domingo, 14 de diciembre de 2008

La Nona devoró el Trasnocho por tres meses



Septiembre fue el inicio y noviembre el cierre de la primera temporada del más reciente montaje del grupo teatral REPICO, quienes apostaron por un autor argentino, Roberto Cossa, para hablar de un sistema que se come a pedazos a un país, sublimado magistralmente por el dramaturgo en su célebre pieza: La Nona ; esta vez bajo la lectura escénica de Consuelo Trum, respaldada por un veterano elenco de histriones encabezado por los primeros actores: Héctor Campobello y Orlando Rodríguez, acompañados del talentoso William Goite, Claudia Nieto, Adolfo Nittoli, Valeria Castillo y con la participación especial de Francis Romero.

Estar frente a esta versión de La Nona , supone una experiencia de múltiples sorpresas, todas gratas. En principio hay un deleite en el dispositivo escénico que ambienta algunos espacios de la casa de una familia de ascendencia italiana, magistralmente creado por el artista Oscar Salomón, quien con fino ojo construye una estética muy cuidada en detalles con el mobiliario y la utilería que recrean la historia. Luego, la disposición espacial creada por la directora (bi-frontalidad) obliga al público a “abusar” de su condición intrínseca de “voyeur”, estamos dentro de este comedor “husmeando” la patética vida de un hogar que es devorado poco a poco por la terrible voracidad de su miembro más anciano, que se sienta en su trono controlando todo movimiento que le indique alguna posibilidad de ponerse en marcha para arrancar a comer.

Por otro lado está la conjunción de un elenco muy bien amalgamado y con comprobado desempeño exitoso en las tablas venezolanas, sus interpretaciones desconectan por un momento al espectador de la vorágine realidad de la ciudad capital, y lo sumerge por una hora y veinte minutos, en una sarcástica comedia negra que logró, en su momento de estreno (1977), retratar a la sociedad argentina víctima de la dictadura y de un sistema que literalmente se los “tragó”. Sin embargo debemos acotar, que el mensaje político en esta lectura se deja de lado, está intrínseco en el texto, soterrado, omnipresente, aunque la directora Trum, no se sostiene de él, prefiere optar por la tragicomedia de humor negro y recalcitrante que obliga al espectador a obviarlo; sentimos se pudo sacar más punta a la ocasión, más cuando nuestra realidad política, económica y social nos lacera tanto. La dirección prefirió exprimir la hilaridad retorcida de la pieza, hasta llevarla a la tragedia en que termina con la eliminación de cada miembro de esta familia condenada por el dominio de una “tierna viejecilla”, una lectura válida totalmente y que da un coherente resultado.

La pieza se sostiene, además de lo comentado, por la solvente interpretación de William Goite como el sostén de la familia en el personaje de Carmelo, en constante lucha con su antagonista: su hermano parásito, Chicho, interpretado con aguda convicción por el joven Adolfo Nittoli, quien se revela como un interesante talento en su desarrollo artístico hasta el momento. Sorprende gratamente la solidez del elenco femenino, encabezado por Claudia Nieto en el personaje de María, quien da muestra de su evolución en búsqueda de transformarse en una madura actriz de histrionismo comprobado, acompañada de la fresca Valeria Castillo que, aunque el texto no le permite dar rienda suelta a sus cualidades de intérprete, logra solucionarlo con un encantador personaje de Marta, mostrando lo superficial y destructivo de la vida fácil. Finalmente cierra el cuadro femenino la versátil Francis Romero, que construye una imponente caracterización como la Tía Ángela, confirmando una vez más la inequívoca escogencia de la actuación como profesión de esta intérprete.

Coronan el cuadro actoral, los veteranos Orlando Rodríguez, en el papel de Don Francisco, aparente “tabla de salvación” de la familia, que termina convirtiéndose en otra carga más, junto al primer actor Héctor Campobello, reconocido hombre de las artes escénicas venezolanas, que con su Nona, logra producir una dualidad descabellada entre ternura y rechazo por todas las acciones que en ese papel se encarnan.

Este montaje de REPICO, no hace pensar más que nuestro teatro puede ofrecer un producto de alta calidad con textos inteligentes, resoluciones escénicas creativas y profesionales, cuando se conjugan estos factores, más los estéticos y artísticos en pro de un objetivo, no se puede obtener otro resultado que un producto sólido que fascina al espectador que acude a verlo.


L. A. R.

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