El tercer trimestre del año deja sabor a buen teatro! Brujas, Promoción Honor a mis padres, Pessoas y Esperando al italiano.



Un Teatro de estreno y unas brujas de re-estreno.

El golpeado teatro caraqueño por fin ganó una a su favor, y gracias al empeño de la empresa privada se inauguró el nuevo Teatro Premium, en la urbanización Los Naranjos. Bajo la dirección artística del hombre de teatro Basilio Álvarez, las artes escénicas venezolanas conquistaron un espacio en el Este de la ciudad. Una tacita de plata, al estilo de la Comedie française, en pequeño formato es esta sala que alberga doscientos puestos para disfrutar del mejor teatro producido en nuestro país.

Para celebrar este acontecimiento, el grupo Actoral 80 retomó su ya estrenada comedia dramática Brujas, del español Santiago Moncada, versionada por el argentino Luis Agustoni, con un remozado elenco de primeras figuras: Violeta Alemán, Fabiola Colmenares, Beatriz Valdés, Amanda Gutiérrez y Francis Romero, bajo la dirección de Héctor Manrique y la producción de Carolina Rincón.

Esta nueva temporada muestra un despliegue de fascinantes interpretaciones, son cinco actrices de las mejores cotizadas en nuestro país y que han demostrado junto a su director y una cuidada producción que cuando se quiere ofrecer un producto de calidad, amparados por un extraordinario texto, se logran conjugar todos los elementos para el éxito. Alejados de la chavacanería y de la risa fácil que es a lo que nos tenía acostumbrados el teatro caraqueño, este montaje goza del buen decir y brinda al público el privilegio de ver a nuestras veteranas haciendo alarde y despliegue de su extraordinario talento. Observamos a una Fabiola Colmenares madura y encontrando el savoir faire de su profesión, definitivamente el teatro engrandece el oficio. Violeta Alemán plena de un carácter y un juego de transiciones exquisitas en el rol de la dueña de casa traicionada por alguna de sus “amigas”. Amanda Gutiérrez, desenfadad, divertida y aplomada, brinda al público un cuidado rol que no permite olvidar el arte que corre por sus venas; por su parte, Beatriz Valdés, quien viene del elenco anterior, aunque se pudiera pensar que por tantas funciones ya pierda la frescura de su personaje, deja al público pegado a sus butacas con su arrolladora caracterización de la prostituta fina, es un placer oír el texto de Moncada en sus labios y para cerrar el cuadro, la histriónica Francis Romero, que invade el escenario con su impactante juego de transiciones entre la comedia y el drama, a la altura de las grandes comediantes.

Para Héctor Manrique debe haber sido un placer dirigirlas, pues se nota la integración y la solidez de cinco féminas que van in crescendo en paralelo de la comedia al drama hasta la reflexión, sin dejar un minuto de respiro para el espectador, que las acompaña y ovaciona, no podría ser de otra manera. ¡Gran apertura para este nuevo espacio!

Cuando los sueños se acaban

Rajatabla comienza la celebración de sus primeros 40 años de vida artística y qué mejor manera que con el montaje del más reciente texto dramático del reconocido dramaturgo venezolano Elio Palencia: Promoción Honor a mis padres. Esta tragicomedia con sabor a costa venezolana, muestra el patético retrato de una sociedad marginal plagada de sueños que pocos pueden llegar a consolidar. 7 graduandos del liceo “los Símbolos Patrios” de un pueblo costero de nuestro país se van a la playa para celebrar el logro, entre alcohol, sexo, tambores y deseos de conseguir una vida mejor.

Dirigidos por Rufino Dorta, de quien creemos se gradúa como puestista profesional con esta osado y divertido montaje, en donde los códigos teatrales se rompen para ofrecer al espectador una dinámica pieza multi-focal, aderezada con el sabor de la música folclórica venezolana que inunda las costas de nuestro país. Dorta supo conducir a estos jóvenes recién egresados del Taller Nacional de Teatro (TNT) Centro de formación que mantiene Rajatabla y donde se instruyen las generaciones de relevo de las artes escénicas en Venezuela.

Por su parte, Palencia nos vuelve a golpear fuerte en nuestra idiosincrasia, su texto, es un grito desesperado a la marginalidad, a la esperanza derrotada, a la frustración. Sus personajes, como los recordados caracteres “cabrujianos”, son patéticos personajes que desean salir de su situación precaria, pero que la realidad los supera y logra vencerlos.

