miércoles, 14 de julio de 2010

El Premio Municipal de Teatro de Caracas, revela lo mejor y los olvidados de 2010.





El pasado 23 de junio se dio a conocer el fallo del Premio Municipal de Teatro de Caracas 2010, hoy por hoy el único galardón que se mantiene, desde su creación en el año de 1.974 y que reconoce y exalta el trabajo de los hombres y mujeres del teatro profesional en Caracas. A partir de este veredicto, podemos hacer un análisis crítico de las piezas que triunfaron y de las olvidadas que en este segundo trimestre el año han dado de qué hablar en el ambiente escénico de la ciudad.

San Martín Imbatible
Cuando presenciamos la puesta en escena de la más reciente pieza escrita por Gustavo Ott, no tuvimos duda que este espectáculo merecía especial atención. Ya hacía tiempo que el teatro caraqueño no disfrutaba de una pieza de este calibre, en donde todos los elementos escénicos se conjugaron para conformar un montaje de excelencia. Actuaciones, dirección, dramaturgia, comulgaron de manera increíble para contarnos las historias de dos grandes damas del mundo de la cosmética: Helena Rubinstein y Elizabeth Arden y su eterna guerra por la conquista del mercado de la belleza.
Un texto épico hilado de manera fina por Ott, transforma esta pieza en una joya de nuestra dramaturgia que quizás debamos revisar en años posteriores por su estructura y contenido; y donde una vez más Gustavo Ott demuestra que no equivocó su profesión. Con un premio ya acuestas: la Cuarta edición del Concurso de Escrituras Teatrales Contemporáneas del Caribe, en el renglón de Obra no Francófona, Señorita y madame imprime nuevos aires de renovación a nuestra golpeada y descuidada dramaturgia nacional.
La propuesta escénica que planteó Luis Domingo González, lejos de ser audaz o efectista, se concentró en la interpretación de sus actrices y del texto en sus labios. Lo que consiguió fue una puesta minimalista pero cargada de verdad, permitiendo que sus protagonistas probaran las mieles del éxito, pudiendo encarnar a cada una de las divas en las distintas etapas de su vida, desde su juventud hasta sus últimos días. Y en esta titánica tarea González no se equivocó en seleccionar a Verónica Arellano (Helena Rubinstein) y Valeria Castillo (Elizabeth Arden) para cautivar al público con el desmedido talento de cada una. El trabajo actoral se mostraba tan correcto que no se puede distinguir cuál de las dos estaba mejor. Es lo que se pretende cuando se quiere realizar un trabajo profesional y es lo que un intérprete se propone al realizar un compromiso tan delicado como es transformarse frente a los ojos del público en una mujer de 80 años a una de 18 años. El elenco lo complementaban: Irabé Seguías, Mariana Alviarez, Jennifer Morales e Ysandra González. Es gracias a esta perfecta conjugación de talento y profesionalismo que Señorita y madame, acumuló seis Premios Municipales.

Cuando la pareja es un Cuarteto

Diana Volpe, primera actriz venezolana, se ha dedicado este año a sorprendernos por su continuidad sobre las tablas y sin descanso protagonizar y producir sendos montajes de la mano bien sea de su agrupación Hebu Teatro o del Teatro del Contrajuego. Ya a estas alturas del año (Julio) acumula tres montajes seguidos en la que la intérprete da rienda suelta al talento que Dios le dio, llevando al público venezolano lo mejor del teatro clásico y contemporáneo. Este trabajo constante e incansable es lo que ha provocado el éxito de sus producciones y el arrase en los galardones del Premio Municipal 2010, tanto con La noche de las tríbadas (que ya comentamos en su momento) como con la exquisita puesta en escena dirigida por Orland Arocha: Cuarteto, lectura escénica del texto del alemán Heiner Müler y que los coloca como la Mejor Producción de este año.
En Cuarteto, asistimos al juego cruel entre una pareja, basada en la célebre novela Relaciones peligrosas. Un texto cargado de teatralidad y juegos macabros que realizan La Marquesa de Merteuil (Diana Volpe) y el Conde de Valmont (Ricardo Nortier) Una difícil tarea representar este drama que arroja reflexiones sobre los más bajos instintos carnales del ser humano,. Por su carga existencialista y filosófica, a la que ya nos tiene acostumbrados Müller. El autor, hace una disección de una corrompida clase social y es reforzado por el extraordinario trabajo de dirección del maestro Orlando Arocha, quien se coloca con este montaje, como el director más importante de nuestro teatro actual. Un hallazgo es la reinterpretación del espacio escénico y el uso estético de los elementos de reciclaje, que permiten sorprender con gran creatividad al espectador. El vestuario por su parte, realizado por Joaquín Nández, quién también se alza con el galardón en ese rubro, resulta impactante al recrear la atmósfera de una corte en decadencia y que saca a flote sus más viles inclinaciones y se consume en sí misma, se pudre.
Por su parte Nortier y Volpe, no hacen otra cosa sino disfrutar de sus roles a plenitud, permitiéndole al espectador un goce pleno en cuanto a representación de personajes se refiere. Mordaces, irónicos, irreverentes, crueles, arriesgados, comprometidos y desenfadados, los dos actores hacen de las suyas concretando un sólido trabajo de interpretación que los coloca en el sitial de una de las mejores producciones hasta el momento vistas en el año.

Javier Moreno mostró sus Nueve huecos.



Aunque no entraron en los finalistas de esta edición del Premio Municipal de Teatro de Caracas, Nueve huecos, la más reciente pieza de Xiomara Moreno Producciones, escrita y dirigida por Javier Moreno, creemos fue la gran olvidada del galardón de este año, en tanto creemos que pudo contarse entre los textos de teatro venezolano que se estrenaron y llamaron poderosamente la atención.
En este diálogo, Moreno plantea la relación masoquista de un hombre y una mujer, en donde la segunda obliga al primero a convivir bajo sus reglas, sin derecho a preguntar ni siquiera el por qué de la invasión. Un texto dramático pleno de referencias a nuestra realidad actual como sociedad, en la que no sabemos realmente qué es nuestro y cuándo podríamos perderlo. Moreno sublima, refleja y hace una disección, a través de una genial estructura, partiendo de los nueve orificios que posee nuestro cuerpo, plantea la destrucción de esta pareja, parangonando esta realidad individual con la realidad externa. ¿Hasta dónde llegan los límites? ¿Hasta dónde puedo invadir y robar el espacio del otro? ¿Quién me da la potestad de irrumpir en la vida de otro ser humano y despojarlo de todo?
Son interrogantes que se lanzan al ruedo en este exquisito texto dramático que lleva a escena el mismo Javier Moreno, en una puesta sencilla, donde importa más lo complejo del drama escrito y dicho por los actores, que la espectacularidad de la escena.
Los actores: Mayte Parias y Frank Silva, lucen correctos, enfáticos en sus propuestas, resaltando más el trabajo femenino que el rol masculino, en donde Mayte Parias da cuenta de su evolución como intérprete y su crecimiento sostenido, armando una desquiciante invasora a la que el público termina odiando por sus acciones insólitas. Apostamos a que se haga justicia en una nueva temporada de esta pieza y que sea vista y evaluada pues no se puede pasar por alto cuando la dramaturgia venezolana da pasos agigantados en sus signos de recuperación, y con Nueve huecos, podemos decir que ahora es que hay dramaturgos para rato en nuestra escena nacional.
L. A. R.
Caracas, 12 de julio de 2010

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