miércoles, 13 de noviembre de 2013

Una degustación Sefardí

El recinto mágico y lúgubre de la antigua capilla de la Congregación de Hermanos de La Salle, hoy sede de la Escuela de Enfermería de la Universidad Central de Venezuela, se devela imponente e intimidante al caer la noche. Su hermosa arquitectura que recuerda las enormes casonas de fincas de finales del Siglo XIX y principios del XX, no deja más que éxtasis y añoranza por los amplios espacios, las columnas, los balcones y los pisos de mosaicos que luchan por no desaparecer en el tiempo.

Un enorme salón con remembranzas de una iglesia gótica se descubre ante la mirada incrédula y la sensación de que miles de ojos de antepasados te están siguiendo en tu recorrido. La mezcla de elementos escénicos modernos junto a la estructura arquitectónica, es en sí misma un generoso espectáculo, amén de la utilería dispersa en escena que habla por sí sola de viaje, de recorrido, de inmigración, de épica y trasatlántico.

El leit motiv de todo este introito es la migración Judía Sefardí que se remonta a Marruecos en el siglo XV hasta llegar a la Vela de Coro, en suelo patrio, entre los siglos XIX y XX, a través de un aventurero personaje llamado Haím Benatar (Oswaldo Maccio), quien deseoso de conocer el mundo se despide de su familia y sacrifica su amor (al que encuentra en alucinaciones) que va descubriendo en su recorrido: Sefarad (España), Portugal, Holanda, Brasil y Curazao, hasta llegar a Venezuela.

Mezcla de religiones, razas, olores, sabores, lenguas y sonoridades, es esta suerte de canto épico que traslada los sentidos del espectador a la vida de estos hombres y mujeres que huyeron a través del Atlántico buscando un mejor estilo de vida, dejando atrás a sus ancestros, a sus costumbres, a su paisaje.

Esta pintura escénica con olores, cuentos, sonidos y sabores viene de la mano de uno de los maestros venezolanos más connotados en arquitectura escénica y a quién la mente insaciable del creador no dejó descansar hasta producir su segunda “ópera trasatlántica” como él mismo la llama, se trata de Edwin Erminy, quien ya en 2000 nos había deleitado con la historia de Variaciones sobre Concierto barroco basado en los relatos de Carpentier y la insaciable búsqueda de El Dorado en sus Pasos perdidos. Antes fueron los conquistadores del nuevo mundo, ahora con Rondó Adafina, que es como se intitula esta segunda propuesta, son los errantes judíos tratando de hacerse un espacio en el mundo.

La producción de este delicioso espectáculo está en manos de la productora Image Class a cargo de Carlos Scoffio y Sonia Whitman, impecable en detalles y guiados correctamente por la sapiencia de Erminy quien supo rodearse de un extraordinario elenco artístico encabezados por el maestro Francisco (Pancho) Salazar, Oswaldo Maccio, el hilo de la historia, descollando talento actoral y conmoviendo con su hermosa voz a los espectadores, acompañado por las veteranas Gladis Seco y Carolina Leandro, junto a los jóvenes: Vera Linares, Mónica Quintero y Pastor Oviedo, todos demostrando un gran nivel y comprensión de lo que el creador Edwin Erminy necesitaba para su espectáculo: intérpretes integrales, actores, bailarines, cantantes con la sensibilidad a flor de piel para lograr conmover al público con sus performances.

Rondó Adafina es un espectáculo teatral, ciertamente, pero también es un canto a la tolerancia, al recuerdo, a la memoria; es un relato de persecuciones políticas, religiosas; es un musical poético sobre una comunidad dispersa en el mundo que supo alimentar el crisol de este mestizaje que somos los venezolanos.

Afortunadamente existió un pueblo llamado Coro que en el Mar Caribe pudo dar cobijo a estos inmigrantes que con cariño llamamos en un principio “turcos” con sus telas al hombro o en grandes maletas, marchantes eternos sintiéndose propios y extraños en esta vastedad del trópico que supo abrigarlos.

La experiencia de realizar este viaje escénico-sensorial es única y estoy seguro que usted, estimado lector, estará de acuerdo conmigo cuando al final del espectáculo pruebe el sabor de ese caldo La Adafina, y entenderá un poco más de qué estamos hechos y que aún este país continúa siendo esa tiera de las posibilidades que una vez nuestros abuelos y los que llegaron de lejos soñaron.

L.A.R/ @rosasla

Caracas, 13/11/2013       

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