El sueño de Pessoa

¿Cómo eran los sueños de Pessoa? ¿Cómo era visto y amado por su musa? ¿Por qué nunca pudo concretar su amor? Estas interrogantes son las que se propuso la dramaturga y directora Katty Rubens para crear un cuadro vivo de reminiscencias que nos invita a penetrar el mundo íntimo del poeta lusitano Fernando Pessoa. Como todos los poetas su atormentada vida creativa, plena de imágenes, permiten a la autora conducir al espectador a un mundo onírico, sencillo, arrullados por la canción de la nostalgia y la esperanza que es el Fado portugués. Así como el tango argentino, el fado es un lamento, una búsqueda más allá de lo sentido que engalana el oído para colocar la mente en reposo y permitir que los recuerdos afloren.

Encuadre Teatral, es la agrupación responsable de contarnos la espera de Alma Blanco, en el papel de Ophelia y Manuel Chourio, como el fantasma de Fernando Pessoa, junto a la exquisita interpretación actoral y vocal de la cantante y actriz Norma Monasterios, quien junto a los músicos Gonzalo Mendoza y Rodolfo Aranguibel, ponen la nota de ensueño a través de la música en vivo.

Un espectáculo en pequeño formato, íntimo, cuidado y limpio, que deja un sabor a nostalgia y atardecer en altamar. Donde la poesía del gran Pessoa deambula y cala en el sentimiento para refrescar el oído y el alma. Sin exageraciones espectaculares de puesta en escena, Rubens logra conmover al espectador y regalarle un sentido trabajo, digno de ser visto por todos los caraqueños y la comunidad portuguesa de nuestro país.

Vuelve el italiano

Mariela Romero, es si se quiere una de nuestras dramaturgas más prolíficas, el teatro y la televisión han sido su resguardo y sus personajes cambiaron esquemas del escenario y la telenovela venezolana durante los años ‘70 y ‘80, esta dramaturga ofrece un mundo inagotable de la esencia femenina, desde su trasgresora El juego (1976), pasando por su Inevitable destino de Rosa de la noche (1980), El vendedor (1981) hasta Esperando al italiano (1988), sus personajes ofrecen posibilidades de manifestar sus carencias justificando sus acciones, pero siempre esperando un agente externo que los venga a salvar de sus precarias vidas.

En Esperando al italiano, no es distinto, tres amigas y un viejo cómplice masculino más una hilarante doméstica, forman una comparsa de venezolanos clase media que van narrando sus miserias y esperan que llegue un macho italiano, al que han contratado a distancia, para satisfacer y cambiarle el color a sus mustias, monótonas y frustradas vidas.

Esta nueva lectura escénica de la pieza de Romero, se engalana con un elenco de veteranos, encabezados por Caridad Canelón, quien en el papel de Rosalba, da rienda suelta a su gran don, no sólo en una excelsa interpretación, plena de matices, transiciones y verdad escénica, sino que enmudece al público con su impactante voz al interpretar dos temas que representan los momentos más sublimes de esta puesta en escena del director y productor Tulio Cavalli.

Acompañan a Canelón: Carolina Perpetuo, desenfadad dueña de casa, típica venezolana de clase alta venida a menos, traicionada por el macho militar que la abandonó. Dora Mazzonne, más refugiada en la comedia y lo externo del personaje, ofrece un carácter desfachatado ganado a la risa, aunque con matices de tragicomedia al revelar el drama que la atormenta. Por su parte Hernán Marcano, encarna la presencia masculina, que confirma una constante en los textos de Mariela Romero, y es el desdibujo de la figura del hombre para presentarlo como un pusilánime que no hace nada por cambiar su situación, aquí, actúa de alguna manera como conciliador en medio de las féminas. Cierra el cuadro estelar la Primera Actriz Marisol Matheus, quien personifica a la doméstica, una ordinaria y fisgona, que pone la nota de comedia a este drama “ochentoso” que junto a la nostalgia de la época y a lo insólito de la anécdota contada, permite al público regodearse en una contundente identificación con lo que ve, para arrancar vítores y aplausos desde la platea.

En síntesis aplaudimos a todos los creadores teatrales que para este tercer trimestre del año se han arriesgado a llevar a escena textos más comprometidos y que hablan más del venezolano como sociedad, en definitiva el teatro eso es lo que hace, ser el espejo infinito donde nos proyectamos inevitablemente. Sentimos que con estos montajes, nuestro arte teatral, está volviendo poco a poco a reverdecer. Ojala no pare de hacerlo.

L. A. R

Caracas, 8 de octubre de 2010.

Comentarios: luisalbertorosas@gmail.com

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