jueves, 28 de agosto de 2008

La Dama del Teatro Colombiano se despidió para siempre




Argentina la vio nacer, Colombia la vio convertirse en una de las mujeres más importantes del Teatro Latinoamericano. Emigró a los veinticinco años persiguiendo al amor de su vida de aquel entonces y encontró el cobijo y la magia del teatro de la mano del maestro Enrique Buenaventura y su mítico TEC, en la ciudad de Cali. Actriz, dramaturga, directora y gerente, Fanny Mikey, poco a poco se ha convertido en la referencia necesaria cuando hablar de Teatro Colombiano se trata y es que en su cabeza inquieta de cabellos encendidos, constantemente se prendían las ideas, fue así como amasó y concretó uno de sus más grandes y trascendentes legados: el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, sueño cumplido por once años y que hoy por hoy es una de las Bienales culturales más resaltantes en nuestro continente y en el mundo entero.
La madrugada del pasado Sábado 16 de agosto, la “Reina del teatro”, como solían llamarle, decidió partir a otros derroteros y juntarse, seguramente, con sus amigos y familiares escogidos de las tablas que ya estaban en la inmortalidad, para desde allá poder seguir concretando sueños. Hoy desde En Primera Fila queremos rendir un justo homenaje a esta gran mujer, entregándoles a nuestros lectores una entrevista que nos concedió la última vez que los caraqueños pudimos aplaudirla sobre las tablas de la Sala “José Felix Ribas” del Complejo Cultural “Teresa Carreño” con su monólogo A Fanny lo que es de Fanny, en el marco del I Festival Internacional de Monólogos que se organizara en nuestro país en el año 2005. He aquí sus palabras, su vitalidad y sus pensamientos que compartimos en un desayuno en las instalaciones de un conocido hotel capitalino donde se alojaba, nos sentimos afortunados de poderles brindar el pensar de una mujer inmortal para el Teatro en Latinoamérica.

Un nombre de historieta
“Mucha gente me pregunta que por qué he escogido un nombre de historieta y yo les digo que no, que cómo se les ocurre que una actriz seria como yo vaya a escoger un nombre de historieta para mí. Cuando mi papá llegó de Europa, el tipo de la inmigración entendió mal y en vez de poner Mikea que era el apellido original, pues se equivocó y puso Mikey y por eso yo digo que yo soy anterior al Ratón Mickey, y no me lo han reconocido” El sentido del humor de Fanny Mikey es arrollador, es impactante poder estar conversando con una mujer que irradia vitalidad y constantemente ríe, aunque al hablar de sus comienzos y todos los obstáculos que tuvo que saltar para poder dedicarse al arte teatral se le llene la mirada de nostalgia y cuente: “Nací en Argentina. Cuando tenía casi dieciséis años, acompañé a una amiga a un ensayo de teatro donde su novio era el director, yo estaba sentada y él me dijo: ‘suba a escena y me hace esta improvisación’ yo intenté decirle que no, pero él insistió y me explicó: ‘usted tiene que entrar a pedir trabajo a un señor, su mamá está enferma y sus hermanos se están muriendo de hambre’ Yo me olvidé de todo, agarré, me tiré al piso, lloré e hice mi improvisación y al terminar me dice: ‘usted se queda a trabajar con nosotros’, así empecé. Yo nunca pensé en ser actriz, estaba en primer año de Abogacía y jamás me pasaba por la cabeza hacer teatro. Empecé con él y con una gran profesora que teníamos en la Argentina que se llamaba Eddy Kirilan [sic]. Trabajé mucho con ellos durante varios años y también tuve que irme de mi casa, obviamente, porque mi papá no quería que fuera actriz, pero después me enamoré perdidamente y el tipo me exigía que dejara el teatro: ‘el teatro o el amor’, y yo decidí dejar el teatro por el amor, muy estúpidamente, porque eso no es cierto: cuando uno tiene la vocación no puede dejarla por otra cosa. Pues me casé con y me puse a trabajar y hasta llegué a ser gerente de una empresa, pero tampoco me dejaba hacer teatro ‘piénsalo un año’ me dijo y pues al año me di cuenta que no, que yo amaba el teatro y me tuve que separar de él, desde entonces mi vida es el teatro”.

Del Sur al Norte
Apasionada, enamorada, intensa, Fanny descubre en el teatro su forma de vida y su entrega fue total, comienza a hacer teatro independiente y se enfila en el elenco del OLAT (Organización Latinoamericana de Teatro) y es ahí cuando aparece la posibilidad de viajar hasta Colombia: “En ese momento estaba Jorge Label de director mío, ese gran director que después se fue a Francia y al él irse, yo decidí. Le escribí a un antiguo novio que se encontraba en Colombia y me ‘engatuzó’ tanto que me dije: bueno me voy a Colombia por unos meses. Me quedé para siempre. Aunque luego me separé del amor, me quedé en Colombia porque sentí que Colombia era mi país, mi vida. Me atrajo su gente, el trópico. En Cali junto a Enrique Buenaventura, mis primeros años en ese país los pasé en el TEC (Teatro de Cali) con el que era mi compañero, Pedro Martínez y Enrique Buenaventura. Luego regresé una temporada a la Argentina y me mudé definitivamente a Bogotá. Desde el año sesenta estoy en Bogotá, mi hijo es colombiano, mis amigos son colombianos, los amores que he tenido son colombianos, yo represento a Colombia internacionalmente, y la verdad soy muy feliz de vivir en Colombia.”

