Los íconos
arquitectónicos de nuestra ciudad son pocos; los que han sobrevivido a la
desidia del olvido o a la terrible ignorancia de una sociedad que apuesta a la
desmemoria se encuentran en el abandono, o han sido destinados a otros fines
muy lejanos para lo que fueron erigidos. Tal es el caso de la imponente Concha
Acústica de Bello Monte, en otrora espacio pleno de música e impactantes
espectáculos que divirtieron a propios y extraños. Pero gracias a la iniciativa
de un piquete de artistas liderados por el maestro Orlando Arocha, la primera
actriz Diana Volpe y el actor, dramaturgo y director Ricardo Nortier, se ha
rescatado este punto cultural junto a la Alcaldía del Municipio Baruta, para entregarle a
la ciudad una pequeña sala de teatro de cámara llamada La Caja de fósforos que ha quedado insuficiente
para el enorme incendio creativo que han organizado y que se convierte en una
tribuna necesaria para las artes escénicas venezolanas.
Desde hace ya dos
semanas hemos sido testigos, en ese recinto, de un movimiento de artistas
emergentes de todas las edades que se han dado cita en una suerte de explosión
escénica: 9 directores, 9 dramaturgos y nada más que 50 actores, se han
mostrado en espectáculos “en construcción” que permiten ver el músculo de las
nuevas generaciones de intérpretes, escritores, productores y directores
teatrales, para concluir que nuestro teatro está más vivo que nunca.
Lo impresionante de
este ciclo, no sólo son las novedosas propuestas de textos y puestas en escena, si no lo importante de la
convocatoria de un público ávido de este tipo de muestras (todas las funciones
agotadas) además del rescate de un ambiente bohemio, seguro y de intercambio
artístico que hace mucho tiempo no se veía en nuestra ciudad.
¿Quiénes son?
Las artífices
intelectuales de dicho Piquete son
dos actrices egresadas de los talleres de Volpe y Arocha: Carla Mariña y María
Gabriela Díaz, inquietas jóvenes artistas
que escogieron a sus mentores como curadores de la muestra que incluyen
los siguientes títulos:
Necro-lógica de Nathalia Paolini, dirigida por Elvis Chaveinte:
donde observamos la sutileza de una dramaturga novel que con fino humor negro
propone una crítica al sistema imperante y cómo una mujer decide escapar por la
vía más fácil: la muerte.
Alrededor de la mesa de Nayaurí Jiménez, dirigida por Gabriel Agüero: se
tradujo en una comedia doméstica donde distintas situaciones cotidianas
convergen en un edificio en el que la rutina se convierte en hastío y las
ilusiones se pierden, en ella destacaron las interpretaciones de Citlally Godoy
y Matilda Corral, junto a la correcta dirección de Agüero.
Cambiemos de vida de Adolfo Oliveira, bajo la dirección de Carlos Armas,
nos enfrentó a la fuerte realidad del cambio de roles y sus consecuencias. En
la lista siguen: No molestar 4
microrelatos de Jorge Cogollo, dirigida por Abilio Torres, donde se muestra
el avance de este joven dramaturgo que ya ha dado de qué hablar en la escena
caraqueña, quizá uno de nuestros jóvenes escritores más productivo.
Hay que matarlos a todos, se reveló como una gran sorpresa por
ser la ópera prima dramatúrgica y de dirección de la primera actriz Haydee
Faverola que demuestra con este trabajo ser una gran artista integral. Por su
parte Tenebros de José Miguel Vivas,
tomó todo el espacio de la Concha Acústica
y en cada rincón de su estructura interna se pudo recorrer la historia adaptada
de El corazón de las tinieblas de
Joseph Conrad, dirigido por Jericó Montilla. Tenebros resultó un texto poco teatral por su apego a la narrativa
en donde se puso a prueba la creatividad de una directora ante un texto difícil
de digerir (por sus conexiones) más si no se tiene la referencia de la
novela.
Finalizan el ciclo Niños lindos de Fernando Azpurua,
dirigida por Rossanna Hernández una de las piezas que se notó menos en
“proceso” y resultó una grata sorpresa por el desenvolvimiento actoral de sus
protagonistas: José Manuel Suárez, Héctor Zerpa y Slavko Sorman, quienes
mostraron su talento en una compleja relación sentimental homoerótica, destaca
también en este trabajo la dirección de arte que logró el diseñador Rodolfo
Agrella, quien supo combinar los elementos estéticos de forma sencilla pero
contundente, junto a una tímida puestista pero bien resuelta dirección de
actores.
Gennys Pérez, una de
nuestras más polémicas y premiadas dramaturgas quiso probar en este ciclo su
texto en construcción acerca del abominable hecho ocurrido en nuestro país
sobre el asesinato del fiscal Danilo Anderson. El fiscal, dirigido por Oswaldo Maccio, sin alarde de puesta en
escena, sino dirección de actores bien conducidos en lectura, supo atrapar y
conmover al público que se conectó con la injusticia, la impunidad y la corrupción
que envuelve a nuestro país en un lenguaje muy local que Pérez logró concretar
para universalizar su historia.
Finalmente Laik a Virgyn, original de Karin
Valecillos y dirigida por Luis Alfredo Ramírez, logró mover las fibras más
hondas del sentimiento del espectador al tocar el tema del exilio derrotado,
cuando una joven decide abrirse paso en Nueva York para cumplir sus sueños de
llegar a ser como Madonna y debe volver derrotada por las circunstancias a un
pobre pueblo del interior del país donde encontrará la mejor forma de cumplir
algún sueño. Plena de sensibles matices del melodrama televisivo, con un
encantador humor venezolano y en donde el elenco demuestra su descollante
talento, este texto se perfila como una radiografía de nuestra idiosincrasia
actual frente al fracaso del sueño americano. Destacan las poderosas
actuaciones de Javier Figuera como el Portu llorón, Jenifer Urriola como la
inseparable y dicharachera mejor amiga de la protagonista y la primera actriz
Nattalie Cortez como la madre, en un regio papel que moviliza hasta las
lágrimas al más insensible.
Falta por ver el
cierre con broche de oro y el turno es para la pieza La habitación de atrás, del ya experimentado dramaturgo Ricardo
Nortier, dirigida por Carolina
Torres, y protagonizada por José Luis León y Luis Vicente González. Con este
trabuco de artistas estamos seguros que estaremos frente a una interesante
propuesta.
En síntesis El piquete deja un extraordinario y
anecdótico sabor a festival de calidad, a confrontación a intercambio de ideas
y propuestas, pero por sobre todas las cosas a versatilidad del ejercicio del
artista integral, durante estas dos semanas se ha visto como actores se prueban
como directores, directores se muestran como actores, escritores se arriesgan a
dirigir o actuar y los roles se van fundiendo en una mezcla fenomenal de
creatividad y buen gusto, pero por sobre todas las cosas de buen teatro.
Abogamos porque este
ciclo se convierta en una cita anual donde la creatividad escénica del artista
teatral de rienda suelta a sus ideas y por convertirlo no sólo en muestra y
tertulia, sino en intercambio formal donde existan foros con el público,
críticos y otros artistas para indagar, pensar, y revisar los procesos
teatrales, para descubrir cuáles son las estéticas y lenguajes que mueven a los
recién estrenados talentos y a los más experimentados que se arriesgan a
cambiar de disciplina sobre las tablas; en fin no olvidemos esta primera
experiencia y ojala podamos de nuevo afirmar el año que viene: ¡Qué piquete tan bueno!
@rosasla /@avencrit
Caracas, 29/08/2013
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