La Gata Caliente
Cuando llega a Bogotá, trabaja durante ocho años en el TPB (Teatro popular de Bogotá) con Jorge Alí Triana, allí hizo papeles de Ionesco, Miller y se dio cuenta que no sólo actuaba sino que se dedicaba a todo, así fue a Buenos Aires de nuevo, se encontró entonces con los Cafés Concerts de Nacha Guevara: “decidí que iba a hacer lo mismo en Bogotá. Fue maravilloso, el impacto, fui como la niña mimada de Colombia, no necesitaba grandes despliegues escenográficos, en cualquier parte lo hacíamos, se llamaba La gata caliente, cree un público, una corriente, pero ese no era mi fuerte, hasta que en Bogotá, encontré un lugar, una bodega y empecé a buscar dinero por todas partes. Así fundé el primer teatro mío, el Teatro Nacional de la Carrera 71 (Teatro de la Castellana ) y posteriormente, mi niña mimada que es la Casa del Teatro Nacional, también en Bogotá, donde tenemos talleres, enseñamos a gente de distintas edades, presentamos obras.
Con una descripción tan maravillosa de logros y experiencias fascinantes, Fanny va encantando con su discurso y le brillan sus ojos cuando hablar de su trabajo se trata, sus puestas en escena, sus personajes, sus amigos, sus amantes, por eso nos saltó la interrogante ¿Es que Fanny Mikey lo ha probado todo en el teatro? A lo que salta inmediatamente para replicar: “¿Cómo se te ocurre? Lo hermoso de la vida es que no lo probamos todo, que siempre hay más para probar, y aparte que soy una mujer de muchos años, pero que digo que no tengo años porque aun tengo muchos proyectos por hacer y que ese es el sabor de mi vida. No me siento una actriz consagrada.

Fanny la mujer
“Entre la actriz y la mujer creo que hay una gran camaradería” -dice- “la actriz ayuda a Fanny Mikey y Fanny Mikey ayuda a la actriz, porque creo que cada ser humano que está en el mundo de la actuación, aunque diga lo contrario, algo de su vida entrega a su papel, por eso nunca veremos dos Hamlet iguales o dos Medea iguales, es parte del espíritu de uno. Yo sí sé que soy una mujer linda y rica emocionalmente porque muchos papeles me han ayudado a vivir. La verdad que mi vida ha sido muy dura, cuando cualquier niña me dice ‘quiero ser como tú’ yo le respondo: ‘no creo que estés en capacidad de pasar por tanto como yo’, pero todo valió la pena, quizá hubiese querido tener más tiempo para el placer, por estar entregada demasiado a la batalla del teatro, pero no me arrepiento en absoluto.”

El actor y la técnica
“He notado una cosa en mi vida de actriz, cuando hago una primera lectura, en esa lectura hay momentos que me emociono, que me muero hasta las lágrimas y cuando eso ocurre, me doy cuenta que esa parte la tengo que fijar así, pero obviamente después viene el trabajo de análisis y trabajo corporal y sensorial y el retrato que te da el director. Yo soy una actriz sensorial. Porque hay muchos actores, que son grandes actores que pueden elaborar rápidamente un personaje, yo no, yo entrego mis vísceras al personaje, por eso me canso tanto al terminar cada noche. Siento muchas veces que el personaje me domina. He estudiado mucho, tengo muchos años, pero la pasión es una cosa nueva en cada personaje, la técnica es todo lo que uno ha aprendido y que la utilizas directamente con ellos. Uno va adquiriendo la técnica y ella se va incorporando y después se hace de forma natural, forma parte de la vida del actor. A los más jóvenes hay que decirles que no existe la inmediatez, hay que saber que están iniciando una vocación muy dura, que tienen que tener una conciencia bien férrea a lo cual se enfrentan y que no esperen resultados inmediatos.

Su gran obra El Iberoamericano de Teatro de Bogotá
El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, surge a partir que Fanny participa en el Festival Cervantino (México) y entiende lo importante que era un encuentro de este tipo para el teatro en Colombia, junto a Ramiro Osorio, que era el director del Festival Cervantino, armaron el primer encuentro. A partir de ahí no se ha detenido en la entrega bi-anual, una cita que arribó el pasado mes de marzo de 2008 a su XI entrega y que paraliza al país en cada Edición: “Es un pedazo de evento teatral de grandes magnitudes y de alta repercusión. Hay gente que le gusta y otra que le disgusta, porque no creas que todo el mundo al comienzo es feliz cuando ve el triunfo del otro, al principio había mucha polémica, posiciones encontradas, sin embargo, ha situado una expresión artística en un país que no la tenía y ha sentado el precedente de considerar a las artes escénicas como una expresión de paz, de vida, de confrontación, encuentro y fortalecimiento de la identidad”.
Esa era Fanny Mikey, la mujer, la actriz, la directora, la gerente, la luchadora, la artista. Los que pudimos estar minutos cerca de ella y disfrutarla sobre la escena tuvimos la certeza que estábamos ante una presencia que hechizaba con su desfachatez e ímpetu por entregar todo en el escenario y fuera de él.
La mujer de cabello encendido no está más, queda su legado, sus enseñanzas, sus personajes en el recuerdo, su particular voz ronca negada a dejar su acento natal y mezclándolo con el acento de la patria adquirida por amor y a la que le entregó toda la pasión de su vida. Sí hay una cosa que reconocer entre tantas que construyó, es lograr aglutinar a su alrededor la mística y el motor incansable de una personalidad avasallante, para conseguir lo que se propusiera en el terreno que fuese. Donde quiera que esté paz a sus restos y eternos aplausos, que es como se despide a los grandes de la escena.

L. A. R.
Caracas, 28 de agosto de 2008

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